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Grandes Amantes de la Historia. Carlota de Bélgica y Maximiliano de México



La tragedia de la vida de Carlota y Maximiliano

Carlota de Bélgica y Maximiliano de México: A la sombra de la célebre pareja formada por Sissí y el emperador Francisco José (cuyas versiones más edulcoradas, entre las que destaca la saga protagonizada por Romy Schneider han convertido en una de las grandes historias románticas de la segunda mitad del siglo XIX), se encuentra el relato de la tragedia que protagonizó la vida de Carlota y Maximiliano.

Maximiliano de Habsburgo era uno de los hermanos del emperador Francisco José, mientras que Carlota era hija del rey Leopoldo I de los Belgas.

Inteligente, encantadora y bien versada en la etiqueta de la corte, fue prometida en matrimonio con su primo segundo Maximiliano.

El matrimonio fue muy afortunado en el ámbito personal, pues ambos se enamoraron rápidamente, quedando Carlota conquistada por el carácter idealista y aventurero del joven archiduque.


Carlota se fue a vivir a Viena con él, donde fue especialmente apreciada por su suegra, la famosa Sofía, que la comparaba a menudo con su cuñada Sissi, a la que apreciaba muy poco.

Sissi y Carlota apenas se podían ver

Esto hizo que Sissi y Carlota se convirtieran en grandes rivales, llegando a decir algunos de los visitantes de la corte vienesa que apenas se podían ver.

La pareja viajó mucho por Europa, pasando varios años en Italia como gobernadores, en nombre de Fernando José, de las zonas de Venecia y Lombardía.

Sin embargo, ambos deseaban tener una posición donde pudieran ejercer algo de poder efectivo y donde no se vieran sujetos a las directrices de Francisco José como verdadero monarca de los lugares donde tenían algún tipo de puesto.

Reinar en México

Esa posibilidad llegó en  la década de los 60, cuando el emperador Napoleón III realizó una intervención militar en México con la ayuda de Austria.

Deseoso de convertir México en un reino satélite con un gobernante que fuera su aliado incondicional, Napoleón III buscó por Europa un príncipe al que pudiera alzar como monarca en esa región.

Muchos le dijeron que no ante la inestabilidad política que reinaba en la región y el futuro incierto que le esperaba a todo aquel que aceptara tal posición.

Así, Napoleón se volvió hacia Maximiliano, presentándole esta Corona como una posibilidad de mejorar la vida de los habitantes del lugar y diciéndole que contaría con el apoyo tanto de sus tropas como de un grupo político conservador que le ayudaría a establecerse una vez allí.

Maximiliano tenía ciertas dudas, pero Carlota le animó y ambos, pensando que era su oportunidad para gobernar de forma efectiva, se embarcaron hacia México.

Maximiliano y Carlota coronados como emperadores en la catedral de México

Aunque fueron coronados como emperadores en la catedral de México el 10 de abril de 1864, la situación que se encontró la pareja en México no fue la que se imaginaban.

Pocas personas estaban al tanto de que iban a llegar dirigentes de Europa y muchas pensaban que solo eran títeres de Napoleón que no se preocupaban por sus nuevos súbditos, encontrándose muy pronto con una gran oposición.

Tanto Carlota como Maximiliano intentaron desde un primer momento controlar la inestabilidad política que reinaba en la región, luchando contra el ejército de Benito Juárez y ganarse el cariño de sus súbditos.

Sin embargo, la base del poder de Maximiliano se encontraba en el apoyo del ejército francés y cuando Napoleón III decidió empezar a retirar sus tropas de esas tierras, Maximiliano y Carlota prácticamente se quedaron solos frente a las tropas de Juárez.

Buscando ayuda infructuosamente

Carlota de Bélgica

Ante esta situación, Maximiliano decidió quedarse en México mientras Carlota viajaba hacia Europa para intentar conseguir que diversos dirigentes del Viejo Continente prestaran cualquier tipo de ayuda a su marido para que pudiera resistir.

Acudió a París para intentar enfrentarse a Napoleón III, el hombre que les había traicionado, pero no quiso verla.

También acudió a la Santa Sede para pedir ayuda al papa, pero no recibió más que buenas palabras.

Finalmente, llegó a Viena, donde Francisco José decidió no meter a su Imperio en una guerra lejana que solo le traería desgracias y no ayudó a su hermano.

Carlota estaba en Europa cuando se enteró de que su esposo había sido ejecutado por los hombres de Benito Juárez, habiendo defendido su imperio hasta el final.

Se dice que sus últimas palabras fueron para su esposa ausente, que se enteraría de su triste final poco después. Ese fue el golpe final para Carlota.

La emperatriz, que ya exhibía signos de paranoia y depresión  mientras viajaba por Europa sin conseguir la ayuda que necesitaba para su marido, cayó en un estado de profunda melancolía.

Su hermano, el príncipe Felipe, conde de Flandes, se hizo cargo de ella y los especialistas que la examinaron la declararon loca, lo que hizo que pasara encerrada en varios castillos el resto de su vida.

Carlota murió, rodeada de las posesiones de su marido, en 1927, más de cincuenta años después de su ejecución, al que nunca dejó de querer, pese a su locura.

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