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La historia de Cayetano de Borbón-Dos Sicilias
A lo largo de la historia de España, a los personajes reales se les ha otorgado todo tipo de motes y apelativos que han pasado a la posteridad. Tenemos, por ejemplo al desdichado rey Carlos II “el Hechizado”, a Juana I “la Loca” o a Alfonso X “el Sabio”, pero también nos encontramos entre las páginas de los libros al marido de una infanta con otro mote célebre, Isabel “la Chata” que tuvo la desdicha de ser conocido entre las casas reales europeas de la segunda mitad del siglo XIX como “el Gafe”.
Su nombre era don Cayetano de Borbón-Dos Sicilias y ostentaba el título de conde de Girgenti. Nació el 12 de enero de 1846 y era el sexto hijo del rey de Nápoles Fernando II y de su segunda esposa, María Teresa de Austria.
¿Cuándo comenzó el sambenito de gafe para Cayetano de Borbón-Dos Sicilias?
La fama de gafe de este príncipe italiano comenzó pronto, pues el mismo día de su nacimiento se desprendió una cornisa del Palacio Real de Caserta, donde acababa de nacer Cayetano, provocando numerosos daños y, el día de su bautizo, un cirio encendido se cayó y estuvo a punto de incendiar la capilla.
Casualidades o “infortunios” como este le persiguieron toda la vida, haciendo que muy pronto le cayera encima el sanbenito de gafe y que hasta su propia familia llegara a rehuir su compañía.
Y, aunque poco tenía que ver el pobre Cayetano con estos hechos, se llegó a atribuir a su “mala suerte” la caída de la monarquía napolitana en 1861, en el contexto de la unificación italiana liderada por Garibaldi y el rey Víctor Manuel II de Saboya.
Cayetano, infante de España para el casamiento
La reina Isabel II se había opuesto oficialmente al destronamiento de sus parientes Borbón en Italia, pero en el año 1868 la situación política la obligó a reconocer la causa de la unificación italiana, cometiendo lo que ellos consideraron una traición a su dinastía. Isabel II intentó limar asperezas con su familia italiana y ponerlos bajo su protección.
Uno de los medios para hacerlo fue acordar el matrimonio de su hija mayor, Isabel, la segunda en la línea de sucesión al trono, con uno de los príncipes exiliados que aún estaba soltero.
La “suerte” recayó en don Cayetano, a quien su suegra hizo infante de España, unos días antes de casarse con la infanta Isabel, a la que no conocía, el 13 de mayo de 1868.
Juan Balansó, en su libro “Los diamantes de la Corona”, indica que la noticia fue recibida por la familia del novio con una mezcla de alegría y resignación.
Este autor indica que uno de los hermanos del novio escribió cuando se enteró de la noticia lo siguiente: “¡Pobre Isabel! No dudará mucho tiempo en el trono”.
La Gloriosa
Esta afirmación no iba muy desencaminada; apenas unos meses después, cuando Isabel y Cayetano seguían de viaje de luna de miel, estalló la revolución Gloriosa, que acabó con el reinado de Isabel II.
Esta fue un nuevo destronamiento cuya culpa cayó sobre el nuevo infante, que con este ya llevaba dos en su haber.
El conde, que había emprendido la carrera militar, decidió intentar hacer algo por la causa de su suegra y volvió a España para enrolarse en el ejército realista que se enfrentó a los sublevados. Participó en la batalla del puente de Alcolea, en el que la tradición dice que luchaba gritando: “¡Viva mi suegra!”.
El exilio de las tropas isabelinas
Las tropas isabelinas perdieron la batalla y la reina tuvo que partir hacia el exilio de forma definitiva. Años después, una vez muerto el infante, le dejó en su testamento a la reina el sable que había llevado con orgullo en la batalla, como recuerdo de su persona.
Cuando se lo llevaron a la reina, esta gritó que lo alejaran de ella, porque seguro que traía con él alguna desgracia y la tuvieron que hacer desaparecer para que dejara de gritar.
Isabel y Cayetano, condenados al exilio como el resto de los miembros de sus respectivas familias, emprendieron un largo viaje por Europa, visitando a distintos parientes en ciudades como Viena o París, para finalmente establecerse en Lucerna, con unos medios económicos bastante limitados.
Don Cayetano empezó a tener importantes problemas de salud, sufriendo frecuentes ataques de epilepsia y cayendo en una severa depresión. Los testimonios de aquellos tiempos indican que la infanta Isabel era más su enfermera que su esposa.
Finalmente, convencido de que verdaderamente era gafe y de que nunca podría conseguir ser verdaderamente feliz, se suicidó pegándose un tiro en la cabeza el 26 de noviembre de 1871, cuando tenía tan solo 25 años. Dejaba a su esposa Isabel viuda y sin hijos a los 19 años, iniciando los trámites para conseguir una dispensa papal que la permitiera enterrar a su marido en territorio sagrado, algo vedado para los suicidas en ese momento.
La infanta Isabel, desengañada de la vida matrimonial después de esta experiencia, se negó a volver a casarse y permaneció viuda hasta su muerte el 23 de abril de 1931, pocos días después de que se proclamara la II República. El infante “gafe” reposa actualmente en el panteón de infantes de El Escorial, en un sepulcro donde aparece su nombre y su inscripción que lo identifica como yerno de Isabel II, la misma que empezó a gritar cuando vio el sable que la había legado el difunto, temiendo que le persiguiera la suerte del “gafe”.
-Para saber más:
Juan Balansó dedica a este desgraciado infante una sección en su libro “Los diamantes de la Corona”, donde aparecen principalmente anécdotas que hablan de la condición de gafe de don Cayetano. Además de en esta obra, se puede obtener información sobre él principalmente en las biografías dedicadas a su esposa. Destacan entre las obras dedicadas a esta última la reciente obra escrita por María José Rubio titulada “La Chata: la infanta Isabel de Borbón y la Corona de España” y la ya clásica biografía de José María Ortega-Morejón “Doña Isabel de Borbón, infanta de España”.
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