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Nos es imposible determinar quién fue el primer espía de la Historia. Quizá lo fuera aquél hombre o mujer de la prehistoria que, vigilante, observaba a las tribus rivales.
Observaba sus avances, sus descubrimientos, para apropiárselos. Este hecho, el que unos clanes se copiaran de otros -la rueda o el fuego, por poner dos ejemplos-, es para los historiadores una clave para que la humanidad progresara.
Si bien, estos hechos no nos tienen porqué situar exactamente en el arte del “espionaje”. Pero la Historia ha registrado a unos primeros espías. Conozcámoslos…
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Los primeros espías en el Antiguo Testamento
Así las cosas, los primeros espías, o el primer episodio de espionaje como tal, lo hallamos escrito en el Antiguo Testamento. Para ello, viajamos doce siglos antes del nacimiento de Jesucristo, a los tiempos en los que Josué (sucesor de Moisés a la hora de dirigir a los israelitas a la Tierra Prometida) quiere conquistar Jericó, ciudad del valle del Jordán situada a unos ocho Kilómetros del mar Muerto y a unos treinta de Jerusalén.
Fue el propio Josué quien encargó a dos de sus lugartenientes (de los que se desconoce el nombre) que marcharan desde la posición que ocupaban, Sittim, hasta Jericó para estudiar, para investigar, la mejor estrategia militar que habrían de plantear con objeto de invadir la importante ciudad.
Los emisarios emprendieron el viaje y llegados a la ciudad buscaron cobijo en la casa de una prostituta de nombre Rahab.
Desconocemos la hospitalidad que ofreció esta mujer, sí que ha quedado escrito que Rahab ayudó a ocultarse a ambos hombres, ya iniciada su búsqueda. En uno de los pasajes de la historia, la meretriz se vio obligada a esconder a los dos emisarios en la azotea, bajo unos fardos de lino.
Como pago por la ayuda prestada, los espías le prometieron que respetarían su vida y la de los inquilinos de la vivienda.
De tal modo que la indicaron que descolgara una cuerda roja sobre la fachada para que todos los soldados supieran que esa casa no había de ser devastada. Y así sucedió.
Tres días después de que los emisarios regresaran a informar a Josué, su ejército cruzó el río Jordán, entrando en la ciudad de Jericó que quedó arrasada.
Eso sí, respetaron la vida de Rahab. Como curiosidad podemos apuntar que en el año 1989, poco antes de que cayera el Muro de Berlín, en la República Federal de Alemania se llamó Rahab a una organización de inteligencia creada contra la incipiente piratería informática.
Dalila, la Primera Mujer Espía
De la misma época, del siglo XII antes de Cristo, es la historia de Sansón y Dalila.
Se cuenta en el Libro de los Jueces cómo los judíos vivían sometidos ante los filisteos y cómo en la tribu de Dan vivía Sansón (padre) junto a su esposa, que era estéril.
En un sueño, Sansón, vio como un ángel se le aparecía diciéndole que tendría un hijo, de extraordinaria fuerza y cuya vida estaría destinada a realizar grandes hazañas para su pueblo.
El ángel indicó que ese hijo debería dedicarse al culto de dios y que para no perder sus “poderes”, no debería cortarse el pelo ni la barba y debería abstenerse de beber alcohol.
Los filisteos comprobaron con pavor la fuerza de Sansón, de quien se dice mató a mil de ellos con la quijada de un asno.
También circulaba la historia que contaba cómo había matado a un león, despedazándolo literalmente.
Fue a partir del conocimiento por parte de los filisteos del amor que profesaba Sansón a Dalila cuando aquellos urdieron un plan en el que involucraban a la también filistea.
En realidad, Dalila fue la tercera mujer que ponía en problemas.
Sea como fuere, Hanún el rey filisteo tenía como propósito conocer el secreto de la fuerza de Sansón.
Siguiendo las indicaciones reales, Dalila tras varios intentos obtuvo del forzudo israelita el conocimiento de dónde residían sus poderes.
Así es que, tras conocerlo solo tuvo que esperar a que estuviera dormido, cortarle el pelo y llamar a la guardia para que le redujesen.
El calvario de Sansón comenzó en ese momento, cuando traicionado por la bella espía es puesto a disposición del enemigo, que le quemó los ojos dejándole ciego. Además se le condenó a dar vueltas a una muela de molino.
La venganza de Sansón vino cuando fue expuesto, con motivo de la fiesta en honor del dios Dagón, en el mismo templo que albergaba a unos tres mil filisteos.
Con el pelo algo crecido, Sansón comenzó a mover las columnas hasta reducirlo a escombros. Pereciendo él y todos los que allí se encontraban.
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