El cumplimiento de la Ley

Para cumplir con la Ley, había que observar las distintas franjas en que se dividía la vida social y política de la época.

Por ejemplo, el gobierno romano obligaba a inscribirse en el censo, algo que María y José hicieron con Jesús, cuyo nombre fue indicado a aquellos por Dios y que, como todos sabemos, significa Salvador.

Los nombres con los que se denominaba a los niños era consecuencia de los deseos de los padres, así eran corrientes los nombres como Débora, que significa “abeja” (referida a la laboriosidad de este insecto), Yona, que significa “paloma” o Tamar, que significa “palmera”.

También había que cumplir con la tradición judía que, entre otras cosas, obligaba a la circuncisión (extirpación de todo o parte del prepucio del miembro del varón) y a la presentación de los recién nacidos en el Templo. La Ley judía se basaba en las Escrituras.


La Torá es la voluntad revelada de Dios que, a su vez, fue revelada al pueblo de Israel y que se transmitió de forma oral. Ofrecía una forma de ver el mundo y  una forma de vivir en él. Cristo entendió que el significado principal de las leyes descansaban en el mandamiento “amarás a tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo” Lucas 10,27.

Siempre ha habido clases

La estructura social judía en Jerusalén estaba perfectamente dividida en tres estratos o clases sociales. Existía una clase superior que era ocupada por la llamada “nobleza sacerdotal”, que vivía del comercio del Templo y de las rentas que producían sus propiedades y fincas.

Eran grandes terratenientes y comerciantes que se podían permitir una vida con el lujo que la época proveía. En un nivel intermedio, se agrupaban aquellos pequeños comerciantes, artesanos y algunos sacerdotes (que cobraban el diezmo) y que contaban con una posición de desahogo económico.

Por último, los pobres que, según consta, eran muchos en número.

En esta clase social se incluían los jornaleros, los esclavos, los libertos (hombres que habían sido esclavos) y los mendigos, que solían ser ciegos y leprosos sin medios para poder ejercer alguna actividad laboral, avocados a la limosna. Se calcula que la población que habitaba Palestina en aquellos tiempos no sobrepasaba las setecientas mil personas.

¿Por qué la crucifixión? La crucifixión era un pena que se reservaba a los esclavos y para los delitos más graves. Se consideraba como la forma de muerte más dolorosa y tenía un valor ejemplificante, de castigo público. Por esa razón solía desarrollarse en un lugar que fuera bien visible y se dejaba al reo durante varios días, incluso cuando éste había fallecido.

El que iba a ser ajusticiado, era acompañado por un heraldo (una especie de correo) que de cuando en cuando leía en voz alta el motivo, la condena, por la que se le iba a crucificar. A su alrededor, les acompañaban cuatro soldados y, al mando, un oficial de segunda categoría, que era el encargado de la ejecución.

Aunque, según las  Sagradas Escrituras, Jesús cargó con la cruz camino del calvario, no era lo habitual. Lo normal era que el que iba a ser crucificado solo cargara con el palo trasversal (patibulum), estando clavado, en el lugar donde se les daría muerte, el palo vertical. 

Sobre el cuello se les solía colgar una tablilla de madera en la que figuraba escrito el nombre del reo y el motivo por el que se le daba muerte. En ese escrito se resumía el acta oficial que más tarde se enviaría a los archivos del Tribunal del César romano.

Sobre la tablilla que colgaba del cuello de Cristo se escribió en las tres lenguas (arameo, griego y latín) el título “Jesús Nazareno, Rey de los Judíos”. Los judíos protestaron al procurador Poncio Pilato porque, según argumentaban por las palabras de Jesús, debería constar “Yo soy el Rey de los Judíos”, pero Pilatos les reprendió diciendo que “lo escrito, escrito está”.

En la crucifixión se utilizaban largos clavos de carpintero que, como las imágenes evocadoras nos han dejado, se hundían sobre la carne de pies y manos. Se izaba al reo con una polea y, para evitar desgarros, en la base, incrustado, se fijaba una apoyadura, que venía en llamarse “sedile”. Durante varios cientos de años se evitó la representación de Cristo sobre la cruz dada la crudeza que sugería la escenificación.

Cristianos: Basílica del Santo Sepulcro Construida sobre la colina donde Jesús fue crucificado, enterrado y desde donde resucitó. Se entiende que bajo la alta cúpula estuvo la tumba de Cristo 
Judíos: Muro de las Lamentaciones 
Con 49 metros de largo y 18 metros de altura es todo lo que queda del gran templo construido por el rey Herodes el Grande. Es uno de los lugares sagrados del judaísmo. 
Musulmanes: Mezquita de la Roca

También conocida como la cúpula de la roca es el lugar donde reposa la piedra desde la que, según la tradición, Mahoma ascendió al cielo. Asimismo, también es venerada como el lugar sobre el que Abraham ofreció en sacrificio a su hijo Isaac.

Leer la Primera Parte de la Vida cotidiana en tiempos de Jesucristo…

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La Vida en Tiempos de Jesús. Segunda Parte
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Así fue la vida de Jesús: Aunque, según las  Sagradas Escrituras, Jesús cargó con la cruz camino del calvario, no era lo habitual.
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José Carlos Bermejo
José Carlos Bermejo. Madrid, noviembre 1971. Escritor. Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología, ha colaborado en diferentes medios de comunicación, tradicionales y digitales y trabajado como técnico y responsable de comunicación para más de un ayuntamiento español. Es autor de las novelas WILDE ENCADENADO (prólogo Luis Antonio de Villena), y del thriller Li es un INFINITO de secretos. También de los libros de relatos Retazos de un mundo IMperfecto y Retazos de un mundo INcoherente, ambos traducidos al inglés, al portugués y al italiano. + info: www.josecarlosbermejo.com redaccion@actuallynotes.com

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