El hombre-sándwich y los primeros recursos publicitarios de la Historia
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Hace menos de doscientos años se descubre todo.
Se descubre incluso la calle. Las grandes migraciones campo-ciudad habían alcanzado, en muchos países del mundo, sus cotas máximas y la vida en la ciudad, con sus peculiaridades, se desarrollaba en la calle.
Por eso se explica la existencia de una figura que de forma ordinaria desapareció hace mucho tiempo, pero que de cuando en cuando se pueden ver por algunas capitales del mundo.
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El hombre-sándwich
Es el hombre-sándwich, una serie de personas que se paseaban por las avenidas con dos carteles que les cubrían el cuerpo por completo, iban y venían calle abajo como “hombres anuncio”.
En estos tiempos, ya pueblan las calles los escaparates de tiendas y comercios que se sirven como reclamos de estos personajes y sus carteles colgantes.
También se idearon carromatos y carrozas que lucían anuncios publicitarios. Y para dar la vuelta de rosca completa, no solo los “hombres anuncio” con carteles publicitarios se paseaban por la calle, también lo hacían otros personajes que disfrazados de chinos podían estar promocionando la venta de te u hombres subidos a grandes zancos, intentaban dar a conocer la última marca de betún, un producto muy publicitado en esos lejanos tiempos.
folletos, octavillas y los primeros anuncios en los vagones del tren
Además, por la calle pululaban personajes que repartían folletos y octavillas. La idea de esta forma publicitariasurge a partir de las clásicas tarjetas de presentación comerciales, que evolucionaron hacia esta fórmula.
Las octavillas, tal y como hoy sucede en tantas ciudades del mundo, se repartían de mano en mano, y hasta llegó a hacerse de casa en casa, llamando a la puerta para hacer la entrega.
El objetivo de la publicidad alcanzó a cualquier medio que le hiciera llegar a su fin: al mayor número de personas.
En el siglo XIX, cuando se cayó en la cuenta de que la máquina de vapor servía para algo más que para bombear agua, se comenzó a utilizar para el transporte de cosas y personas.
Y, así, los ferrocarriles comenzaron a lucir publicidad, aunque solo en los vagones de segunda y tercera clase, no en los exteriores de los vagones de primera.
Las estaciones y apeaderos también eran lugares donde se pegaban carteles o se mantenían estructuras fijas donde se alternaban los mensajes publicitarios.
La historia ha registrado que se produjo una especie de boom pasajero en el que se vieron inmersos muchos anunciantes que veían en este nuevo medio de locomoción una auténtica mina de oro.
Pensaban que los viajeros iban a ser un seguro para los productos que ponían a la venta.
Sin embargo, muchos de ellos se arruinaron en la precipitación. Se tardaría, todavía, muchos años en asegurar de este medio una vía publicitaria óptima.
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