No quería meterme en esto, pero no es posible no contar unas cosillas.
Lo más importante es que Mbappé descubrió a los 23 años que era francés.
Eso me recordó cuando un amigo parisino de Guadalupe me agradeció que le haya descubierto a los 18 años que era negro. ¡Verídico! Es francés y además parisino, aunque de Bondy que al menos hasta el momento se considera París y no como “Saint-Denis” que, según un antiguo jugador famoso francés, Thierry Henry, no es París, dando pie al petainista pseudoperiodista, pseudointelectual y seudo francés Éric Zemmour para afirmar que ya no es ni tan siquiera Francia.
Por cierto, Thierry Henry se crió a las afueras de París, bastante más alejada de la capital que Saint-Denis.
El caso que me llamó la atención es que Mbappé no sabía tanto hace un año que era francés y parisino, y amenaza con no saberlo dentro de tres años, momento en el que le tocará renovar su contrato.
Mbappé es futbolista, pero habla como un político.
Cuando una persona repite muchas veces algo en poco tiempo que nunca antes había pronunciado con el mismo ímpetu es que hay una estafa moral rondando. Mbappé es futbolista, pero habla como un político.
Anotad este texto y esta fecha: será ministro de deportes de algún gobierno francés en un futuro. Se parece más a Platini que a Zidane, el primero no acabó siendo ministro, se topó con un puesto mucho más jugoso, el de presidente de la UEFA, permite manejar muchísimo dinero como si fueras Pablo Escobar pero legalmente.
A Zidane se le empezó a conocer la voz por estar obligado como entrenador del Real Madrid a hacer ruedas de prensa. Antes, su timidez hacía pensar que, como creen algunos colegas míos cuando se encuentran con alumnado muy tímido, era “cortito”.
No sabe Mbappé que los títulos de francés y de parisino sólo se le conceden porque por ahora es “bueno”, en cuanto pierda será menos francés.
En cambio, Benzema no habla como un ministro, habla más como un saltador de verjas. Tampoco lo hacía Ribery que tuvo que soportar la mofa de su forma de hablar en los guiñoles cuya marioneta hablaba sin conjugar los verbos, orgulloso que estaba de haber nacido y haberse criado en el norte de Francia donde se habla el chti. ¡Chti no, parisino sí! Mbappé no habla ni tan siquiera parisino, habla francés, porque como lo recalcó desde que renovó: “Francia es mi país”.
No sabe Mbappé que los títulos de francés y de parisino sólo se le conceden porque por ahora es “bueno”, en cuanto pierda será menos francés. A Karim Benzema le costó más… Tuvo que ganar mucho mucho. No llevan el mismo color en la piel, y dentro del cosmopolitismo de origen inmigrante hay el esclavo manso y el esclavo rebelde.
Recuerdo al tenista francés Noah, último ganador galo de Roland Garros que cuando perdía era camerunés y cuando ganaba era francés. ¡Verídico! También recuerdo cómo Zidane era francés cuando ganó la copa del mundo en 1998 y cómo lo era menos cuando le dio el cabezazo famoso en la final de 2006. El ser “francés” fluctúa tanto como las monedas.
La utilización a gran escala mediática de lo de “francés”, con la renovación de Mbappé por el PSG, es vista por muchos como “integración”, cuando es más bien “selección” para no conceder estos “títulos” a los que saltaron las verjas del Estadio de Francia antes de la ya famosa final. Por cierto, nuestros “saltadores” están en plena forma, yo los contrataría para algún deporte o algún trabajo físico. ¡Talento y potencial desperdiciados por la escuela!
Y de “francés” a “británico”, pobres hinchas blancos y pelirrojos del Liverpool, como si no hubieran tenido ya suficiente con los trágicos antecedentes que vivieron hace décadas que va el gobierno francés y les acusa de los alborotos, cuando eran unos ratoncillos asustados rodeados de los gatos de la “no Francia” (los franceses serían gallos) que en cuanto supieron de la final se les hizo la boca agua.
Una premisa: se nace ratoncillo y se hace gato. Pobres gatos, de todos los colores, deben soportar el ver cada cierto tiempo aparecer el lujo delante de sus narices sin moverse, y van y vienen los lobos del mundo a ver un partido con dos equipos repletos de gatos, pero con derechos de ratoncillos, para entretener a los lobos. Ni los ratoncillos ni los gatos fueron tan culpables ni tan inocentes.
Eso sí, cada cual se representaba así mismo, si no se quiere comprender la trascendencia social, política y cultural que se nos ofreció con este episodio que congregó a las tres rancias potencias imperialistas (Inglaterra con Liverpool, España con el Real Madrid y Francia con la sede de la final) frente a y junto a uno de los resultados de sus longevos colonialismos y su “comercio” de esclavos, allá nosotros, dejémonos embaucar por la mediocridad y la demagogia del politiqueo y del periodismo cortito.
¡Y el mundo descubrió las fuerzas del orden francesas! Esas mismas que llevan 60 años utilizando métodos de extrema violencia contra ratoncillos y gatos en cada manifestación de protesta para mejorar las condiciones de existencia.
Gasear a niños y a niñas, a familias, con sus entraditas en la mano, pegando a los y a las que no hicieron nada que estaban por allí, ante las grabaciones del mundo entero, con los periodistas anglosajones indignados, pensando que por ser franceses y haber vendido la superchería de la república, de la democracia y de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, era suficiente para aceptarlo sin gurgutar. Y el ministro del interior felicitándose ¡porque no hubo muertos! Los chalecos amarillos llevan soportando estas cargas policiales y políticas bastantes años ya, ellos sí murieron y fueron gravemente heridos. Las fuerzas del orden, dentro del mito democrático, se supone que representan al gobierno que a su vez representa la soberanía del pueblo, que se supone actúa como si actuáramos nosotros mismos.
Todos los incidentes, todos, son responsabilidad del gobierno francés y de los dirigentes de la UEFA, por incompetencia, por soberbia colonialista y por ignorancia cultural.
La final de la Champions League era “fútbol”, el deporte del pueblo (…) era un partido para ratoncillos de alfombra roja
Por cierto, justo al día siguiente, a centenares de kilómetros de Saint-Denis, en la ciudad industrial de Saint-Étienne (son muy de santos en Francia), en su estadio, se produjeron gravísimos incidentes que no tuvieron la misma repercusión, no digo a nivel internacional obviamente, sino en el país de Mbappé. No hubo menciones a orígenes étnicos ni a hordas ni a manadas ni a billetes falsos ni a clandestinos ni tan siquiera a jóvenes de ghettos.
La final de la Champions League era “fútbol”, el deporte del pueblo, de los barrios pobres, pero era un partido para ratoncillos de alfombra roja, en el centro del barrio de los gatos callejeros con la magnífica Basílica de los reyes de Francia que no fue visitada por los hinchas de los dos equipos, más entretenidos en “fan’s zone” donde reinaba la idiotez más insultante.
El lema de Libertad, Igualdad y Fraternidad no fue el lema de la Gran Revolución Francesa. Ese lema se adoptó en 1848 (…) Supongo que como buen francés y parisino, Mbappé lo sabrá.
Para colmo, el mejor jugador de la final fue un belga cuya connotación burlesca en Francia se asemeja a los de Lepe en España; aunque en un tono aún más humillante.
No sigo… Miau.
Va un “regalito” para el y la que llegó hasta el final, porque no lo puedo aguantar. El lema de Libertad, Igualdad y Fraternidad no fue el lema de la Gran Revolución Francesa tal como se lo oí repetir hace unas semanas a un profesor de universidad con cierto prestigio en un curso sobre educación y Unión Europea. Por cierto, cuanto más tiempo pasa más esa revolución es “Gran”.
Ese lema se adoptó en 1848 (casi sesenta años después del inicio de la revolución de 1789) tras otras dos revoluciones que ocurrieron ese año. El de la revolución francesa era: Libertad, Propiedad, Seguridad y resistencia a la opresión. Supongo que como buen francés y parisino, Mbappé lo sabrá.
Yo se lo explico a todos mis alumnos de francés, no sé si estoy en lo correcto. Eso sí, hablan todos y todas francés como Nasser Al Khelaifi, seudo presidente del PSG, que lleva once años de inmersión lingüística. Ah (quiero acabar, pero no puedo), me alegro de que Nadal, por fin, tras ganar 14 veces Roland Garros sepa pronunciar algunas frases básicas en el idioma de Mbappé.
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