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Indagamos sobre el pintor Diego Velázquez y su vida personal y su familia
El pintor Diego Rodríguez de Silva y Velázquez, tal era su nombre completo, está considerado a nivel mundial como uno de los artistas más importantes de toda la Historia. Y con mucha razón.
Velázquez sigue siendo un referente único en la historia de la pintura, un referente que sigue fascinando a todo aquel que contempla sus cuadros más de cuatrocientos años después de su muerte.
¿cómo fue la vida de Velázquez, más allá de sus cuadros?
La familia de Diego Velázquez
Diego nació en Sevilla en el año 1599, cuando el siglo XVI ya alumbraba sus últimos días.
Sus padres fueron Juan Rodríguez de Silva y Jerónima de Velázquez, que tendrían posteriormente otros siete hijos. Aunque Velázquez siempre defendió que su padre era un hidalgo, es un extremo que no se ha podido demostrar y muchos estudiosos piensan que defendió este hecho para conseguir puestos y honores que les estaban vedados a las personas cuya ascendencia no fuese noble.
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De hecho, cuando le nombraron caballero de Santiago, tuvo que conseguir una dispensa de hidalguía por parte del papa para poder acceder a tal honor, pues las averiguaciones que se hicieron sobre si cumplía los requisitos o no para entrar en la orden revelaron que se tenían serias dudas de que sus ascendientes más inmediatos hubieran tenido sangre noble, por lo que no podía acceder al rango de caballero de Santiago por los medios habituales.
Pero, independientemente de la nobleza que defendiera posteriormente Velázquez para su familia, en su niñez sus padres y sus hermanos pasaron muchas privaciones.
Juan Rodríguez de Silva era notario eclesiástico y el dinero que ganaba apenas daba para alimentar a su creciente familia. Así, desde muy pronto intentó conseguir que su hijo mayor tuviera un oficio con el que ganarse la vida.
Para ello, vinculó a Diego (y posteriormente también a su hermano Juan, aunque con mucha menos fortuna) al cada vez más lucrativo negocio de las artes.
A los diez años, abandonó el hogar familiar para convertirse en aprendiz del famoso Francisco Herrera el Viejo y, poco después, de Francisco Pacheco, que se convertiría en su principal mentor y su influencia más directa durante los primeros años de su vida.
Francisco Pacheco fue un gran humanista que, más conocido hoy por sus escritos que por sus pinturas, enseñó a Velázquez sus técnicas pictóricas y compositivas y le transmitió su estilo característico, aunque su pintura iría cambiando a lo largo del tiempo y alejándose cada vez más de la de su maestro, a medida que se abriera a nuevas influencias tras su llegada a Madrid y sus viajes a Italia.
Asimismo, no solo se convirtió en el aprendiz del pintor, sino que acabó siendo su yerno: en el año 1618, cuando apenas contaba con 19 años, se casó con Juana Pacheco, la hija mayor del pintor, que entonces tenía quince. Permanecería con ella el resto de su vida, pues ambos cónyuges murieron el mismo año y de ese enlace nacieron sus dos hijas legítimas, Francisca e Ignacia.
Por lo que se sabe, este fue un matrimonio de conveniencia; era muy habitual que los personajes vinculados a un mismo oficio se unieran por lazos familiares para proteger sus intereses y el gremio de los pintores no era ajeno a esta práctica. Con este enlace, Velázquez se aseguraba la protección de su antiguo maestro, cuya experiencia e influencias podían proporcionarle grandes beneficios, sobre todo en sus primeros años como pintor independiente.
De hecho, fueron los contactos de su suegro los que le dieron la oportunidad a Velázquez de viajar a Madrid y de ser presentado en la corte, gracias a lo cual fue llamado posteriormente para retratar al joven rey Felipe IV.
Tan satisfecho quedó el monarca con su buen hacer que, en 1623, ordenó que se trasladara a Madrid con su familia de forma definitiva, lo tomó bajo su protección y lo nombró pintor oficial del rey.
Diego Velázquez llega a Madrid
En la corte de Madrid ascendió rápidamente, consiguiendo otros oficios que poco o nada tenían que ver con la pintura, pero que tenían mucho más peso en la sede de la Monarquía Hispánica y estaban mucho mejor remunerados, como el de alguacil de la corte, ayuda de guardarropa del rey, ayuda de cámara y superintendente de obras, entre otras responsabilidades, que le alejaban de su taller de pintura.
Además de estos cargos, que evidenciaban su cercanía con el rey, Velázquez tuvo la oportunidad de aumentar su formación, especialmente con el estudio de las bien nutridas Colecciones Reales de pintura y escultura y con sus dos viajes a Italia, durante los cuales también realizó las veces de enviado del rey para conseguir importantes cuadros, esculturas y muebles en su nombre.
Fue precisamente durante su segundo viaje a Italia, ya más maduro y disfrutando de una enorme fama por toda Europa, cuando Velázquez disfrutaría de una libertad personal que las responsabilidades y la etiqueta de la corte de Madrid, así como la presencia de su mujer y las demandas constantes de su rey, no le permitían disfrutar en la sede de la Monarquía Hispánica.
Allí tendría varias amantes, pero se conoce que Velázquez sintió una enorme pasión por una particular, con la que tuvo un hijo que reconoció públicamente como suyo.
Algunos han identificado a esta mujer como la pintora Flaminia Triva o Trivia, hermana y ayudante del pintor italiano Antonio Domenico Triva y, asimismo, muchos consideran que la mujer que aparece reflejada en su famoso cuadro “La Venus del Espejo”, era esta amante por la que Velázquez perdió la cabeza en su madurez, al mismo tiempo que el Cupido que la acompañaba sería aquel hijo que tuvo con ella.
Tan deseoso estaba de continuar a su lado que Velázquez ignoró repetidas veces las apremiantes peticiones del rey para que terminara con su viaje y regresara a Madrid, arriesgándose con sus excusas a despertar la ira del monarca y perder todo lo que había luchado toda su vida por conseguir.
Sin embargo, en 1651 Velázquez no pudo retrasar durante más tiempo su vuelta; dejando en Italia a su amante y a su hijo, a los que no volvería a ver, volvió a la corte de Madrid para seguir cumpliendo con sus responsabilidades junto a Felipe IV.
Los últimos años en la vida de Diego Velázquez
Los últimos años de su vida los pasó en la corte, haciendo retratos del rey, la reina Mariana de Austria y sus hijos, siendo el periodo en el que realizó algunas de sus obras maestras más destacadas, como “Las Meninas” o “Las Hilanderas”.
En el plano personal, se dedicó a intentar dejar asegurado el futuro de su hija Francisca, que se había casado, como otrora lo hizo el propio Velázquez, con el discípulo de su padre, Juan Bautista Martínez del Mazo.
A este le fue dando cada vez más importancia dentro de su taller y le otorgó cada vez más encargos y responsabilidades, con el objetivo de que se convirtiera en su sucesor no solo en el ámbito pictórico, sino también en la corte cuando él llegara a faltar.
Pero, pese a su ayuda, el trabajo al que tenía que hacer frente el pintor era cada vez mayor y en 1660 tuvo que acompañar al rey hasta la frontera francesa, donde iba a entregar a su hija María Teresa en matrimonio a su sobrino Luis XIV en la llamada Isla de los Faisanes.
Velázquez se tuvo que encargar de supervisar y tener lista toda la decoración que merecía tal solemne acontecimiento en un tiempo récord, pese a sus 61 años.
Cumplió con su cometido pero, completamente exhausto, llegó a Madrid enormemente debilitado. Ya en la capital, cayó enfermo y a los pocos días falleció, siendo seguido por su esposa menos de quince días después.
Sin embargo, hoy desconocemos dónde están sus restos; él fue enterrado en la iglesia de san Juan Bautista de Madrid, que fue mandada derruir en el siglo XIX por José I, con la tumba del pintor aún en su interior.
En el subsuelo de Madrid, duerme hoy su sueño eterno uno de los mejores pintores que recorrió nunca sus calles, quién sabe si soñando con el soleado cielo italiano y con los que allí dejó a su marcha.
Algunas de las mejores intervenciones la serie de televisión ‘El Ministerio del Tiempo’, donde aparecía el pintor Diego Velázquez interpretado por el actor Julián Villagrán.
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Para mi el gran genio de la pintura. Ya no hay Diegos Velazquez. Ahora hay Rafas Nadales, que no digo que esté mal, pero la mente humana necesita de otro tipo de estímulos también. El arte está triste.