Un estudio desarrollado por la revista científica ‘Nature Neuroscience‘ y obra de científicos de la Universidad de Toronto, en Canadá, ponía de manifiesto en 2008 que los gestos faciales son un instrumento para responder a los estímulos que el ser humano percibe del exterior ya que intervienen en lo sentidos en función de las emociones generadas por aquellos.
El miedo o el asco fueron objeto de estudio, llegándose a curiosas conclusiones, como que en una situación de terror, los sentidos se agudizan, vemos mejor, nuestros movimientos faciales nos permiten tener mayor campo de visión o respiramos más deprisa.
Si estamos ante una situación que nos repugna, entonces los sentidos se ‘cierran’, así ocurre que ni respiramos más deprisa ni se amplía el campo de visión. Muy al contrario, estos se reducen.
Ya lo dijo Darwin, estos resultados vienen a darle la razón. Los gestos se configuran en la evolución para regular la expresión de la comunicación social.
Siempre que nos comunicamos con otras personas, utilizamos un buen número de registros que van más allá de las palabras.
Hablar con los gestos es algo que hacemos de forma inconsciente.
Esta forma de comunicación, controlada y utilizada de forma eficaz, puede servir para entender mejor a los
demás y para expresar todo lo que queremos de forma correcta.
La observación e investigación sistemática de los gestos en la Historia comienza alrededor del año 1600 de nuestra era, si bien, desde siempre, el ser humano parece haber sentido cierta curiosidad por esa forma de lenguaje gestual con la que nos comunicamos, incluso a veces de manera más elocuente que con las palabras.
Cicerón ya indago sobre este asunto, en su obra “De Oratore”.
En cualquier caso, no es hasta tiempos recientes cuando se han llevado a cabo los esfuerzos más serios en la indagación científica sobre el curioso mundo del lenguaje del cuerpo, de la comunicación no verbal, que englobaría a disciplinas como la psicóloga, la sociología, la lingüística y la antropología.
El contacto ocular
Los ojos, la mirada, puede que sea el medio más elocuente con el que nos comunicamos, aparte de la palabra. De hecho, como todos sabemos, un contacto entre las miradas de dos personas que se prolongue durante una fracción de segundo más de lo que se considera apropiado, y según el contexto, se puede considerar como una muestra de atracción física o provocar una reacción airada y violenta.
Algunos ejemplos universales sobre el contacto ocular indican que la forma en que nos expresamos y en la que comunicamos nuestras inquietudes, independientemente de la latitud del mundo en que nos encontremos, guarda muchas similitudes. Por ejemplo, a todos se nos dilatan las pupilas cuando observamos algo que es de nuestro interés. De igual modo, todos las personas que sienten miedo suelen tener los ojos muy abiertos, como si pretendieran estar al tanto de los peligros que les acechan. La excitación lleva a que los ojos se muevan muy deprisa, también como si se pretendiera explorar todos los recovecos sobre la situación a la que uno se enfrenta. Cuando alguien está enfadado, tiende a empequeñecer los ojos y cuando la tristeza le embarga, la mirada suele ser baja. Mientras que cuando se siente vergüenza o lástima, la mirada de los ojos tiende a ser huidiza.
Incluso, cuando dos personas hablan por teléfono y no tienen, por tanto, un contacto físico, el movimiento de los ojos es similar a si ambos estuvieran cara a cara.
El guiño del ojo que denota complicidad cuando se pretende mantener una actitud distendida entre los interlocutores también es un gesto muy usual en todas las culturas, así como el mantenimiento prolongado de la mirada, sin parpadeos, suele inferir el deseo de dominar al otro, cuando no intimidar o tener algún tipo de influencia.
Las miradas se prolongan cuando dos personas se gustan, del mismo modo que se rehuyen cuando las simpatías entre las personas son mínimas.
Por último, también ha quedado demostrado que nuestros gestos con la mirada denotan nuestra formación y estudios o, al menos, para qué estamos mejor dotados o tenemos mayor inclinación.
Así, una persona de Ciencias, cuando habla con otra o piensa, suele desviar la vista hacia la derecha, mientras que una persona de Letras o que tenga más imaginación, perderá la vista hacia su izquierda.
Detrás del Burka se esconden todos los gestos.
Una curiosa investigación, llevada a cabo en 1975 por Van Nostrand Reinhold, concluyó que las pupilas reaccionan de distinto modo en función del estímulo que recibamos.
En el estudio se presentó a distintos hombres y mujeres las mismas fotografías: un paisaje, la imagen de un niño, de una madre y un niño, de un hombre desnudo y de una mujer, también desnuda.
Las pupilas se dilataban cuando los hombres contemplaban a la mujer sin vestir, salvo los sujetos del experimento que afirmaban ser homosexuales, cuyas pupilas se dilataban ante la fotografía del hombre desnudo.
En cuanto a las mujeres, sus pupilas se agrandaban también cuando veían al hombre sin vestir, pero se agrandaban más cuando tenían ante sí la imagen que representaba a la madre acompañada de su hijo.
Una de las conclusiones evidentes indicaba que la reacción venía acompañada del interés que se sentía por las imágenes vistas. Además, a los sujetos objeto del estudio se les mostraron imágenes similares de bellos rostros femeninos cuya única diferencia estribaba en el tamaño de las pupilas de sus ojos.
Todos coincidieron que la imagen más atractiva era la de la mujer que tenía más grandes las pupilas. De esta forma, muchas campañas publicitarias someten sus productos al estudio de las reacciones de las pupilas, cuanto más se agrandan ante el producto que se lanza al mercado, mayor interés y atracción.
El contacto físico
Dicen los expertos que en los primeros momentos de nuestras vidas, el contacto físico, a través del tacto, es fundamental para el desarrollo no solo emocional y social, incluso también para el crecimiento físico. Está comprobado que el hecho de privar a un bebé (incluso a animales recién llegados al mundo) del contacto de la piel contra la piel interrumpe su crecimiento en todos los aspectos. Se considera al tacto como el primero de nuestros sentidos que evoluciona. En el lenguaje corporal, el tacto da un sentido muy particular a nuestras relaciones y a la forma en que nos comunicamos.
Una experiencia llevada a cabo por el investigador Mark Knapp, realizada en una biblioteca pública, reveló curiosas conclusiones. Un bibliotecario, a la hora de devolver los libros a algunos usuarios, les rozaba con la mano en el momento de devolverles el carné o a la entrega de los libros. A la salida, todos los usuarios, tanto los que habían sido “tocados” como los que no, fueron preguntados por su opinión respecto del trato recibido por el profesional que les había atendido y sobre la biblioteca en sí. Aquellos que habían sido rozados por el bibliotecario tenían una opinión más favorable que los que no lo habían sido, sobre todo, las mujeres.
Esta experiencia puede resultar paradójica ya que en nuestra sociedad el contacto físico se suele entender más como una aproximación (o un intento de aproximación) sexual si no hay entre las personas un vínculo de algún tipo, entonces el contacto físico ya viene establecido como otra forma de comunicar afecto sin palabras, mostrar solidaridad, sustento, comprensión…
Una cuestión cultural
No en todas las culturas o nacionalidades los mismos gestos son interpretados de la misma forma. Estudios sobre estos aspectos de las relaciones humanas han determinado que aunque existen muchos gestos que son “internacionales”, como alzar las cejas, signo que suele acompañar al saludo, también hay muchas diferencias gestuales según las normas culturales que cada pueblo ha ido acomodando a su acervo.
Por ejemplo, mientras los griegos utilizan constantemente el contacto ocular, los suecos prefieren establecer pocos contactos de este tipo en sus relaciones, aunque de mayor intensidad.
Los japoneses se miran poco y, por lo general, suelen fijar su atención en el cuello de la persona con la que entablan una conversación. Tanto americanos como ingleses suelen ser más comedidos en la expresión de sus gestos, mientras que latinos y los habitantes de países mediterráneos, más versátiles y más próximos en el contacto corporal. Los árabes aún se muestran más efusivos, llegando a ser una imagen posible ver a hombres cogidos de la mano, aunque a las mujeres no se les permita el contacto ni siquiera visual, al ir totalmente cubiertas de ropa.
Para la mayor parte de culturas, la sonrisa o el ceño fruncido, significan alegría y enfado respectivamente, así lo demostró un estudio sobre trece civilizaciones distintas realizado en 1975, donde se llegó a establecer un amplísimo catálogo de coincidencias entre ellas.
En un mundo globalizado, las negociaciones entre empresas cuyo capital pertenece a personas de distinta nacionalidad son moneda corriente desde hace mucho tiempo.
El lenguaje corporal en este sentido, cobra especial relevancia.
Dos investigadores grabaron algo más de 2.000 negociaciones empresariales y de venta. El análisis detallado de todas estas experiencias obtuvo como resultado que la proximidad física entre los interlocutores solía preceder a la toma de decisiones en sentido positivo y que conducían al acuerdo.
Las actitudes que llevaban al éxito en la transacciones tenían que ver con posturas relajadas y cercanas, como dejar descansar el cuerpo sobre la mesa o ladear la cabeza hacia la izquierda.
Como contraparte, entre los talantes que conducían al fracaso, las consideradas posturas defensivas, se encontraban el mostrarse con los brazos cruzados o mantener una distancia de separación entre los interlocutores o el gesto de las manos, dar pequeños golpecitos sobre la mesa, por ejemplo, considerado como síntoma inequívoco de aburrimiento.
La expresión del rostro
Uno de los autores habituales en Actually Notes, por la importancia de sus muchos trabajos, Charles Darwin, también estudió el comportamiento, en lo referente al tema que estamos tratando.
En “La expresión de las Emociones en el Hombre y en los Animales”, publicado en el año 1873, Darwin trataba de abrir la brecha científica sobre este apasionante tema.
El interés por conocer estos aspectos de nuestra naturaleza, procedía de estudios anteriores, y estaba fundamentado en la creencia de que los rasgos que dibujan nuestros rostros hablan por nosotros. Se pretendían dilucidar las coincidencias de los rostros de los criminales, de los afectados por la locura o de las personas más inteligentes, por ejemplo.
Todos estos intentos no llegaron a conclusiones que se hayan considerado fiables, la principal dificultad estribaba en que los rasgos faciales, debido al gran número de músculos que poseemos en la cara, abren infinitas posibilidades.
Si bien, como comentábamos al comienzo, según un reciente estudio ha revelado que los gestos faciales son un instrumento para responder a los estímulos que el ser humano percibe del exterior, ya que intervienen en los sentidos en función de las emociones generadas por aquellos.
Sin duda, el rostro es uno de los elementos principales en la comunicación humana. Es lo primero que solemos observar cuando establecemos un contacto visual con otras personas.
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