En Actually Notes no solíamos prodigarnos en la escritura de artículos de opinión, al menos hasta hace poco tiempo. Ya sobre nuestras páginas hemos trabajado tratando de explicar(nos) cómo surgió el movimiento social más importante hasta ahora conocido con El 15M y las redes sociales o con 15M, Indignados, la primera revolución abstracta, por citar ejemplos recientes.
En cualquier caso, es difícil resistirse a no escribir sobre un tema tan candente y que está revolviendo las tripas -quizá, nunca mejor dicho- de medio mundo y del mundo mundial internáutico y globalizado.
Por edad, soy consciente de que en este momento toda una generación de seres humanos de los cinco continentes tiene un concepto de las cosas muy diferente al de sus mayores, algo connatural y eterno.
En este caso se trata de una generación que nació con muchos canales de televisión al alcance, ya en color, por supuesto; con ordenadores en el hogar y aparatos inalámbricos de todo tipo, así como una fuente inagotable de estímulos, interrelaciones diferentes a las de sus mayores y expectativas que necesitan de un gran surtidor capaz de soportar las altas dosis de adrenalina de su juventud y de la velocidad de los nuevos tiempos.
Una generación que cree que en Internet todo es gratis
Es esa misma generación que ha interpretado, porque así se ha ido conformando social y culturalmente, que INTERNET ES GRATIS. Este concepto en mayúsculas, tan simple y real, es el que ha hecho reaccionar de forma lógica contra la medida, que es una contundente advertencia a navegantes, del cierre de Megaupload y la detención de sus administradores.
INTERNET ES GRATIS, suponía esa nueva generación con el acierto de la experiencia. Navegaban “gratis” por la red buscando información para sus trabajos de clase, navegaban “gratis” por la red buscando cualquier tipo de dato que requirieran, porque en “Internet está todo”. Además, buscaban el entretenimiento, viendo películas, series de televisión, escuchando música, descargándola. Lo podían obtener “gratis” y así lo hacían.
¿Y qué decir del resto? Bueno, el ser humano, tenga la edad que tenga, se acostumbra a lo bueno de forma fácil y rápida. Y nadie, salvo esa excepción que confirma la regla y las empresas perjudicadas, expresó su opinión en contra. Todos nos aprovechamos de la circunstancia. Total, ES GRATIS, pensamos con la certeza de la experiencia.
Ahora, toca explicar que lo que era gratis, en realidad no lo era tanto. Para los que nacimos con dos canales de televisión e incluso la vimos en blanco y negro en nuestra tierna mocedad, sin móviles y sin usar el término download de forma tan corriente, nos será algo más sencillo de encajar. Para los más jóvenes, no.
El tema, finalmente, se reduce al entendimiento de conceptos. Los más jóvenes creen que les han robado la libertad, término que nunca andará en desuso. Les han quitado algo que era “suyo”.
Daba igual que un tipo fornido, alemán de origen y forrado hasta las trancas, lo estuviera fraguando desde una lujosa mansión en el confín del planeta.
O que los autores perdieran ingresos al no percibir dinero sobre el uso y disfrute de su trabajo, siempre traducido en royalties. Incluso, daba igual, que las grandes multinacionales compradoras de los derechos de explotación estuvieran viendo mermados sus ingresos.
Y tanto para esa joven generación como para el resto, el concepto de robo estaba descartado. Prácticamente nadie que viera una serie de televisión en streaming pensaba que le robaba nada a nadie.
Sus manos, como mucho, habían tocado veinte inocentes teclas de su ordenador para llegar al fin deseado. No había que huir de la policía ni de los detectores de metal en el arco de salida de ningún establecimiento.
El problema, quizá se podría resolver enmendando una cuestión de principios y conceptos. Conceptos que se han trasladado erróneamente a una sociedad en crisis, término no referido a cambio, sino a desastre.
Mientras exista la hobbesiana idea de capitalismo, el Estado, el Leviatan, deberá salvaguardar la propiedad privada. Y, visto lo visto, el Leviatan es Estados Unidos, única nación capaz de parar lo que otras venían lloriqueando en forma de Ley Sinde.
Seamos serios, un DVD en España es caro. Sin analizar cuánto percibe el autor de una propiedad intelectual, o que los ingresos de la multinacional de turno aparezcan como excesivos en la odiosa comparación de nuestros sueldos.
Pero, por injusto que esto sea, no era lógico que viéramos en las pantallas planas de nuestros ordenadores el estreno de una película grabada en el propio cine.
Con los sonidos inadmisibles del micrófono que no encuentra su lugar en el oscuro hurto. Ni era lógico que si un autor no quisiera, tuviéramos su trabajo en forma de mp3, divx o dios sabe qué extensión abreviada.
En Internet, historia de un negocio, contábamos cómo se enfadaron los primeros internautas que recibieron el que se considera primer anuncio en la red.
Fue obra de dos abogados que enviaron un anuncio ofreciendo sus servicios a 5.000 grupos de noticias. Cuando esa fuente de comunicación en Internet era primordial. 20.000 personas contestaron interesadas por el ofrecimiento. 30.000 protestaron con vehemencia. Creían, en su mayoría, que la publicidad no tenía cabida en su medio.
Cuando les amenazaron de muerte, a los abogados me refiero, dejaron de enviar mensajes publicitando sus servicios. ¿Quiénes son esas 30.000 personas hoy en día? Les dejo que respondan a esa pregunta ustedes mismos.
Por cierto, y para terminar, ¿Vieron la mansión del dueño de Megaupload? Ya se encargaron de mostrarnosla los chicos de la prensa llevados hasta allí de la mano de los chicos del FBI.
Hasta nos ofrecieron con todo tipo de detalles el llamativo Cadillac rosa y las esperpénticas muestras de nuevo rico de dotcom, o como demonios se quiera hacer llamar, embadurnado en Moet & Chandom bajo las burbujas gorgojeantes de un jacuzzi. Un final de película, sin necesidad de descargarla “ilegalmente”, de película mala, pero de película.
¿Qué te ha parecido?
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