Por: Yván Pozuelo Andrés.
Historiador, profesor en el IES Universidad Laboral (Gijón)
Finalmente, con el novelista belga Georges Simenon (13) (1903-1989), se cierra provisionalemente esta muestra de escritores formados en la diversidad del campo liberal.
En vida del autor no se ha publicado, según los estudiosos del escritor consultados, ni una escena relacionada con la masonería.
Sin embargo, tras su fallecimiento, se recompiló en un libro, en 1993, una serie de historias-reportajes inspiradas en el viaje que realizó a mediados de los años treinta alrededor del mundo, Histoires de partout et d’ailleurs, que se publicaron en el periódico monárquico Courrier Royal entre noviembre de 1935 y mayo de 1936, periódico editado por el Conde de París, aspirante al trono de Francia.
Conclusión. No todos los antimasones son iguales. Los caminos que conducen a la antimasonería son distintos incluso son antimasonerías distintas. Los antimasones agrupados en la antimasonería tradicional, la única de todas las antimasonerías que ha intentado formalizar agrupaciones antimasónicas específicas, la de origen religioso, quisieron, acabar con los masones incluso por medio de la violencia física. Los antimasones de la antimasonería liberal vaciaron de contenido a la masonería considerándola como un placebo intelectual revestida de sofismos cuya finalidad no escrita pero observada por ellos es el tejer una red, según los masones, de mutua ayuda solidaria, según ellos, de negocios en los que se entremezclan puestos de representación política y beneficios económicos. No obstante, este sector acepta a la masonería como parte integrante y legítima de la sociabilidad de la sociedad en la que viven.
En cuanto a los antimasones situados en el amplio movimiento obrero se mezclan, según las agrupaciones y épocas, con las opiniones y voluntades de las dos primeras antimasonerías. Por ello es necesario cuando se aborda a la antimasonería indicar de cual se trata.
Concretamente, en este primer paso sobre escritores liberales de afamado prestigio en el mundo de la Literatura universal, con rasgos antimasones, se ha podido observar que coincidieron en: -asemejar la esencia moral y los rituales de la Orden con los de la Iglesia Católica -ser antimasones y anticlericales al mismo tiempo; -desprestigiar la estructura organizativa de la Orden como una vulgar asociación -recalcar que una de las caractéristicas más importantes de las logias es ser una red de uso político -criticar la pérdida de los principios iniciales, sobre todo los de las propias masonerías de sus respectivos países, dejando alguna esperanza depositada en las masonerías de otros lugares.
No he encontrado, por ahora, documentación propiamente de la Viuda que trate de la postura crítica de estos autores y de las obras aquí citadas.¿Criticar a la masonería es ser antimasón? ¿Incluso en el contexto literario?
Sin que se pueda transformar en generalidad, existen rasgos comunes
Los masones, sobre todo del siglo XIX, se han sorprendido de ser considerados enemigos de la religión católica, de ser considerados anticatólicos, porque ni ellos, de rasgo bastante jovial, estaban consciente de que su postura era revolucionaria en un mundo cuyos mecanismos sociales eran uniforme, bajo el control más absoluto de la Iglesia.
¿Quién si no fuera la propia Iglesia podría ver que el mecanismo de la práctica simbólica de la masonería fisuraba el edificio absolutista de la moral dominante?
Al menos, los masones no lo vieron con esa fuerza. Sólo el conductor, los gobiernos en un caso y la Iglesia Católica en el otro, de la moral de la sociedad entendieron que la fisura que se había instalado en su luneta delantera iba tarde o temprano resquebrajarse toda, es decir que el Régimen, el hasta entonces indestructible Orden Social, estaba en peligro.
Los masones tuvieron una misma actitud respecto a los que sin proceder de los sectores católicos conservadores han criticado el sistema organizativo masónico y puesto en duda su ritualidad como medio para lograr sus objetivos liberales, convirtiéndose los críticos en antimasones “inconscientes” al igual, según el contexto histórico de cada Estado, que los masones supuestamente anticatólicos de los tres últimos siglos.
Entre los diferentes trabajos se encontraba uno, Mon ami est en prison (Mi amigo está en la cárcel), escrito unos días antes de las elecciones de junio de 1936 que llevaron al poder al Frente Popular. Sin embargo, no llegó a ser publicado por el periódico, viendo la luz en 1993.
En esta historia, el autor plasmó su animadversión hacia esta sociedad fraternal, usando para identificarla los términos de “Logias”, “fuerzas ocultas” y “Rue Cadet” . En la introducción a esta recompilación, el estudioso Pierre Deligny comentó que a Simenon no le gusta ni los
francmasones, ni la Liga de los derechos del Hombre, ni l’Humanité, sin embargo defendía arduamente al Imperio colonial francés…
Toda esta postura, Simenon la expresa en dos páginas y media, extensión de este relato. La historia, situada en Tahiti, territorio de ultramar formado por un conjunto de islas en el Pacífico perteneciente a Francia , cuenta que un amigo del autor está en la cárcel por haber colaborado a desenmascarar una estafa millonaria en la que se vieron involucrados altos funcionarios, el procurador y el gobernador de la isla, todos ellos dignatarios de las Logias. Los estafadores estaban en libertad tras pagar una misera multa y su amigo, un colón afincado en una de las islas, encerrado en la cárcel. Hace alusiones a los recientes casos Stavisky y Prince, estafas y asesinatos que salpicaron a la masonería como mandataria y encubridora . Breve pero tajantemente antimasónico.
Noticia relacionada: Publicada la Tesis doctoral “La masonería en Asturias (1931-1939)“