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Chernóbil: La metáfora perfecta del fin de la URSS
Mucho y variado se ha escrito sobre el desastre nuclear de Chernóbil, en suelo Ucraniano; desde este artículo y siguiendo a David Remnick se va a abordar el acontecimiento como una metáfora, la más perfecta a juicio del autor norteamericano, tanto del fin de la Unión Soviética como de su inhumano rostro.
¿Cuándo se produjo el desastre de Chernóbil?
Todo comenzó a la 1 y 32 minutos de la madrugada del 26 de abril de 1986, en el marco de unas pruebas experimentales.
En cualquier caso, el accidente de Chernóbil reflejó casi todos los males del último imperio sobre la tierra: la decadencia, la arrogancia autocomplaciente, la ignorancia premeditada, la mentira, la corrupción y el autoengaño.
Anatoly Alexandrox, el diseñador de la Central de Chernóbil
Anatoly Alexandrox encarnaba alguna de ellas; entonces nonagenario, el físico que diseñó el reactor de la central era por aquel entonces el decano de la ciencia soviética.
Tiempo después del accidente aún despreciaba las ‘exageraciones’ que se habían vertido en occidente sobre las consecuencias de la catástrofe. Mientras el reactor se incendiaba y se quemaba el grafito que lanzaba al cielo millones de curios de radiactividad, la gente de Chernóbil – en la ciudad de Pripyat y sus pueblos cercanos – se levantaron como cualquier otro día, hicieron sus labores cotidianas e, incluso, se celebraron 16 bodas al aire ‘libre’ bajo la nube radiactiva.
Durante ese día y el siguiente, cuando los ingenieros informaban de que el nivel de radiación en la planta era 1 millón de veces superior a lo normal, el director aseguraba que el medidor no debía funcionar bien; mientras tanto, todo un viceprimer ministro como B. Shcherbina rechazaba cualquier posibilidad de evacuación con el aserto “el pánico es peor que la radiación”. Los dirigentes del partido comunista en Ucrania fueron los primeros en evacuar a sus familias, no obstante, el desfile del 1 de mayo se celebró en Kiev para mayor gloria del socialismo.
La magnitud de la tragedia
Ni que decir tiene que la situación en la zona es aún hoy preocupante. La explosión de Chernóbil liberó una nube radiactiva diez veces más mortal que la producida con la bomba atómica de Hiroshima.
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Más de 600 mil trabajadores participaron en los trabajos de limpieza y 200 mil personas fueron evacuadas de la región, pero esto no pasó inmediatamente sino tras una demora de 36 horas, es decir, tras absorber radiación equivalente a más de mil pruebas de rayos X, también por medio de comida y agua contaminada.
Las malformaciones entre personas y animales se multiplicaron en los años sucesivos llegando hasta la actualidad y seguirán en el futuro. Como compensación, el estado otorgó a la gente de la región un subsidio de 30 rublos que popularmente no tardaron en denominar “bonificación para el ataúd“.
Poco antes del fin de la URSS, en 1990, todavía se seguía enviando carne contaminadaa otras zonas del norte del país.
A la burocracia soviética no parecía importarle que la radiación del producto superara 10 veces los niveles considerados salubres.
Según el activista médico Y. Shcherbak “el sistema soviético se comió nuestros huesos tal como lo hizo la radiación, y el poder hizo todo lo que estuvo a su alcance por encubrirlo todo, para hacerlo desaparecer“.
El lector moderno no se hará a la idea de que, desde el momento en que los ingenieros de la sala de control del reactor número 4 de Chernobyl informaron acerca de un desastre de magnitud insondable, las autoridades se negaran a actuar.
Los burócratas del partido en la central repetían una y mil veces la misma mentira: había ocurrido una desgracia, sí, pero nada grave, el reactor no había resultado destruido.
Gorbachov se hace el distraído
La mentira llegó a los dirigentes en Moscú, tan acostumbrado a ese tipo de falacias; tanto era así que el aperturista Gorbachov tardó 16 días en tratar el tema en televisión, y lo hizo denunciando a la prensa occidental…
A pesar de la ‘discreción’ soviética, el mundo se enteró de la gravedad de la catástrofe cuando los científicos escandinavos registraron notables aumentos en los niveles de radiación.Dicha ‘discreción’ continuó viva años después del accidente gracias al decreto secreto del viceprimer ministro Shcherbina, aplicable hasta 1991, que censuraba a cualquier médico que pudiera especificar la radiación como causa de muerte.
Paradójicamente, muchas veces ocurre así en la vida, el propio Shcherbina murió en 1990 al haber estado expuesto a la radiación, en su certificado de defunción se registró como causa de la muerte un “no especificada”.
Para la eternidad quedará el fantasmal monumento que conforman Pripyat – la ciudad detenida en el tiempo – y la central nuclear de Chernóbil, encerrada en su sarcófago de hormigón; recordatorios en definitiva del terrible poder de la fisión nuclear, y también de la perfidia del régimen que la albergó.
Chernóbil en el Cine y en televisión
Redacción: A próposito de Chernóbil, está por estrenarse una película titulada Chernobyl Diaries que aprovecha el desastre nuclear para recrearse en una suerte de película de terror donde un grupo de turistas americanos contratan un peculiar tour a través de la ciudad de Pripyat, donde residían los trabajadores de la central nuclear. Ciudad abandonada desde que se produjera el desastre… o eso parecía.
Más seria y tratando el tema real de lo que aconteció en Chernóbil, el telefilm El principio del fin (1991) [Chernobyl: The Final Warning] de Anthony Page, basado en el libro de Robert Peter Gale y Thomas Hauser, e interpretada por Jon Voight y Jason Robards.
Cuarto Milenio, de Iker Jiménez también se detuvo en el desastre ucraniano y dedicó un programa de televisión especial. Contiene interesantes imágenes -las únicas- sobre los momentos después de producirse el hecho en el reactor nº 4.