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Los tradicionales episodios que protagonizan la Semana Santa describen la Pasión y Muerte de Jesucristo según aparecen en los evangelios canónicos, junto con distintas tradiciones heredadas del mundo medieval y diferentes costumbres vinculadas a las regiones y territorios donde se producen las celebraciones.
Pero los relatos procedentes de los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan no son los únicos testimonios que hablan de la pasión, muerte y resurrección de Jesús que han llegado hasta nosotros, pues también disponemos de los evangelios apócrifos.
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¿Qué son los evangelios apócrifos?
Reciben el nombre de evangelios apócrifos aquellos textos referidos a la vida y hechos de Jesús que aparecieron durante el siglo I d. C., pero que no forman parte del Nuevo Testamento.
El llamado canon del Nuevo Testamento no se fijó hasta varios siglos después de la muerte de Jesús.
Durante los años posteriores a su muerte y resurrección, se desarrolla una etapa denominada kerigma, que en griego significa “anuncio” o “proclamación”, en la que los apóstoles y los seguidores de Cristo transmitían su mensaje por vía oral y que viene a cubrir el periodo que se desarrolla entre la muerte de Jesús y la aparición de los primeros textos escritos.
Reciben el nombre de evangelios apócrifos aquellos textos referidos a la vida y hechos de Jesús que aparecieron durante el siglo I d. C.
Se pueden apreciar huellas de esta kerigma principalmente en las cartas en los “Hechos de los Apóstoles”, principalmente en los discursos de san Pedro y las cartas de san Pablo, en las que se habla del mensaje que estaban difundiendo al mundo únicamente a través de sus palabras.
En las décadas posteriores se fue perfilando la lista de escritos que estaban considerados como “inspirados por Dios” y que, por lo tanto, iban a ser incluidos en la Biblia y cuáles no.
Ya en el siglo IV estaban más o menos fijados los textos que formarían parte del nuevo testamento, pero no sería hasta el año 367 cuando, en una carta, el obispo Atanasio (futuro san Atanasio) reflejó una lista con los 27 libros que formarían el Nuevo Testamento y los llamó por vez primera textos “canónicos”.
Finalmente, en el año 393, se fijó oficialmente la lista de libros que debían formar el Nuevo Testamento en el sínodo de Hippo Regius.
Los textos que quedaron fuera de este canon suponen más de medio centenar, donde se relatan distintos episodios de la vida y las enseñanzas de Cristo, varios de ellos relatando episodios de su pasión y muerte que no aparecen en los evangelios canónicos. Vamos a centrarnos en dos de ellos: el evangelio de Nicodemo y el de Pedro.
Evangelio de Nicodemo
El evangelio de Nicodemo es uno de los apócrifos más importantes que se conservan. Su primera parte recibe el nombre de “Hechos de Pilato“, en el que cuenta cómo los judíos acusaron a Jesús ante el gobernador romano y le llevaron ante su presencia.
También relata el interrogatorio al que sometió Pilato a Jesús, en el que se le preguntó por las acusaciones de ser hijo ilegítimo y de contar con la ayuda del Maligno para realizar sus milagros, acusaciones que niega y que también niegan otros judíos que, sin convertirse en sus seguidores, defienden a Jesús.
Pero es la segunda parte la que mayor difusión ha tenido, ya que narra el descendimiento de Jesús a los infiernos, entendiendo este lugar como un espacio separado de Dios.
Antes de la muerte de Jesucristo, todos los difuntos, tanto los buenos como los malos, estaban en la tumba común de la humanidad, un infierno que recibe el nombre de Sheol, vinculado a la figura del Hades de la mitología grecorromana.
Jesús, cuando desciende a los infiernos, permite que los hombres y las mujeres virtuosos puedan ir al Paraíso, de manera que su sacrificio significa su triunfo sobre la muerte. Del mismo modo, en este evangelio aparecen las figuras de Sheol-Hades y Satán de forma diferenciada, teniendo una conversación sobre qué pueden hacer para evitar que esa nueva figura que ha aparecido les arrebate el poder del que gozan y el sustento que les proporcionaban los muertos. Recordaban incluso la figura de Lázaro, que había sido arrebatado de sus garras a la fuerza. Sin embargo, finalmente, reconocen la imposibilidad de conseguir vencerle y se rinden a su poder.
Evangelio de Pedro
Por otro lado, también encontramos el llamado evangelio de Pedro. Los restos de este evangelio que nos quedan describen la Pasión y muerte de Cristo.
Contiene algunos puntos muy similares a los evangelios canónicos, pero también sustanciales diferencias que hicieron que fuera declarado herético ya en el año 200. En él encontramos cómo la responsabilidad de la condena de Jesús recae únicamente en Herodes y los judíos y no en Poncio Pilato, que se desentiende del asunto.
Asimismo, este evangelio sugiere que Jesús no tenía una parte mortal, sino que era totalmente divino, por lo que no sufrió ningún dolor ni murió en la cruz, sino que, aprovechando un momento de oscuridad (vinculada al eclipse que la tradición indica que tuvo lugar en el momento de la muerte de Cristo), Dios se lo llevó a su lado, por lo que no fue crucificado sino que dio esa impresión a los testigos del evento sin llegar a corresponderse con la realidad.
Además, este evangelio indica que fue llevado a los cielos en ese momento, lo que reflejaría que Jesús no ascendió a los cielos tres días después, como indican los canónicos, sino desde la misma cruz.
Además, este evangelio aparece repleto de elementos simbólicos y sobrenaturales, pues, entre otros elementos, la cruz de la crucifixión aparece descrita con rasgos antropomorfos, pues puede hablar y moverse a voluntad e incluso se representa volando por encima de la tumba donde dejan el cuerpo de Cristo.
Por último, también trata de quitar culpa a los seguidores de Jesús, que no dijeron nada para defenderle mientras estaba siendo enjuiciado y condenado, diciendo que estaban siendo buscados para ser acusados de intentar incendiar el templo, por lo que no podían revelarse, perdonándoles de la deslealtad que podían haber cometido contra Jesús al no ayudarle.
Estos dos evangelios no son las únicas fuentes no canónicas que describen la Pasión y muerte de Jesús, aunque sí los más importantes.
También tenemos testimonios del desaparecido evangelio de san Bartolomé, el Pseudo-Cirilo de Jerusalén y, fuera de la tradición cristiana, el Corán, que también refleja su propia versión sobre la pasión y muerte de Jesucristo.
-Para saber más: La mayoría de los evangelios apócrifos han sido editados en multitud de ocasiones. Aunque hay muchas ediciones muy recomendables, destaca especialmente la reciente recopilación realizada en tres tomos de Edmundo González Blanco, publicada por la editorial Ibéricas en el año 2012.
Sobre los estudios relacionados con los evangelios y los textos apócrifos desde el punto de vista filológico e histórico, destaca la labor de Antonio Piñero quien, entre la multitud de libros que tiene acerca de estos temas, ha dedicado varias obras a la recopilación y comentario de los textos apócrifos (tanto del Nuevo como del Antiguo Testamento) y publicó en el año 2008 específicamente sobre el tema que nos ocupa un libro con el título “La verdadera historia de la Pasión según la investigación y el estudio histórico”.
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