La semana pasada fui con mi hijo a ver, como visitante, el partido Deportivo-Sporting, catalogado como de “alto riesgo”. Estuvimos con la camiseta del Sporting rodeados de aficionados deportivistas. No hubo ningún problema; más bien al contrario, predominó la cordialidad. Nosotros celebramos el gol del Sporting, y ellos y ellas el del Deportivo. Donde para nosotros era un penalti claro, para ellos era una “comedia” del jugador de nuestro equipo. En estos partidos, la pasión es intensa, pero también demuestra que el respeto entre aficiones es posible. Y si es cuestión de educación, pues a educar.

En estos partidos, la pasión es intensa, pero también demuestra que el respeto entre aficiones es posible.

Es obvio que quienes fomentan la violencia en los estadios no son los aficionados comunes, sino los dirigentes de los clubes y las autoridades políticas. En ese partido no hubo mayores incidentes, salvo algunas trifulcas entre personas ebrias de ambas aficiones. No tuvimos problemas, no solo porque íbamos como una “familia” —circunstancia que puede desinflar un poco la agresividad—, sino porque alguien que paga una entrada debería poder disfrutar del partido sin conflictos. Estos conflictos suelen ser el resultado de medidas desproporcionadas o directamente ineficaces tomadas desde los despachos. Saben quiénes son los conflictivos, les dan las entradas, les dejan embriagarse e impiden a los que no lo somos de ir a ver un simple partido de fútbol. No hay ningún problema real entre coruñeses y gijoneses; al contrario, nos llevamos muy bien y nos apreciamos mutuamente.

Alguien que paga una entrada debería poder disfrutar del partido sin conflictos (…) No hay ningún problema real entre coruñeses y gijoneses; al contrario, nos llevamos muy bien y nos apreciamos mutuamente.


La precaución, sin embargo, era necesaria. Revisé bien las normas antes de ir para asegurarme de que podríamos entrar con la camiseta del Sporting. En clubes como Boca Juniors, por ejemplo, está explícitamente prohibido en sus condiciones de entrada. Aun así, fui preparado, con ropa alternativa, y llegamos temprano al estadio para resolver cualquier inconveniente que pudiera surgir. Finalmente, no hubo problemas. Más tarde, escuché en la radio que, a un niño de cinco años, aficionado del Espanyol, no le permitieron entrar con su camiseta al estadio del ¡Girona! Entiendo que se prohíba la entrada con camisetas, banderas o símbolos insultantes, anticonstitucionales, etc., pero de ahí a no permitir el ingreso con la camiseta del equipo visitante… esto solo refleja el nivel intelectual de ciertas políticas y normas en nuestra sociedad. Estas decisiones no protegen a nadie; solo alimentan la absurda división entre aficiones.

En cambio, celebro que el Barça haya cerrado la hipócritamente llamada “grada de animación”. Estas gradas, además de fomentar la violencia, el alcoholismo, la drogadicción y el fascismo, suelen ofrecer entradas a precios ridículamente bajos. Además, carecen de creatividad: repiten los mismos cánticos que los demás equipos, cambiando únicamente el nombre.

Estas gradas (de animación), además de fomentar la violencia, el alcoholismo, la drogadicción y el fascismo (…) La verdadera afición es la que llena el estadio de diversidad, amigos, familias y respeto.

En lugar de animar, coartan precisamente la capacidad de animación del resto del estadio. Ningún equipo necesita una “grada de animación” controlada por grupos violentos para ganar. La verdadera afición es la que llena el estadio de diversidad, amigos, familias y respeto, no de imposiciones ni radicalismos. Es más, en esa ridiculez, a veces, de esas gradas de animación de hacer “huelga” (no animar al equipo o dejar vacía su grada) para protestar porque no les gusta que se les critiquen, el equipo suele ganar.

Celebro que el Barça haya cerrado la hipócritamente llamada “grada de animación”. Estas gradas, además de fomentar la violencia, el alcoholismo, la drogadicción y el fascismo

Las gradas de animación del partido Deportivo-Sporting, antes de empezar el partido, se empezaron a insultar. Mirando eso, por un lado, me decía que por parte de la que se supone es de mi equipo, no era la mejor manera de entrar en casa ajena. Por otro lado, no era tampoco la mejor manea de la local de dirigirse a la forastera. E

l partido sobre el terreno de juego, por suerte, fue tranquilo, un partido normal, compitiendo sin conflictos inútiles entre jugadores, jugaron, dentro de sus capacidades, al fútbol. A las gradas de animación les daba igual, se insultaron durante todo el partido. Es decir, independientemente de lo que ocurra en el campo, ellas a lo suyo, molestando a la inmensa mayoría de los aficionados.

Rescatan para justificarse episodios polémicos de partidos de incluso más de una década. Si bien soy crítico también con los tifos que “realizan” esas gradas de animación, pensando que necesitan una buena tesis doctoral que los estudien como dato sociohistórico interesante para comprender nuestras sociedades actuales ya que la mayoría están repletos de imágenes de vikingos, caballeros medievales o de cualquier simbología anterior a la propia creación del fútbol y por supuesto de la mayoría de los equipos, el de ese partido en concreto no fue de los más rocambolescos.

Los tifos que “realizan” esas gradas de animación (…) necesitan una buena tesis doctoral que los estudien como dato sociohistórico interesante para comprender nuestras sociedades actuales

La máxima rivalidad del Sporting, conocida incluso en Kazajistán, es con el Real Oviedo. No obstante, cualquier oviedista debería poder venir al estadio de El Molinón con su camiseta, ya que ha pagado su entrada. Celebrará los aciertos de su equipo, nosotros no, y viceversa. Pero, lamentablemente, intentar que mi hijo vea al Sporting en Oviedo será como ir a un escenario de guerra. Nos meterán en un bus cuatro horas antes del partido, con suerte rodeados de gente tranquila, y con mala suerte, entre personas ebrias. Llegaremos dos horas antes al estadio, donde permitirán el ingreso de estos borrachos, quienes descansarán unos 15 minutos solo para volver a emborracharse e insultar a diestro y siniestro. Después del partido, tendríamos que esperar una hora más para regresar a Gijón. Mientras tanto, los dirigentes de los clubes seguirán creyéndose dioses y, en realidad, riéndose de los aficionados. Esto no es fútbol, no es un entretenimiento del “pueblo”, es un espectáculo diseñado para lucrar con el enfrentamiento.


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Derechos y toxicidad en el fútbol moderno
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Derechos y toxicidad en el fútbol moderno
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¿Es posible disfrutar de un partido de fútbol sin violencia? Yván Pozuelo Andrés analiza la experiencia de asistir a un encuentro de alto riesgo como aficionado visitante y cuestiona las medidas de seguridad que fomentan la división entre aficionados.
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Yván Pozuelo Andrés
Historiador, profesor en CIFP Escuela de Hostelería y Turismo.

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