Ana de Austria nació en la localidad vallisoletana de Cigales en 1549 mientras sus padres, el futuro emperador Maximiliano II y la infanta María de Austria, actuaban como regentes de Castilla durante la ausencia de Carlos V y Felipe II de ese reino.
Poco después de su nacimiento, acompañó a sus padres de vuelta al Imperio, donde Maximiliano II se convertiría en emperador a la muerte de Fernando I, heredando unos estados arrasados por las disputas religiosas y un estatus en Europa en buena medida subordinado al poder de su regio primo, Felipe II.
En cualquier caso, a la altura de 1568, Felipe II se enfrentaba a un importante problema de índole sucesoria. Acababa de morir su primogénito y heredero, el príncipe Carlos, durante la prisión a la que su padre le había relegado y, poco después, también falleció su tercera esposa, Isabel de Valois.
Esto dejaba a Felipe II con solo dos hijas de corta edad para heredar su vasto Imperio y con la necesidad imperiosa de contraer lo antes posible otro enlace que le permitiera tener un hijo varón.
Entonces, volvió la vista hacia sus primos imperiales. Se había estado negociando una posible boda entre Ana de Austria y el príncipe Carlos durante años, sin que nunca llegara a formalizarse el enlace, por lo que, como había ocurrido en el caso de Isabel de Valois, Felipe II pidió la mano de Ana de Austria para sí y le fue concedida.
Así, Felipe II y Ana de Austria se casaron en 1570; ella era su sobrina carnal y les separaban veintidós años.
Pese a la enorme diferencia de edad que los separaba, se cuenta que Felipe II y Ana de Austria formaron una pareja muy bien compenetrada y que ella fue la esposa más amada por el rey.
A ello ayudó que tanto Felipe II como Ana (gracias, principalmente, a la vigilancia de su madre, la poderosa infanta María) compartían una educación y una serie de valores muy similares vinculados a la cultura e ideología que rodeaba a la dinastía Habsburgo a la que ambos pertenecían.
También el carácter piadoso y amable de Ana de Austria hizo que tuviera una agradable relación no solo con su marido y con la mayoría de los cortesanos, sino también con las dos hijas huérfanas de Felipe II, Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela, que la apreciaron enormemente durante toda su vida.
No se cree que Ana de Austria tuviera mucha influencia en los asuntos de gobierno durante su vida, aunque sí cumplió con la principal función política que tenían las reinas durante la Edad Moderna, que era proporcionar un heredero varón a su marido y a los reinos sobre los que gobernaba que aseguraran la continuidad y la estabilidad de su dinastía en el trono.
En los apenas 10 años que duró el matrimonio, Ana de Austria tuvo cinco hijos, cuatro de ellos varones, aunque solo uno de ellos, el futuro Felipe III, llegaría a alcanzar la edad adulta.
Ana de Austria murió con apenas 30 años de edad como consecuencia de una epidemia de gripe, que también afectó a su marido, mientras viajaban hacia Portugal para reclamar aquella corona.
Felipe II le sobrevivió dieciocho años, sin volverse a casar pese a solo disponer de un heredero varón a su corona. Ana de Austria fue así la última esposa de Felipe II y la última reina castellana de España hasta el siglo XIX.
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