Otto von Bismarck y el proceso de unificación de Alemania
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Otto von Bismarck y el proceso de unificación de Alemania son uno. Es la figura decisiva en esta etapa de la historia alemana, pero también de la política mundial.
Bismarck, hombre que supo conjugar su pertenencia a la aristocracia con su educación cosmopolita, fue sin lugar a dudas el más famoso representante de la Realpolitik, y árbitro de la política europea desde la década de 1870.
Mira a Bismarck y otros personajes de la Historia en movimiento
Durante sus primeros años de gobierno, Bismarck centrará su política internacional en la rivalidad con Austria por el control de los Estados alemanes.
De esta manera, pronto se crearán dos zonas de influencia: la del norte, bajo el patrocinio prusiano, y la del sur, dependiente de los austríacos.
Sin embargo, esa rivalidad llegará también al campo ideológico, convirtiéndose Prusia en la defensora de la idea de “Pequeña Alemania”, y Austria en la de la “Gran Alemania”. inalmente, pocos años antes de que estallase la guerra austro-prusiana, Prusia conseguirá hacerse con el control del Zollverein (unión aduanera de los estados alemanes), tomado así ventaja sobre su rival.
La cuestión de los ducados daneses
La compleja situación de los ducados de Schleswig, Holstein y Lauemburgo, fundamentalmente de población alemana, pero sometidos al poder de Dinamarca, se convirtió en el punto de partida de la política de unificación bismarckiana..
En 1848, Federico VII, dio una Constitución común a Dinamarca y a Schleswig. Esto causó un enorme malestar entre los alemanes de los ducados, que crearon un gobierno de exilio en Kiel. Esta protesta contó en un primer momento con el apoyo de la Confederación Germánica y de Prusia.
Sin embargo, ante las protestas internacionales, sobre todo de Rusia e Inglaterra, los prusianos abandonaron su postura ofensiva.
Finalmente se concertó un armisticio en Malmö, al que la Confederación, impotente ante la falta del respaldo militar prusiano, acabó por adherirse en septiembre de 1848.
Interesante documental sobre la Alemania de Otto von Bismark
Tras la muerte sin descendencia de Federico VII, subió al trono su primo Cristián.
Los alemanes vieron en esto la ocasión para reclamar los ducados, ya que en teoría estos solo pertenecían al anterior rey y a su línea sucesoria. El nuevo monarca no cedió a las pretensiones germanas.
Ante esta situación la Confederación se movilizó, reclutando una milicia voluntaria, mientras Austria y Prusia mostraban una postura más moderada: exigían simplemente el respeto de la libertad ducales.
Finalmente Prusia intervino con intención de anexionar estos territorios, obligando los austríacos a tomar partido, pues estaba en juego su prestigio.
En 1864 ambas potencias enviaron conjuntamente un ultimátum a Dinamarca, que fue ignorado por su monarca.
Una guerra de seis semanas
Estalló así una guerra que duró apenas seis semanas (entre marzo y abril). La rendición danesa, que contribuyó a incrementar el prestigio de Prusia, se plasmó en el Tratado de Praga (octubre), en virtud del cual Dinamarca se veía obligada a ceder Holstein a Austria y Schleswig a Prusia, quedando estos dentro del Zollverein.
Tras el fin del conflicto con Dinamarca, la rivalidad entre Prusia y Austria volvió a alcanzar los niveles de los meses anteriores a la guerra.
En esta ocasión, los roces vinieron por la cuestión del paso austríaco a su ducado.
La tensión creció hasta tal punto que, cuando Bismarck presentó un proyecto de reforma de la Confederación Germánica (abril de 1866), Austria, para mantener su prestigio, no tuvo más remedio que rechazarlo
En esta situación, la diplomacia prusiana comenzó a realizar hábiles movimientos para ganarse el apoyo internacional y de los distintos Estados alemanes. Así, se presentaba ante estos últimos como una potencia moderna y liberal, contraria al absolutismo austríaco. Además en el marco internacional no tardó en ganarse la alianza de Piamonte y Francia en caso de conflicto con Austria.
La oposición austríaca a las proposiciones prusianas, que llegó hasta la misma Dieta Confederal, obligó a Bismarck a dar por cancelados los acuerdos de 1865. El siguiente paso que dio el canciller prusiano fue movilizar el ejército y ocupar los ducados en disputa.
La guerra austro-prusiana
Entre el 1 y 21 de mayo de 1866 se produjo un curioso intercambio de ultimátums entre las dos grandes potencias con el fin lograr una paz de última hora. Sin embargo, el 12 de junio, Austria rompía sus relaciones con Prusia y movilizaba sus tropas. A esta declaración de guerra austríaca se unieron inmediatamente los Estados alemanes del sur, Hannover y Hesse.
Así dio comienzo una guerra que tenía como fin reestructurar el mapa y el equilibrio centroeuropeo; y lo haría según los planes de Bismarck. La superioridad militar prusiana se hizo patente desde el primer momento con sus victorias sobre los Estados alemanes.
Sin duda, la batalla decisiva de la guerra fue la de Königgrätz (3 de julio), donde los ejércitos austriacos fueron derrotados por la ya nombrada superioridad militar prusiana. Tras esta victoria, el camino a Viena quedó abierto para el ejército de Prusia, no quedándole otra opción a Austria que pedir el armisticio (21 de julio).
En virtud del Tratado de Praga, Prusia se anexionó Hannover, confirmó su dominio sobre los ducados en disputa y adquirió los ducados de Hesse-Cassel y Nassau. Además, afianzó su control sobre la ciudad de Frankfurt. También hay que destacar entre las consecuencias de la guerra, la consolidación de la preponderancia prusiana en el norte germano.
En esos territorios se estableció, bajo la presidencia de Guillermo I, una estructura supranacional con Constitución (17 abril 1867), Consejo Federal y Parlamento elegido por sufragio universal masculino.
La guerra franco-prusiana
El dominio del II Imperio francés sobre Europa se había ido resquebrajando durante la década de 1860 por causa de la ambiciones italianas, el proyecto prusiano del II Reich, y el descalabro de la expedición imperial a México.
En esta situación, el futuro de los Estados alemanes del sur, que giraban en torno a la órbita parisina, pasaba a estar en manos de la potencia que pudiera desplazar a Francia en ese papel de predominio.
Además, toda esta tensión entre potencias se acrecentada por las aspiraciones francesas a Bélgica y Luxemburgo, y la posibilidad de que un Hohenzollern se sentase en el trono español.
Con el fin de lograr un apaciguamiento, Prusia retiró su apoyo a la coronación de un Hohenzollern en España. Pero las siguientes exigencias de Napoleón III recibieron la negativa del káiser, y supusieron, por tanto, la movilización militar francesa.
La superioridad militar alemana, tanto en número de hombre, como en armamento y organización, decantó la guerra a favor de la monarquía de Guillermo I. Tras ser derrotado en Sedan (1 septiembre de 1870), el gobierno y el II Imperio francés se desplomaron, proclamándose el 4 septiembre la III República.
Un breve periodo de resistencia en medio del caos inicial de la República, fue seguido por la firma de la paz de Frankfurt (10 de mayo de 1871). En este tratado los vencedores establecieron unas condiciones moderadas: pago de una indemnización de guerra, derecho de Alemania a ser tratada como la potencia más favorecida, y anexión de Alsacia y Lorena al II Reich.
En definitvia, tras dos duras guerras contra grandes potencias, Bismarck proclamaba el II Reich en el palacio Versalles, con Guillermo I como emperador.
El fin de la unificación alemana
A lo largo de 1867, Bismarck expresó en numerosas ocasiones su deseo de unificar, aduanera y militarmente, Prusia con los Estados del sur de Alemania. No obstante, en todas esas ocasiones dejó claro que esto no se llevaría a cabo por la fuerza, sino que dependería de la decisión libre de los alemanes.
En 1868, los diputados alemanes del sur se declararon abiertamente contrarios a la unión política con Prusia y el norte de la Alemania. Esto no impidió que el canciller prusiano lanzase una campaña propagandística en pro de la unión.
De esta manera, aunque entre 1869 y 1870 se observó un resurgimiento de los sentimientos particularistas en el sur, ganando enteros los partidarios de la no integración, el territorio alemán acabaría unificándose bajo la batuta de Prusia.
Sin duda, las victorias militares sobre Francia y las dotes persuasivas de Bismarck, que convenció uno a uno a los príncipes y monarcas alemanes, fueron decisivos para esta unificación.
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