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Las Reliquias del Cristianismo



La Lanza de Longinos, La Sábana Santa, El Santo Grial y La Última Cena y el Magdalen Gr-17

A lo largo de los años de Historia cristiana que nos contemplan, han ido apareciendo múltiples reliquias, unas falsas, otras que plantean serias dudas. En el siglo V, cuando ya se había extendido la costumbre de la adoración, no había iglesia que, por humilde que fuese, no poseyese algún resto que venerar.


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La Lanza de Longinos

Cayo Casio Longinos era el nombre del centurión romano que con su lanza hirió en el costado a Cristo, cuando ya estaba alzado en la cruz. La leyenda cuenta que Longinos sufría severos problemas de vista y que cuando instantes después de propinar la lanzada, recuperó la vista de forma fulminante, se convirtió al cristianismo ipso facto. De un modo u otro, la lanza en cuestión pasó de mano en mano.


De José de Arimatea, discípulo de Cristo, y que fue su primer poseedor, llegó a Constantino el Grande, que la sostuvo en la importante batalla de Milvio, a las puertas de Roma; también fue propiedad de Alarico el Valiente (que saqueó Roma) y de Carlomagno. Y la pretendieron, sin conseguirla, primero Napoleón y, como luego veremos, Hitler. Todos ellos creían firmemente en los poderes que otorgaba la lanza en la batalla. Casualidad o no, curiosamente, algunos poseedores de la lanza acabaron convirtiéndose al cristianismo.

La Sábana Santa

En la Italia de 1898 se celebraba el cincuentenario del establecimiento del reino. El Estado preparaba las celebraciones exaltando su sentido laico. Para contrarrestarlo, la Iglesia (a quien se había arrebatado su cuota de poder y bastantes territorios que pertenecían al Vaticano) también preparó otro tipo de celebración, en este caso, el centro de atracción lo constituía un manto de lino de 432 centímetros de largo por 110 de ancho. Se decía que era el sudario con el que Cristo fue envuelto tras su martirio y crucifixión.

Hay datos contradictorios al respecto, pero parece que la Sábana Santa apareció públicamente por primera vez en 1.353, cuando el caballero Godofredo de Charny la donó a una colegiata situada a 150 Km. de París. La sorpresa llegó 545 años después, cuando el fotógrafo encargado por la Iglesia, Secondo Pia, reveló las fotografías que, en un principio, servirían como simples estampas conmemorativas. A simple vista, el sudario no ofrece ninguna imagen nítida, pero la cámara logró imprimir la imagen de un hombre con los brazos cruzados y con una apariencia muy similar a la que tenemos de Jesucristo.

Enseguida, se formó un revuelo alrededor de lo que no tardó en designarse como prueba irrefutable: cuando menos se había logrado captar la imagen del hijo de Dios o; cuando menos, la imagen de un hombre que había padecido de forma similar a como las Sagradas Escrituras describen el martirio que sufrió Jesucristo.

La razón por la que no se veía a simple vista y que encuentra muchos adeptos, incluidos algunos responsables de la Iglesia Católica, radica en que la imagen de la Sábana es un negativo fotográfico.

La explicación que la ciencia ha dado es la siguiente: “alguien”, cuyo nombre se desconoce (se presume que entre los años 1260 y 1390), elaboró el negativo fotográfico de la tela por chamuscamiento del tejido. Se supone que ese “alguien” (que algunos señalan con el nombre de Leonardo y los apellidos Da Vinci) quemó la tela de forma superficial, aunque otros, se inclinan por pensar que la tela fuera el sudario de un hombre que murió crucificado, a pesar que entre los siglos XIII y XIV no se practicaba esa forma de tortura, al menos oficialmente.

En cualquier caso, la fotografía es un invento posterior a 1390, pero las pruebas del Carbono 14 (método científico para averiguar la edad de las cosas) lo datan alrededor de estos años. Se abren demasiadas preguntas si nos planteamos querer saber porqué alguien se tomó tantas molestias al crear este manto. Ese alguien que ni siquiera pudo ver su obra al crearla con la nitidez que ahora, cuando existen medios suficientes, todos podemos contemplar.

El Santo Grial

José de Arimatea intuyó que la cena de Pascua del año 33, la edad que tenía Jesucristo, iba a ser especial, por lo que guardó el cáliz con el que se celebró la cena en la que se puso de manifiesto la traición de Judas.

El cáliz permaneció oculto durante varios siglos, siendo custodiado por sacerdotes del movimiento cátaro, una especie de congregación que no usaba la cruz, al no creer en la muerte de Jesús.

Esta congregación no era del agrado de la Iglesia de Roma, pues exhibían una filosofía liberadora que comenzaba a extenderse por toda Europa.

El Papa Inocencio III los declaró secta hacia el año 1200 y apoyado por el rey francés Enrique IV y soldados cruzados, pasaron a cuchillo a todos los simpatizantes. Tal es así que corre la leyenda que cuando se le preguntó al Papa Inocencio, cómo distinguirían a los “herejes” de los cristianos, éste respondió: “matadlos a todos, que Dios ya separará a los buenos de los malos“; eran los negros tiempos de la Inquisición. Tres hombres consiguieron poner a buen recaudo el cáliz que guardaban en el último asentamiento cátaro, el castillo de Montségur.

En la actualidad se cree que el cáliz es lo que se conoce como “sacro catino”, depositado por los cruzados en la catedral de Génova.


La Última Cena y el Magdalen Gr-17.

La última cena encierra ciertos misterios, puestos de manifiesto no hace muchos años y de forma novelada a raíz de la famosa novela “El Código Da Vinci”. El misterio se encierra sobre quién es la persona que se encuentra a la izquierda de Jesús. No era la primera vez que se apuntaba que podría ser María Magdalena, quien hubiese sido la esposa de Cristo y que, incluso, le hubiera dado descendencia.

Lo cierto es que existen datos para poder pensar que lo que ocurrió en la pintura de Da Vinci es cierto, ocurrió. Y no solo eso, sino muchas otras cosas que han quedado registradas en el Evangelio de San Mateo. En 1908 un reverendo británico compró, en una tienda de antigüedades de Luxor (Egipto), unos pequeños papiros como originales del manuscrito del Evangelio de Mateo.

La mala suerte condujo al reverendo a Italia, donde murió a causa de un terremoto. Al reverendo no le dio tiempo a contar a nadie sus descubrimientos y, aunque se perdieron muchas de sus anotaciones, los papiros, acabaron clasificados en el Magdalen School, como Magdalen Gr-17, sin que nadie se percatara de lo que ocultaban hasta 40 años después, cuando un papirólogo alemán, C. P. Thiede, revelara que se trataba de textos procedentes del siglo I y que uniendo las palabras sueltas se podía leer: “Entonces uno de los 12, llamado Judas Iscariote, fue donde los sumos sacerdotes y les dijo: ¿qué queréis darme, y os lo entregaré? Ellos le asignaron 30 monedas de plata“.

Algunos investigadores han dado por cierta la procedencia de este papiro e infieren que el resto de datos que aporta el Evangelio de Mateo también pueden serlo. A saber, entre otros, la historia de los Reyes Magos, la familia de Jesús (los hermanos que según San Mateo tuvo), la traición de Judas descrita…

Curiosidades sobre la Sábana Santa

En base a los datos que arrojó el análisis de la Sábana Santa de Turín se realizó una escultura en madera de Jesucristo crucificado que se encuentra en la Basílica de la Santa Cruz en Roma. Su aspecto reúne muchas semejanzas con el Cristo de “La Pasión” de Mel Gibson en las escenas más duras de la película.

La imagen que refleja la Sábana Santa representa un hombre de 1,78 metros de altura, con largos cabellos y barba. Se observan las huellas de los clavos tanto en las manos como en los pies, y en el costado se vislumbra la huella dejada por algo que podría ser una lanzada: fiel retrato del testimonio que San Juan escribió en su Evangelio.


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A pesar de que la ciencia, hasta ahora, ha descartado que el sudario de Turín pueda tener la antigüedad necesaria como para que hubiese cubierto el cuerpo de Jesucristo, la Iglesia Católica sigue venerando la tela. El cardenal Anastasio Ballesteiro, Custodio Pontificio del sudario, dijo, con cierta ironía: “La ciencia va por su camino”, cuando anunció los resultados de los análisis.

En el lienzo o sudario se hallaron rastros de sangre que correspondían con el grupo sanguíneo AB. Además, no hay rastros de que el cuerpo que cubrió entrara en estado de putrefacción, por lo que se entendía que de pertenecer a Jesús, se confirmaría que podía haber resucitado al tercer día. Tampoco hay muestras de que aquél cuerpo se lavara, como era costumbre, la explicación más indolente deduce el motivo en que la crucifixión se produjo en días próximos a la Pascua hebrea, días que prohibían realizar cualquier actividad manual. Es decir, nadie pudo lavar el cuerpo “sin vida” de Jesucristo.

La utilización de procedimientos informáticos para el análisis de la Sábana Santa consiguió que se reprodujeran imágenes en tres dimensiones, que muestran un retrato fiel a la imagen que la Historia ha construido de Jesús. Este análisis permitió que los especialistas descartaran, casi al 100%, que se hubiese utilizado pintura para recrear la imagen de un hombre yaciente.

La Sábana Santa ha sufrido dos incendios. El primero en la noche del 3 al 4 de diciembre de 1532, que perforó parcialmente la tela remendada después por las hermanas Clarisas de Chambery, donde se hallaba. El segundo incendio se produjo en 1997, del 11 al 12 de abril y fue salvada por un bombero que tuvo que martillear con una maza los cristales blindados que la protegían.

A pesar de que los experimentos científicos descarten que el cuerpo que refleja el sudario sea el del Hijo de Dios, lo que no niega es que se trate realmente de un hombre, que muy probablemente fue crucificado alrededor del siglo XIV. Lo que no es capaz de desvelar nadie es el nombre y los apellidos que se esconden detrás de esa figura.

Para saber más:

“El fraude de la Sábana Santa y las Reliquias de Cristo”, Juan Eslava Galán. Planeta.
“La Historia Perdida”, Nacho Ares. Edaf.
“El Enigma Nazi”, José Lesta. Edaf

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