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Akenatón, el faraón hereje de Tell el-Amarna

El majestuoso busto de la famosa Nefertiti

En la famosa Isla de los Museos de Berlín, concretamente en el Neues Museum, se conserva una de las mejores obras de arte de la Historia.

Allí, tras un cristal protector y rodeado de fuertes medidas de seguridad, miles de sorprendidos y privilegiados visitantes observan embelesados cada año el majestuoso busto de la famosa Nefertiti, que nos observa a través de los siglos desde su cautivadora belleza.

¿Quién fue Akenatón y cuáles sus cambios politico-sociales?

Pero, aunque esta preciosa efigie es perfectamente reconocible por la mayoría de la gente, muy pocas personas saben la fascinante historia en la que se encuadra y el lugar de leyenda donde se encontró: Tell el-Amarna o, como se conocía en la época de NefertitiAketatón, la ciudad creada por el faraón hereje, Akenatón.

Akenatón fue un faraón egipcio de la decimoctava dinastía que ascendió al trono con el nombre de Amenhotep o Amenophis IV.


No fue hasta aproximadamente el quinto año de su reinado cuando cambió su nombre por aquel con el que hoy se conoce, aproximadamente hacia el mismo momento en el que decidió hacer algo sin precedentes en la Historia del Antiguo Egipto.

Amenofis IV, ante el estupor de la sociedad egipcia, se enfrentó al sistema religioso politeísta imperante e introdujo un nuevo culto centrado en torno a la figura del dios Atón, el dios del disco solar, poniéndolo por encima del resto de los dioses del panteón egipcio.

Pese al interés que este faraón y su actitud han despertado, los expertos todavía no han logrado averiguar las razones que le llevaron a poner en marcha un cambio tan grande.

Las consecuencias de tales cambios, pese a que carecemos todavía de datos claros al respecto, no pudieron ser sencillas, pues el clero sacerdotal tenía un gran poder político, económico y social dentro de las estructuras de gobierno del antiguo Egipto, siendo especialmente destacado el poder que tenían las estructuras sacerdotales vinculadas a los dioses más destacados del panteón egipcio, como Amón, o a los templos más importantes de Egipto, como Karnak y Luxor.

De hecho, una de las teorías que tratan de explicar la actitud de Akenatón le da un contexto político: según algunos expertos como John Tuthill, en los años anteriores a la revolución religiosa que llevó a cabo Akenatón, el clero de Amón había alcanzando un gran poder económico y político dentro de las estructuras de gobierno, por lo que el faraón quiso acabar con su poder mediante esta actuación.

Aunque no deja de ser una teoría más sin demostrar de las muchas que rodean a Akenatón y su historia, es una explicación muy difundida y actualmente se busca una explicación mixta entre el ámbito propiamente religioso y el político, ámbitos estrechamente unidos en la mayoría de las sociedades antiguas, para tratar de dar una explicación coherente a esta actuación tan radical que llevó a cabo Akenatón durante su gobierno.

Con su reforma religioso-política en el horizonte, Akenatón mandó construir una nueva ciudad que elegiría como su capital, en detrimento de centros de poder más tradicionales como Menfis o Tebas.

Esta ciudad, que actualmente se vincula a una zona que recibe el nombre de Tell el-Amarna, fue bautizada como Aketatón y fue consagrada, como no podía ser de otra manera, al dios Atón. Esta nueva localización, donde se crearon grandes templos dedicados a Atón, supuso un rompimiento más con la tradición, alejando a la familia real y a las clases dirigentes de las capitales tradicionales de Egipto.

En Aketatón, el faraón se nombró a sí mismo como el máximo dirigente religioso, como intercesor entre el dios Atón y el resto de la sociedad, haciendo innecesaria la presencia de una organización sacerdotal tal y como se concebía anteriormente.

La tríada divina: Akenatón, Atón y Nefertiti

A medida que este nuevo culto se desarrolló durante el gobierno de Akenatón, se llegó a crear una auténtica tríada divina compuesta por el dios Atón, el propio faraón y su Gran Esposa Real, Nefertiti, que en este contexto obtuvo una visibilidad y una posición enormemente destacada. Tan importante fue la ruptura que, incluso, en las representaciones religiosas se percibe un claro cambio de tipo estético y artístico.

Nefertiti

Frente a los modelos anteriores, el faraón y su familia aparecen representados de una forma más natural, presentando escenas más humanas que en los periodos anteriores o incluso cotidianas, pero eso no es lo más destacado. Lo que más llama la atención, aún hoy, de estas representaciones es la forma en la que se plasmaba el cuerpo humano.

Las figuras humanas aparecen representadas con unos rasgos muy característicos, siendo los más destacados los siguientes: la parte de atrás de la cabeza aparece enormemente alargada, los vientres tanto de hombres como mujeres se muestran muy redondeados y distendidos, los ojos aparecen marcadamente rasgados y los labios se muestran muy carnosos, entre otras características.

Estos rasgos componían figuras de una gran extrañeza y los expertos todavía no se ponen de acuerdo a la hora de explicar el significado de este cambio estilístico.

Una de las explicaciones que se dan para ello, que se extendió enormemente, es que toda la familia real así representada sufría algún tipo de malformación o condición de tipo genético, como el síndrome de Marfan, que les otorgara ese aspecto y que fuera una representación naturalista del singular aspecto que tenían en realidad el faraón y su familia.

Sin embargo, es un extremo que no se ha podido demostrar y el misterio sobre las razones que rodean a este tipo de representación continúa vivo hoy día. Más allá de las razones religioso-políticas que motivaron a Akenatón a llevar a cabo diferentes cambios respecto a los modelos tradicionales a lo largo de su gobierno, lo cierto es que no le sobrevivieron.

Sus más directos sucesores, probablemente Semenejkara y una posible mujer-faraón llamada Nefernefeuratón, permanecen ocultos en el misterio y lo más probable es que, si llegaron a gobernar, lo hicieran durante un tiempo enormemente breve.

Tutankamon

Sería Tutankamón el más conocido de sus sucesores más directos, aunque ascendió al trono muy joven y bajo la tutela del que llegaría a ser su sucesor tras su prematura muerte, Ay.

En cualquier caso, tras el fallecimiento de Akenatón, el sistema religioso que había inaugurado cayó gradualmente en el olvido y se volvió a las estructuras tradicionales que habían protagonizado el gobierno de Egipto durante siglos. Aketatón fue abandonada y muchos de sus edificios más representativos fueron desmantelados por Ay y su sucesor, el faraón Horemheb.

Fue precisamente durante el gobierno de este último cuando se produjo una auténtica damnatio memoriae de lo que había sido la reforma religiosa de Akenatón y su gobierno. Se borraron los nombres de los faraones Akenatón, Semenejkara, Nefernefeuratón, Tutankamón y Ay de los registros, condenándoles al olvido tan temido en la cultura egipcia.

Se reescribió la historia de forma que se considerara que Amenhotep o Amenofis III, el antecesor de Akenatón, fue sucedido directamente por Horemheb, omitiendo la existencia de los otros faraones que aquí hemos mencionado que gobernaron entre ambos. La revolución religiosa protagonizada por Akenatón fue borrada de la historia oficial, así como prácticamente todo lo que estuvo relacionado con él.

Akenatón, el faraón hereje de Tell el-Amarna

Akenatón se convirtió en un susurro, en un verdadero fantasma dentro de la historia del Antiguo Egipto. Muchos intuían que algo había ocurrido, pero se desconocía el qué y los nombres de sus protagonistas. Pero este silencio duró hasta que a finales del siglo XIX los arqueólogos empezaron a descubrir restos de la historia de Akenatón que por suerte habían sobrevivido a la destrucción que de su memoria se había hecho tras su muerte.

A principios del siglo XX, la excavación sistemática de Tell el-Amarna en busca de restos del faraónperdido, los grandes tesoros que allí se encontraron (entre ellos, el famosísimo busto de Nefertiti con el que abríamos este artículo) y su posterior vinculación con el enigmático faraón Tutankamón cuya tumba fascinó al mundo acabaron convirtiendo a Akenatón, el faraón hereje al que se intentó borrar de la memoria de la Historia, en una de las figuras más fascinantes y conocidas del Antiguo Egipto.


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