Los últimos años en la vida de Charles Bukowski
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La vida de Charles Bukowski, siguiendo su larga bibliografía, es fácilmente reconocible. En sus poemas, en sus relatos, en sus novelas, se reflejan todas las situaciones que fue viviendo.
Desde sus empleos como factotum, nunca mejor dicho, sus inicios como escritor, sus peleas y sus constantes visitas al hipódromo o incluso su infancia, que se puede leer de forma profusa en “La Senda del Perdedor“, “Ham on Rye”(1), como se tituló originalmente, en un guiño al “Guardián entre el Centeno” “The Catcher in the Rye” de Salinger
Pero si su vida sí fue bien conocida, en algunos casos casi al detalle, sus últimos años, de manera obvia, apenas lo pudieron ser. Además, su obra crepuscular conoció la ficción, cuando lo que era motivo de su escritura se iba agotando: las lecturas de poemas, las mujeres que en multitud le adulaban hasta la cama, dormir en un banco cubierto de indigencia o describir a la perfección con escasos adjetivos las numerosas habitaciones de pensión en las que vivió y la vida que le rodeaba.
Si consideramos, de Charles Bukowski
Bukowski vivió muchos más años de los que hubiera imaginado o de lo que hubiera pronosticado cualquier médico, pero al final de sus largos días conoció la enfermedad, que le fue minando la salud poco a poco, aunque rondando los setenta años aún se daba tiempo para regalarse alguna juerga.
Y es que la vida de Bukowski en los últimos años cambió mucho. Su hija Marina le regaló un Macintosh IIsi en las navidades de 1990. Hizo un curso para aprender a manejarlo, aunque como reconoció, no era demasiado diestro en su manejo.
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Llegó a borrar de su disco duro la mitad de la novela Pulp, de 1991, que pudo recomponer. Eso sí, el ordenador contribuía a plasmar su creatividad: “Me emborrachaba para escribir una noche. Para revisarlo, otra. Con el ordenador lo hacía en una sola noche“.
Bukowski había comenzado a tener éxito con las mujeres cuando le alcanzó la fama. Tras conocer a un sinfín de féminas, en 1983 propuso matrimonio a Linda Lee Beighle, quien aparece en su novela “Mujeres” y con la que pasaría el resto de sus días. Ella tenía 46, Él 64.
A partir de ese momento, cambió la alta graduación de alcohol de bebidas espirituosas por el vino bueno. Comenzó a variar todas sus rutinas, exceptuando sus visitas y apuestas en el hipódromo y comenzó a frecuentar otras amistades, como más adelante veremos, y a vivir una existencia más relajada.
Se dice que tenía más trato con personas de su edad o más mayores que con las “jovencitas” que acostumbraba. Con Linda Lee encontró el sosiego, si bien también tuvo desencuentros. Quizá era un tipo demasiado complicado. Calificado de misógino, misántropo hasta el tuétano y otras poco celebradas calificaciones, no le entendía ni su suegra, que de cuando en cuando iba a visitarles. La anciana mujer, bastante más mayor que Hank, no le entendía. “¿Por qué tiene que escribir de ese modo? ¿Por qué lo hace?”, decía. Y es que Bukowski seguía siendo el mismo: “Trabajo bien durante botella y media, después de eso, soy como cualquier viejo borracho en un bar: un tipo repetitivo y pesado”.
Bukowski con Madonna, Schwarzenegger, Sean Penn y U2
Sean Penn, ya amigo de Bukowski, se había ofrecido a ser el protagonista de Barfly por un dólar.
La experiencia cinematográfica anterior no había sido muy favorable. Bukowski habló pestes de “Ordinaria Locura“, calificándola de “ridícula y mala“, aunque a partir de ese momento sí que comenzó a ser famoso o popular.
Sus salidas de tono iban siendo conocidas. Como aquél encuentro con Schwarzenegger, cuando coincidiendo en el cumpleaños de un amigo común, le espetó: “Eres un mierdecilla… ¿Quién te crees que eres? Solo porque haces esas peliculillas de mierda, no eres nada especial cerote megalomaníaco“.
En la biografía más esclarecedora de estos años, la escrita por Barry Miles en 2005, se afirma que Schwarzenegger no respondió.
Lo que tampoco se dice es que ocurrió antes de que Bukowski pronunciara tales palabras. Puede que no ocurriera nada particular y el escritor diera rienda suelta al recuerdo de su pasado plagado de peleas. Desafiar a Schwarzenegger tenía su punto seguro de peligro.
Debido a su popularidad comenzó a frecuentar círculos antes desconocidos donde se mezclaba la gente de Hollywood: músicos, actores, directores de cine.
Fue así cómo comenzó a frecuentar la compañía del que sería su gran amigo Sean Penn, casado en esos momentos con Madonna. Estamos en la época del libro erótico “Sex” que publicó la cantante.
Al parecer le pidió a Bukowski que posara, desconocemos en qué consistió exactamente la propuesta, pero sí sabemos que no aceptó. Igual que no aceptó aparecer en famosos programas televisivos como el Late Night Show de Johnny Carson.
No tendría ganas de repetir el escándalo de Apostrophes o, simplemente, no le apetecía formar parte del circo catódico. En esas fechas sus ingresos como escritor provenían principalmente de Europa. Al parecer llegaba a ingresar al año más de 100.000 dólares en concepto de royalties por sus ventas europeas.
El Poema The Dinner, la cena con Madonna y Sean Pean
Volviendo a la relación del escritor con Madonna y Sean Penn, llama la atención un suceso curioso quizá más por los personajes en que se encuadra la acción. Todo fue bien entre ellos hasta que el viejo espíritu del genio “indecente” se aceleró.
Como tantos acontecimientos de la vida cotidiana, los encuentros con la famosa pareja dieron fruto en forma de poema. Lo hizo con “The Dinner“.
En ese poema reflejó cosas de las que se arrepintió. Pero se arrepintió tarde ya que cuando reclamó eliminarlo del poemario ya se había lanzado la primera edición.
En dicho poema no se reflejaban nombres, pero cualquier ubicaría a los personajes que aparecían sobre el papel.
En él, Bukowski, narraba el desarrollo de una velada, de una cena con ambos.
Y en él criticaba que, ambos, siendo ricos y famosos se dejaran invitar por él, un viejo escritor recién llegado al orbe de la fama.
En realidad tampoco parece que fuera así, ya que de las múltiples comidas que departieron, así como las veces que le invitaban a su mansión, le enviaban su limusina. Bukowski, profesional en meteduras de pata, cometía otro error público.
Eso sí, Sean Penn llegó a entrevistarle para la revista “People” y no parece que la relación tornase en tormentosa. Aunque, de forma clara, volvía a reflejar el temperamento de Charles Bukowski.
Como antes apuntábamos, sus últimos años se movieron más por los caminos del sosiego y la tranquilidad. Ya en 1986 escribía en una carta a un amigo: “Mis gatos, mi esposa, me serenan, me serenan”.
El día siguiente a terminar la novela “Hollywood” donde desgrana los pormenores de la película “Barfly”, Bukowski cae enfermo.
El comienzo de la Enfermedad
Casi durante una semana padeció fiebre alta. Dos médicos a los que consultó no supieron decir qué se encontraba detrás de esos síntomas que terminaron haciéndole perder muchos kilos.
Probó con la acupuntura sin resultados. Escribía poco, y lo hacía desde la cama.
Por fin, tras una radiografía de su pecho, se supo que su mal tenía nombre: tuberculosis.
Pero mejoró, el 14 de noviembre de 1989 se tomaba su primera copa. A los nueve meses fumaba puros y sus clásicos bidis, picadura de tabaco envuelta en hoja de Kendu.
En 1992 se le detecta una infección ocular. Es la primera vez que por obligación tiene que dejar de escribir. La recuperación fue satisfactoria, pero se trataba del peor preámbulo imaginado.
En el mes de noviembre del mismo año, en un concierto del grupo irlandés U2, el cantante Bono anunció que el concierto estaba dedicado a Charles y Linda Bukowski.
Al parecer Hank dio buena cuenta, en la tramoya o en el back stage, que se diría más modernamente, de demasiados seven up con vodka.
Cuando bajó de la limusina que le llevaba a casa, tropezó y cayó en el porche. Se estrelló contra el suelo de piedra.
Además de un esguince de rodilla, se produjo algún que otro corte en la cabeza. Bukowski se hacía viejo, perdía reflejos.
En 1993 le fue diagnosticado principio de leucemia. Pasó 64 días en el hospital.
Recibió un tratamiento de quimioterapia y comenzó a perder el pelo.
Usaba un sombrero. Cuando abandonó el hospital dejó de fumar y de beber. Se sorprendió a sí mismo comprobando que era capaz de escribir sin estar embriagado. Por desgracia, los médicos le dijeron que le quedaba alrededor de un año de vida.
El 25 de agosto de 1993 comenzó a estudiar el método de curación ayurvédico de Deepak Chopra, basado en el dominio de la mente sobre el cuerpo, sobre la materia.
Ya no tenía nada que perder, y pensó que la meditación trascendental podría ayudarle a sobrellevar el peso de la muerte. Cuando “La muerte se está fumando mis cigarrillos“.
El final de la vida de Charles Bukowski. Los Ángeles, la ciudad donde está enterrado
Pero la realidad era tozuda y la enfermedad se arrastraba lentamente alrededor. La quimioterapia le debilitó haciéndole proclive a otras enfermedades debido a la fragilidad de su salud. Se le diagnosticó la neumonía que finalmente acabaría con él.
Su vida terminó un 9 de marzo del año 1994, con 73 de edad.
Tres monjes budistas oficiaron la ceremonia en dos idiomas, con cánticos y reverencias que se celebró en Los Ángeles. Bukowski entró en la sepultura vistiendo de manera informal. El ataúd casi se cae en el trayecto.
Junto a la tumba, uno de los monjes posó para una fotografía protocolaria. Como afirma su biógrafo Barry Miles, Bukowski hubiera captado la ironía.
Relexionó en multitud de páginas sobre la muerte. Su pequeña obsesión se volvió más patente en el final de sus días: “Estar cerca de la muerte es vigorizante“.
(1) Ham on Rye hace referencia al sándwich que llevaban los obreros al trabajo a comienzos del siglo XX
También te puede interesar: ¿Qué fue del legado de Charles Bukowski?
Este artículo en inglés: The last years in the life of Charles Bukowski
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