Icono del sitio Actually Notes Magazine

Los Trastámara: la dinastía ilegítima de la que descendía Isabel la Católica

Isabel I “la Católica” es, sin discusión, una de las principales figuras de la Historia, no solo de España, sino también del Mundo. Personaje en plena recuperación para el gran público gracias a la magnífica serie “Isabel”, sus grandes triunfos y su gran poder político han atraído a estudiosos de toda índole a intentar averiguar más sobre la vida y reinado de este portentoso personaje.

Sin embargo, sus comienzos en el gobierno estuvieron marcados por la sombra de la ilegitimidad.

Esto ocurrió no solo por su conocido enfrentamiento político-militar con su sobrina, la conocida como Juana “la Beltraneja”, que implicó que Isabel tuvo que defender con todos los medios a su alcance la idea de que ella era la legítima sucesora al trono de Castilla, sino también porque la misma dinastía de la que descendía era de origen bastardo, un hecho que todavía no se había olvidado cuando la famosa reina ciñó la corona, menos de un siglo después de los hechos que vamos a relatar a continuación.


Te va a interesar:


Los hijos ilegítimos de Fernando el Católico: entre la Corona y la Iglesia


El rey Alfonso XI de Castilla

El rey Alfonso XI de Castilla (1311-1350) fue un rey conocido principalmente por personificar un destacado periodo de estabilidad en la corona castellana después de un conflictivo  periodo de regencia durante su minoría de edad, fortaleciendo el poder real y protagonizando diversos enfrentamientos con los musulmanes,  a los que derrotó en la famosa batalla de El Salado y que llevó los límites de Castilla hasta Gibraltar, su máxima expansión hasta la fecha.

Pero este rey también fue conocido porque tuvo durante veinte años una amante,  Leonor de Guzmán, con la que formó una familia paralela a la legítima  y que llegó a ser, durante la vida de su augusto enamorado, más poderosa que la reina legítima, la esposa de Alfonso, María de Portugal.

Alfonso XI llegó a tener diez hijos con ella, a los que otorgó diferentes títulos, territorios y mercedes, antes de morir de repente en el sitio de Gibraltar víctima de la peste negra.

Dejaba como sucesor a su único hijo legítimo, Pedro I, todavía muy joven, bajo la tutela de su madre, que no tardó en  granjearse su venganza contra la amante de su difunto marido mandándola encarcelar cuando viajaba en el cortejo fúnebre del monarca y haciéndola ejecutar apenas un año después, en 1351.

Pese al triste destino de su madre y la desconfianza con que les consideraban tanto María de Portugal como el propio Pedro I, los hijos ilegítimos del rey se convirtieron en personajes muy importantes dentro de la nobleza castellana del momento y en claros elementos desestabilizadores durante el reinado de Pedro I, protagonizando frecuentes rebeliones y luchas contra el poder real encarnado  por su medio hermano.

Entre todos, el mayor de los hijos supervivientes de Alfonso XI y Leonor de Guzmán, Enrique, llamado de Trastámara por el nombre del condado que le había otorgado su padre antes de morir, empezó a ganar una creciente relevancia y aunar adeptos a su alrededor, convirtiéndose en un foco de poder alrededor del cual empezaron a gravitar la creciente cantidad de enemigos de Pedro I.

Los enfrentamientos entre Pedro I y su rebelde hermano se fueron haciendo constantes y cada vez más sangrientos a medida que avanzaba su reinado. Hasta tal punto se hizo violento su enfrentamiento, que Pedro I llegó a hacer matar a su medio hermano Fadrique en 1358.

En los años 60, después de años de enfrentamientos, Enrique y sus partidarios fijan como su objetivo principal destronar a Pedro I y coronar rey a Enrique.

Con tropas de mercenarios bajo su mando y con la ayuda militar del rey de Aragón, enemigo de Pedro I, Enrique entra en Castilla desde su exilio francés y se autoproclama rey en Calahorra en 1366. Pedro I reacciona airado, pero muy pronto medio reino se encuentra bajo su obediencia.

Guerra civil

Empezó una verdadera guerra civil entre los partidarios de uno y otro hermano hasta que sus tropas se encontraron en la que sería la batalla definitiva cerca del castillo de Montiel.

Las tropas  de Pedro I sufrieron una grave derrota. Pedro I se encerró en el castillo de Montiel, que no  tardó en ser sitiado por Enrique. El todavía monarca castellano no se acobardó y empezó a planear su fuga, mientras iniciaba un acercamiento con el bando enriqueño a través de uno de sus más fieles servidores.

Pero Enrique no le iba a dejar escapar. El famoso caballero francés Bertrand du Guesclín, que militaba en el bando de Enrique, ideó una estratagema que le haría pasar al terreno de lo legendario: fingiendo que iba a favorecer la fuga de Pedro hasta un lugar seguro, convenció al monarca para que saliera del castillo de Montiel a escondidas  pero, en vez de conducirle a un lugar seguro, le llevó directamente a una tienda militar donde se encontró cara a cara con su medio hermano y enemigo, Enrique.

Los dos no saldrían vivos de allí.

El enfrentamiento cuerpo a cuerpo entre Enrique y Pedro

Decididos a saldar cuentas de una vez por todas, Enrique y Pedro, iniciaron una pelea cuerpo a cuerpo. Según la leyenda, Du Guesclín sujetó a traición por un pie a Pedro I mientras peleaba y Enrique aprovechó esta circunstancia para apuñalarle y darle muerte.

Enrique mutiló el cadáver de su opositor y se cuenta que paseó su cabeza, ensartada en una pica, por diversos lugares para demostrar que su victoria sobre su odiado medio hermano había sido completa.

Muerto Pedro I  de esta manera en 1369, Enrique ascendió al trono con el  nombre de Enrique II.

Sin embargo, el hecho de que fuera un hijo bastardo fue una fuente de preocupación para la recién instaurada dinastía durante mucho tiempo. Ante la desaparición de Pedro I, otros personajes que consideraban que tenían mejor derecho que él al trono de  Castilla por ser familiares legítimos  comenzaron a aparecer y a amenazar su posición tanto política como militarmente.

Especialmente importantes en este sentido fueron las llamadas Guerras Fernandinas, que enfrentaron durante tres guerras consecutivas a Fernando I de Portugal (que se consideraba el heredero legítimo de la corona castellana) y a los primeros reyes de la dinastía Trastámara y el enfrentamiento con Juan de Gante, que reclamaba el trono como esposo de una de las hijas de Pedro  I, Constanza, que fue apoyado por el rey inglés y que, en el contexto de la guerra francesa de los Cien Años, intentó reclamar por la fuerza el trono de Castilla para su línea. Junto a ellos, Pedro IV de Aragón y Carlos II de Navarra también reclamaron para sí un trono que consideraban que estaba en manos de un fratricida cuyos orígenes ilegítimos le deberían vetar su acceso a él.

Pese a las cruentas guerras con otros pretendientes y la inestabilidad que estos enfrentamientos provocaron en un territorio donde todavía había una importante cantidad de partidarios del difunto rey Pedro preparados para ponerse en contra de la nueva dinastía, los Trastámara prevalecieron e incluso se extendieron por otros reinos, llegando al trono de Aragón tras la muerte de Martín I “el Humano”  en 1412, en la persona de Fernando “el  de Antequera” y abuelo de Fernando “el Católico”.

Sin embargo, apenas cien años después de la muerte violenta de Pedro I, cuando Isabel de Castilla llega al trono en medio de una nueva disputa por la encarnación de la legitimidad real, todavía no se había olvidado que la dinastía a la que pertenecía tenía un origen bastardo y que había llegado al trono como consecuencia de una rebelión, una guerra y un cruento fratricidio.

También te puede interesar:

Golpe de Estado a la reina Juana la Loca

Golpe de Estado a la reina Juana la Loca


 


Salir de la versión móvil