En 2014 se conmemoró el 500 aniversario de la muerte de uno de los pintores más conocidos y admirados de la Historia del Arte español, Doménikos Theotokópulos ”.

Para celebrarlo, se restauraron varias de sus obras y se prepararon una gran cantidad de actos conmemorativos y exhibiciones centradas en su figura que recordaron tanto su vida como su maravillosa producción artística.

El centro neurálgico de las celebraciones relacionadas con este aniversario fue Toledo, la ciudad donde este pintor echó definitivas raíces en su madurez, tan lejos de la tierra que le vio nacer.

Este instruido artista, que viajó por media Europa cuando lo más normal era que la inmensa mayoría de la gente no saliera nunca de los lugares donde habían nacido y en el que todo su mundo se reducía a un espacio geográfico bastante pequeño, vivió una vida llena de aventuras antes de decidirse a establecerse en la importantísima ciudad de Toledo.


¿Dónde nació El Greco?

Doménikos nació en el año 1541 en Creta. Aunque se le llamara “El Greco”, en realidad era veneciano por nacimiento, ya que Creta llevaba perteneciendo a la poderosa República de Venecia desde el siglo XIII.

Pero, pese a estar bajo el dominio de esta importantísima república comercial, el lugar de nacimiento de nuestro pintor seguía siendo un núcleo importantísimo de la cultura y el arte post-bizantinos.

La cultura griega dominó sus años formativos y se crió bajo la religión ortodoxa que, según diversos expertos, profesaba su familia, aunque posteriormente se convertiría al catolicismo, como hacían la inmensa mayoría de los ortodoxos que se establecían en occidente, con el objetivo de encajar en una sociedad enormemente influenciada por la religión.

La cultura griega dominó sus años formativos y se crió bajo la religión ortodoxa

 

 

Se desconoce si El Greco continuó poniendo en práctica las costumbres religiosas de sus ancestros cuando se estableció en la Península, pero no tenemos ninguna prueba de que así fuera y, de hecho, todos los testimonios que se conservan, incluyendo su testamento, hablan de él como “un buen católico”.

Sin embargo, su primera formación que recibió en Creta haría que jamás olvidara las raíces de donde procedía.

Juventud

Durante su juventud, se formó como pintor de iconos, recibiendo también formación relacionada con la cultura clásica tanto griega como latina y dominando técnicas artísticas tan importantes como el dorado, al mismo tiempo que también  entraba en contacto con el arte europeo gracias a la privilegiada posición de Creta como punto de conexión entre Oriente y Occidente.

El Greco retrato

Sin embargo, dada la gran cantidad de artistas que había en Creta cuando Doménikos era joven (se calcula que había más de doscientos pintores en la zona durante el siglo XVI, llegándose a organizar en un gremio de gran importancia), poco después de conseguir su título de maestro decidió probar suerte en otros lugares y ampliar su experiencia al mismo tiempo que mejoraba su formación.

Italia, el centro artístico más importante del siglo XVI, fue su primera parada. Doménikos se estableció en Venecia durante varios años, para luego pasar a Roma, donde entró en contacto con la élite de la ciudad, trabajando para personajes tan importantes como el cardenal Alessandro Farnese y Fulvio Orsini, entre otros.

Tratando de distinguirse entre la feroz competencia artística que existía en la Ciudad Eterna, el Greco empezó a exhibir ese estilo tan característico por el que hoy se le conoce, mezclando su primera formación de base bizantina con las técnicas de la escuela veneciana que había adquirido cuando se estableció en Venecia.

El Greco, Felipe II y el Monasterio de ‘El Escorial’

Sin embargo, mientras el triunfo le seguía evadiendo en Roma, escuchó que el rey Felipe II estaba construyendo su gran palacio-panteón de San Lorenzo El Real de ‘El Escorial’ y que estaba reclutando a reputados artistas de todas las especialidades conocidas para decorarlo.

Así, pensando que la decoración  que estaba realizando un rey tan conocido por su mecenazgo y su amplia cultura artística como era Felipe II podría ser la gran oportunidad que necesitaba, Doménikos dejó atrás Roma y se embarcó hacia la Península Ibérica.

Sin embargo, la puerta de la gran fábrica de El Escorial no estaba abierta para todos los artistas que llegaban y Doménikos se estableció en primer lugar en Toledo, una de las ciudades más importantes de Castilla, donde empezó a trabajar.

Gracias a las amistades que había forjado en Roma, entró en contacto con Benito Arias Montano, el gran humanista responsable de la famosa Biblioteca del Monasterio de ‘El Escorial’ y persona muy cercana a

Felipe II, que le ofreció la oportunidad que estaba buscando para presentarse ante el rey e intentar impresionarle para conseguir su favor y un puesto en su corte.

Por su mediación y gracias también a la fama que le habían reportado las pinturas que había realizado en Toledo, consiguió dos encargos por parte del rey: “La Alegoría de la liga Santa” y “El Martirio de San Mauricio”.

Sin embargo, Felipe II no dio su visto bueno a estos cuadros; dado que los conservó y puso “El Martirio” en una de las capillas laterales de la Basílica, es posible que privadamente no rechazara totalmente el estilo que exhibía El Greco, pero no tenía nada que ver con las ambiciones contrarreformistas y propagandísticas que tenía para su amada fábrica.

No puso este cuadro en el altar mayor de la Basílica, lugar donde estaría destinado en un principio y donde esperaba su autor que se exhibiera y nunca más volvió a hacer ningún encargo al Greco. Por lo tanto, las esperanzas que había albergado al llegar a la Península desde Roma quedaron rotas.

Jorge Manuel, el único hijo de EL GRECO

El Greco volvió a Toledo, donde había alcanzado una importante fama con  sus encargos anteriores y donde se le recibió como a un gran artista a su vuelta de su experimento cortesano en 1577. Convertido en el pintor más importante de la ciudad sin discusión y en el preferido tanto de la oligarquía civil como de la religiosa, El Greco decidió establecerse allí permanentemente.

Allí conocería a Jerónima de las Cuevas, que fue la madre de su único hijo conocido, Jorge Manuel, que nació en 1578, aunque, hasta el momento, no tenemos noticia de que se llegaran nunca a casar.

Jorge Manuel se convirtió en el heredero, tanto material y como artístico, de su famoso padre, aunque después de la muerte de su progenitor se dedicó fundamentalmente a la arquitectura.

Los últimos días de EL GRECO

El Greco murió el 7 de abril de 1614, mientras trabajaba en los últimos trabajos que le habían encargado en el precioso Hospital Tavera de la Ciudad Imperial. Había vivido 73 años y se había convertido en un hombre rico y respetado dentro de los límites de la ciudad donde se había establecido.

A su entierro en la iglesia de Santo Domingo el Antiguo, asistieron las autoridades más importantes de la ciudad y una gran cantidad de amigos y conocidos que le habían apreciado tanto a él como a su arte.

Sin embargo, a su muerte, El Greco, que tanto había viajado y que no había conseguido el éxito internacional y cortesano que tanto había deseado, nunca pudo imaginar que acabaría convirtiéndose, con el paso de los siglos, en uno de los pintores más famosos y alabados de todo el mundo, como lo es en la actualidad.

El unánime reconocimiento internacional que ha cosechado a tenor de su aniversario es la prueba más importante de que, siglos después de su fallecimiento, alcanzó la importancia que tanto ambicionó en vida.

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Rocio Martinez
Madrid, 1988. Licenciada por la Universidad Complutense de Madrid y graduada en el máster de estudios avanzandos de Historia Moderna "Monarquia de España Siglos XVI-XVIII, de la Universidad Autónoma de Madrid. Ha trabajado como asesora de cine y autora de diversos estudios sobre la historia de los siglos XVI y XVII.

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