👸 Cristina de Noruega: la princesa que vino del Norte 💁
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Existe una leyenda que atraviesa los campos de Castilla desde la época medieval, que habla de una princesa que vino desde la lejana Noruega para morir de melancolía en la recientemente reconquistada Sevilla.
Su nombre fue Cristina Hákonsdatter, Cristina de Noruega, hija del rey Haakon IV de Noruega y la Crónica de Alfonso X, fuente principal de la posterior leyenda sobre su figura, nos cuenta lo siguiente acerca de esta misteriosa princesa…
…Que vino a casar a Castilla desde los misteriosos países del Norte: que Alfonso X “el Sabio“, estando descontento porque su esposa, Violante de Aragón, hija de Jaime I el Conquistador, no le daba herederos para su trono tras años de matrimonio, decidió repudiarla y buscar una nueva esposa que le pudiera dar descendientes.
Teniendo esto en mente, envió una embajada a la corte de Noruega para pedir la mano de la única hija de Haakon IV el Viejo, la princesa Cristina, célebre en toda Europa por su belleza y virtud, buscando la fertilidad que se creía en la época que poseían las mujeres escandinavas.
El rey Haakon, halagado por la alianza que el rey Alfonso le ofrecía, ratificó el matrimonio y envió a su hija a la corte castellana para que se celebrase la boda, pero, cuando llegó a Castilla, saltó la noticia de que la reina Violante estaba embarazada, por lo que desaparecía la razón por la que Alfonso quería repudiarla. El soberano no quería perder la alianza noruega y ofreció a la princesa Cristina la mano de uno de sus cuatro hermanos, eligiendo ella el que más la complaciese.
Eligió Cristina al infante don Felipe, que fuera arzobispo de Sevilla y, como había sido acordado, se casaron, yendo el matrimonio a vivir a Sevilla tras los esponsales pero, enamorada secretamente del rey la princesa noruega y añorando su patria, murió de supuesta melancolía cuatro años después. Fue enterrada en el claustro de la colegiata de San Cosme y San Damián de Covarrubias.
Durante mucho tiempo, perdida su estela en la noche de los tiempos, se creyó que la princesa era sólo una invención procedente del romance castellano, pero en algún lugar entre esta leyenda y la realidad histórica reside la verdad de este personaje, cuya vida se encuentra intrínsecamente relacionada con uno de los acontecimientos más importantes de la historia universal y de España medieval.
¿Por qué el rey castellano, tan alejado de Noruega, tenía la necesidad de acordar una alianza matrimonial con Haakon IV?
El emperador Conrado IV había muerto en 1254, dejando solamente a un niño de corta edad, Conradino.
En el contexto del llamado Gran Interregno del Imperio, se le ofreció la corona alemana al rey Alfonso X de Castilla como miembro de una rama colateral de la dinastía imperial de los Staufen, al ser hijo de Beatriz de Suabia y nieto del rey de los Romanos Felipe de Suabia, por parte de la república gibelina de Pisa, que Alfonso aceptó sin apenas dudar en marzo de 1256. Pero no era el único candidato y su más poderoso rival era Ricardo de Cornualles, hermano de Enrique III de Inglaterra y cuñado del otrora emperador Federico II.
Alfonso X se proclamó rey de los romanos y emperador electo alzándose como paladín de los gibelinos, mientras su rival hacía lo propio como líder de los güelfos. El rey castellano necesitaba apoyos internacionales para conseguir hacerse con el control total, único y efectivo del Imperio, lo que podía pasar por conseguir el apoyo de la potencia báltica más poderosa de la época, es decir, por una alianza con el rey Haakon IV de Noruega.
Así, dentro de este contexto político, en el año 1256 se sellaría el compromiso de la princesa Cristina con uno de los hermanos del soberano a su elección, no con el propio rey como dice equivocadamente la leyenda, pues el matrimonio de Alfonso X y Violante de Aragón ya había tenido, en el momento de estas negociaciones, al menos tres frutos (Berenguela, nacida en 1253; Beatriz, en 1254; el heredero, Fernando, en 1255, y quizá tendrían también a Leonor, cuya fecha de nacimiento se sitúa en torno a 1256).
Con este acuerdo, ambos conseguían un importante apoyo que siempre dependería de la elección del rey Alfonso como emperador lo que, al no llegar nunca a producirse finalmente, hizo que las relaciones entre ambos reinos se cortaran durante varios siglos tras la elección definitiva como emperador de Rodolfo I de Habsburgo.
Poco tenía que decir la princesa Cristina, como el resto de las princesas de su época, ante un pacto político firmado y sellado, por lo que Cristina parte a Castilla en el año 1257 con una lujosa dote y acompañada por más de cien nobles y doncellas. Durante su viaje, la princesa pasa por Francia y luego por Aragón, donde se encuentra con el rey Jaime I el Conquistador.
El rey Jaime, entonces ya viudo de la reina Violante de Hungría, parece ser que se enamoró de la joven princesa de Noruega y mandó posteriormente una carta a su yerno Alfonso y a la misma princesa pidiendo que le concedieran a él su mano en vez de a uno de los hermanos del rey castellano, pero no se aceptó su ofrecimiento. Cristina llega finalmente a Palencia, donde fue recibida por el propio Alfonso X, con el que acude a Valladolid para elegir, entre todos los hermanos del rey, aquel que más le gustara.
En el momento de la llegada de la princesa Cristina a Valladolid, Alfonso tiene cuatro hermanos solteros entre los cuales la princesa (siempre con la aquiescencia del consejo que su padre ha hecho que la acompañara a Castilla) puede elegir.
Son estos los infantes Federico, el mayor de todos ellos, Enrique, que había llegado a rebelarse contra su hermano, por lo que su elección era desaconsejable, Sancho, arzobispo electo de Toledo, y Felipe, que había sido arzobispo electo de Sevilla y abad de Covarrubias, el menor de todos. Parece que Alfonso X sentía predilección por su hermano más joven, Felipe y, fuera por esta razón o por cualquier otra, fue éste finalmente el elegido por la princesa Cristina y su consejo. El matrimonio se celebró finalmente en Valladolid el día 31 de marzo de 1258.
El matrimonio se trasladó al palacio de Biorraguel en Sevilla. Poco más se sabe de ella; su vida debió ser solitaria, porque no se tienen referencias de que visitara la corte con asiduidad, siendo muy probablemente la barrera idiomática un problema al principio de su llegada.
Su nuevo marido pasaba la mayoría de su tiempo cazando o en la citada corte de Alfonso X, que pasaba largos periodos en la ciudad reconquistada por el rey Santo. Además, se tiene noticias de que Cristina hizo prometer a su marido que construiría una capilla o iglesia en honor a San Olav, el rey evangelizador de Noruega, pero no pudo ver cumplido este deseo en vida. Sin embargo, en el año 2011, la fundación Cristina de Noruega inauguró en Covarrubias una capilla dedicada a san Olav, cumpliendo el deseo que había expresado la princesa casi 800 años antes.
Pero su vida se extinguió casi tan rápido como el acuerdo entre su padre y su cuñado; la princesa Cristina murió pocos años después sin dejar descendencia de su marido Felipe, sin que sepamos la fecha exacta de su deceso ni donde ocurrió, aunque presumiblemente fue en Sevilla, ya que ese era el lugar habitual de su residencia y la fecha sería siempre anterior a 1269, cuando su marido ya aparece casado en segundas nupcias.
Su cuerpo fue enterrado en la colegiata de San Cosme y San Damián de Covarrubias; los expertos apuntan como posible causa de su muerte la de una meningitis por una receta que apareció en su tumba durante la exhumación de su cadáver en 1952, pero nada se sabe más allá del hecho de que no fue, como la leyenda se empeñó en difundir, una muerte por melancolía por la decepción que supuso no casarse con el rey.
Su memoria pronto se perdió y solo quedó presencia de ella en los romances desde los que entraría en la leyenda, que habla de una princesa de cuento de hadas que murió de melancolía en espera de un rey que nunca estuvo destinado para ella.
Una princesa de leyenda romántica que un día, en su tiempo, en su espacio y en sus sueños, fue real y cuyo recuerdo sigue vivo, aunque dormido, en una estatua y un sepulcro olvidados en el centro de los campos de Castilla, quizá soñando la Noruega que hace más setecientos años dejó atrás.
Para saber más:
-Las principales fuentes que hablan de la princesa son la Crónica de Alfonso X el Sabio (la edición más reciente es la de Manuel González Jiménez, editada por la Real Academia de Alfonso X el Sabio en 1998) y la saga del rey Haakon de Sturla Thordansen, que cuenta con una traducción al inglés con el título The Hacon Saga (traducida por sir G. W. Dasent, Llanerch press, 1997). La primera proporciona datos sobre la alianza matrimonial y la vida de la princesa en Castilla desde el punto de vista de la corte de Alfonso X, mientras que la segunda habla de todo ello desde el prisma de la corte originaria de la princesa.
-La historia de la princesa ha protagonizado varios trabajos de ficción entre los que destacan la obra de Juan Arroyo Conde titulada ‘Kristina, la flor de Noruega’ y la de Espido Freire, bajo el título de ‘La flor del norte’. Sobre su historia real, Juan Balansó le dedicó un capítulo de su conocido libro ‘Las alhajas exportadas’ y, si se desea obtener más información, se puede acudir ya a revistas y artículos especializados, como el de Miguel Ángel Núñez Beltrán “Cristina de Noruega y Felipe de Castilla: un matrimonio de alianza política en la Europa medieval” (Anuario de Hespérides, 17-18, año 2009-2010, pp. 127-136) y el artículo de Rufino Vargas Blanco En el séptimo centenario de la boda de una infanta de Noruega con un infante de Castilla. En torno a esta boda y al sepulcro de la infanta. Un acto conmemorativo que ha tenido resonancia internacional (Burgos, Instituto Fernán González, 1958. Se puede consultar aquí:
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