El señalado como creador del Pop Art británico, David Hockney, según se puede leer en las páginas del periódico The Sunday Telegraph, a sus 71 años de edad, ha abandonado los pinceles para crear sus millonarios trabajos artísticos con el ordenador.
Dice que utiliza Photoshop para dar color y forma a los cuadros que va a vender en series numeradas entre 7.700 y 21.000 euros. Habrá que ir ahorrando…
El artista británico, además de servirse del programa de edición de diseño y dibujo Adobe Photoshop, emplea una tableta electrónica conectada con su ordenador y visualiza en una gran pantalla.
Según declaraciones del pintor, que prefiere el lienzo, en el ordenador se “pierde textura física, pero se gana velocidad con el color“.
Por otro lado, asegura una evidencia: “Con un pincel, todo sería mucho más lento”.
El condado de Yorkshire y sus paisajes, cerca de su actual domicilio, en Bridlington, son el objeto de sus primeras obras realizadas con el ordenador.
Campiñas que esperan ser contempladas por el gran público en el primer semestre de 2009 por primera vez.
Se estrenarán en una galería de Londres.
Según han publicado diversos medios de comunicación, el crítico Hans Ulrich Obrist, quien ha sido testigo del trabajo realizado por Hockney se sorprendió al pensar que se trataban de pinturas, no de creaciones realizadas con computadora.
Hockney, siempre ha sido un pintor que ha experimentado. Ha utilizado la fotografía (utilizaba una cámara Polaroid) o el collage, muy propio del Pop Art… Por ello, esta iniciativa de ser uno de los primeros artistas ya consagrados que utiliza abiertamente el ordenador y programas de edición de imagen entraba dentro de lo previsible para la crítica.
David Hockney, ya septuagenario, fue uno de los precursores del Arte Pop en Gran Bretaña
Hace veinte años, esta obra, “Beverly Hills Housewife” (Ama de casa de Beverly Hills), fue expuesta al público por última vez. Fue en el Reino Unido. Cuando comienza el siglo XXI, esperando ser subastada y con Hockney aún vivo, se habla de que podría alcanzar los siete millones de euros cuando en la sala de la casa de subastas Christie’s suene el martillo sobre la mesa en la última puja.
Seguiremos ahorrando.
La obra pertenece a la colección de Betty Freeman.
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