La película sobre el controvertido George W. Bush, dirigida por uno de sus mayores críticos, Oliver Stone, pasó bastante desapercibida cuando se estrenó allá por el año 2008, tal vez fuera debido a las prisas de un Oliver Stone deseoso de terminar la obra a tiempo para su coincidencia con las elecciones estadounidenses de aquel año entre Barack Obama y John McCain.

Con ambos candidatos haciendo esfuerzos por distanciarse del saliente presidente Bush, no quedó demasiado claro si consiguió influir en el electorado o si esa era su intención.

W Bush de Oliver Stone

W Bush de Oliver Stone. Cartel película

Oliver Stone, contestatario y provocador

El caso es que Oliver Stone lleva tiempo postulándose como uno de los cineastas más contestatarios y provocadores de Hollywood.


Posicionado ideológicamente en la izquierda socialista, tocante al comunismo, desde su traumática experiencia en la Guerra de Vietnam, el director neoyorquino ha escrito guiones de grandes obras como El expreso de medianoche y El precio del poder, ha filmado películas interesantes como Platoon o Nixon (de la que hablaremos en próximos artículos), documentales panfletarios como Comandante o la más reciente Al sur de la frontera, obras polémicas como JFK: caso abierto (sobre Kennedy y su asesinato, alentando la teoría de la conspiración) y algún que otro bodrio como World Trade Center o Alexander.

El enfoque de Oliver Stone sobre George W Bush

Pero en W. Stone da lo mejor de sí. Por un lado, intenta explicar la vida y personalidad del presidente George W. y, por otro, cómo influyó esa forma de ser en los principales hitos de su presidencia.

Y a pesar de la conocida adscripción política de Stone, W. se plasma desde un prisma humano, centrado en la persona, y no desde un punto de vista satírico, propagandístico o de análisis político.

Lo que no quiere decir que no haya crítica en la película, la hay y en abundancia pero es moderada, popularmente objetiva y, en general, bastante razonable.

La narrativa de W y su juventud descartada

La obra se desarrolla narrativamente mediante saltos temporales desde el presente – el mandato de Bush – hacia el pasado –los principales sucesos que marcaron su juventud.

Una juventud desnortada en la elitista Universidad de Yale, dónde pasó por la hermandad Skulls & Bones y marcada por sus gamberradas y su afición al Jack Daniel’s.

Oliver Stone

Oliver Stone

Esa vida disoluta junto a la falta de objetivos en la vida fueron las causas (quién sabe si consecuencias) de que fuera menos querido por sus padres que su hermano menor Jeb. Dicha sensación de ser infravalorado, unida a la imposibilidad de conectar con el distante carácter de su padre, con el que rivalizaría en lo sucesivo, serían los traumas que arrastraría George desde entonces.

En W. se tocan tenue, escueta, pero significativamente casi todos los hitos de la vida del protagonista.

Desde el encuentro con una bibliotecaria más bien progresista – Laura – que se convertiría en su fiel esposa, hasta su despertar político siempre a la estela de la carrera de su padre George, que llegaría a ser vicepresidente con Reagan y presidente del país desde 1989 a 1993; y de su hermano Jeb, que sería gobernador de Florida hasta 2007.

Dicha vocación por la gran política, acogida con escepticismo e incredulidad por su entorno, coincidió con el abandono de la bebida y con el renacer de su fe cristiana de la mano del predicador Billy Graham, que se convertiría desde entonces en su asesor espiritual, cual confesor del rey en la época moderna.

Uno de los mayores aciertos de la película es dibujar a Bush no como una caricatura sino como una persona extrovertida, habladora, divertida, y de trato fácil, cuyos gustos sencillos – su pasión por el béisbol, hacer deporte o la tendencia a poner apodos – le hicieron un personaje del pueblo, muy cercano a su electorado.

Bajo ese prisma centrado en el Bush campechano, se esconde una sutil crítica a un presidente ambicioso, de pocas aunque firmes ideas, muy poco sesudo, perezoso y algo infantil, que delegaba el grueso del trabajo en sus asesores y ministros mientras descansaba en su finca de Texas.

W de Oliver Stone

W de Oliver Stone. Cartel de la película

Así, en W. hay escenas con un toque de rara comicidad como aquel episodio en el que estuvo a punto de morir atragantado mientras engullía snacks viendo un partido por la tele, o aquel otro cuando Bush y todo su equipo de gobierno se perdieron durante un paseo por su finca texana mientras preparaban la invasión de Irak.

En esa misma línea se pinta un retrato verosímil sobre las reuniones de gobierno, con el vicepresidente Dick Cheney (que había sidoSecretario de Defensa con Bush padre) como cerebro y halcón de un equipo que contaba con miembros destacados como el moderado Colin Powell, el desconcertante Donald Rumsfeld, la eficaz Condoleezza Rice y el asesor presidencial Kart Rove.

Las  guerras en Afganistán y de Irak

Así se llega al asunto central de la administración Bush: la planificación de las guerras en Afganistán y de Irak, en general, tratadas con ecuanimidad y verosimilitud desde una perspectiva doble: la guerra como un asunto familiar para Bush (su padre había vencido pero no derrocado a Saddam Hussein, costándole la reelección) y también como un asunto de interés geoestratégico y económico del ala más belicista y manipulador del partido republicano, en unión con el poderoso complejo militar-industrial estadounidense.

Por otro lado, en W. hay sorprendentes omisiones, la más llamativa es la de todo el asunto del 11-S y cómo acrecentó el mesianismo en George Bush, aunque por otro lado, dicho solapamiento es entendible dada la especial sensibilidad norteamericana respecto al atentado; de igual modo apenas se toca el asunto de la corta y controvertida etapa empresarial en una compañía de extracción de petróleo y en el equipo de béisbol de Texas; tampoco la época de reelección, su política interna o su paso por el ejército del aire.

Concluyendo, W. es un retrato muy válido para comprender al cuadragésimo tercer presidente de los Estados Unidos, sus acciones, sus aciertos, su certeza de estar siguiendo la voluntad divina y, finalmente, sus errores, las decepciones, los soldados muertos, y el rechazo del pueblo americano al final de su segundo mandato.

(Spoiler)

Esto último es lo que se representa en la escena con la que finaliza la película, excelente metáfora que aprovecha el deporte favorito de Bush para escenificarlo y culminar de esa forma una obra absorbente, algo convencional y, sin lugar a dudas, entretenida y digna de ver.

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Daniel Garcia
Daniel García García. Nacido en Vitoria, aunque castellano de adopción, se licenció en la Universidad de Valladolid en las ramas de Historia y Literatura Comparada y Teoría Literaria. Actualmente trabaja en la Universidad de Sevilla.

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