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👁️‍🗨️¿Dónde está el cadáver de Lope de Vega, Quevedo, Tirso de Molina y Calderón de la Barca?



Reactivada la búsqueda de los huesos de Cervantes, perdidos durante siglos, ha vuelto a poner de relieve la realidad de que todavía ignoramos cuál ha sido el destino de los restos mortales de algunos de los escritores más importantes de nuestra historia.

¿Quieres saber cuáles son algunos de nuestros grandes escritores cuyos restos siguen perdidos?

En muchas de las grandes ciudades de Europa, como París, Londres o en las cercanías de Ratisbona, se encuentran grandes monumentos en cuyo interior se realiza un perpetuo homenaje a los grandes personajes de la historia y la cultura de cada uno de los distintos países, donde los escritores y dramaturgos tienen siempre un protagonismo especial.

El Panteón de Hombres Ilustres de París, el famoso Rincón de los Poetas de la abadía de Westminster y el monumento Walhalla a orillas del Danubio, son ejemplos de los homenajes que se han rendido a los grandes escritores de la nación en distintos países de Europa.


Pero, por desgracia, no contamos con un monumento similar en España. El proyecto para la creación de un panteón de Hombres Ilustres en la iglesia de San Francisco el Grande de Madrid donde se rindiera homenaje a algunos de los artistas y escritores más importantes de nuestra historia, nació y murió durante las décadas centrales del siglo XIX.

Aunque este acabó derivando en la construcción inacabada de un Panteón de Hombres Ilustres donde se albergan los restos de algunos de los grandes políticos de la Restauración, los grandes escritores y artistas de la Historia de España siguieron sin tener un lugar reservado para su homenaje.

Este olvido al que se ha condenado generalmente a la inmensa mayoría de nuestros grandes escritores y artistas se hace más categórico cuando nos damos cuenta de que, en muchos casos, ni siquiera sabemos dónde reposan sus restos mortales.

Los restos mortales de Lope de Vega

Lope de Vega (1562-1635): Junto con CervantesCalderón de la Barca, Lope de Vega es el escritor más importante del Siglo de Oro.

Lope de Vega

Firma de Lope de Vega

Dramaturgo, poeta, amante y aventurero, el “Fénix de los Ingenios” murió el 27 de agosto de 1635 después de haber experimentado muchas amarguras durante los últimos años de su vejez. Su muerte fue enormemente llorada y más de 200 escritores de la época publicaron elegías y distintas obras cantando a las virtudes y al genio del gran Lope de Vega.

Tras la procesión fúnebre que llevó al escritor desde su casa a su última morada, pasando por el famoso convento de las Trinitarias para que su hija religiosa, la también escritora Marcela, pudiera darle desde las rejas  del convento su último adiós, el cuerpo de Lope de Vega fue conducido a la iglesia de San Sebastián de Madrid.

La iglesia de San Sebastián ha sido considerada tradicionalmente como “la iglesia de los actores” y parecía el lugar ideal para ser la última morada del gran dramaturgo.

El duque de Sessa, que había sido durante muchos años el protector de Lope de Vegay al que el escritor había servido como secretario (llegando, incluso, a escribir versos a las amantes del duque), pagó 700 reales por la tumba del dramaturgo.

Fue enterrado en el cementerio de la iglesia pero, al pasar los años, no se renovó el pago que se debía hacer para mantener el alquiler de la tumba, por lo que sus huesos fueron sacados y arrojados a un osario común, que debió estar situado en la esquina de la calle San Sebastián con la calle Huertas, junto con cientos de otros cadáveres.

Hoy en día sus restos continúan perdidos y, dado que terminaron en una fosa común, no se espera que puedan llegar a encontrarse e identificarse nunca.

Los restos mortales de Tirso de Molina

Firma de Tirso de Molina

Tirso de Molina

Tirso de Molina (1579-1648): Tirso de Molina, pseudónimo del religioso mercedario Fray Gabriel Téllez, fue un prolífico dramaturgo barroco que es conocido especialmente por ser el autor de Don Gil de las Calzas Verdes y del famoso El burlador de Sevilla, cuya autoría se le atribuye.

Enormemente culto, su afición a escribir comedias de enredo y de capa y espada siendo religioso le valió muchos pesares, hasta el punto de que en 1625 se le castigó con la reclusión en un monasterio de Cuenca por esta actividad, amenazándole con la excomunión si seguía escribiendo unas obras tan poco edificantes y que tanto ofendían a la moral.

Sin embargo, la popularidad de sus escritos pronto hizo que se redimiese, aunque continuó teniendo diversos enfrentamientos con distintos personajes de la orden, vivió en lugares tan dispares como Madrid, Toledo, Trujillo y Cuenca y viajó también a Cataluña, donde residió cinco años en calidad de definidor general de su orden.

Su camino llegó a su fin en 1648, donde murió en el convento de la Merced de Almazán. Allí se pierde su pista, ya prácticamente desde el momento de su fallecimiento, pues ni siquiera se sabe a ciencia cierta si fue enterrado en el cementerio conventual de la iglesia de forma anónima, con el resto de sus hermanos religiosos, o si se le dio descanso en algún lugar especial dentro de la misma.

Los avatares del edificio tampoco ayudaron mucho a la memoria del dramaturgo.

Como ocurrió con muchos otros monumentos religiosos de España, el convento de la Merced sufrió los efectos de la desamortización de 1835, siendo los monjes que lo habitaban expulsados del lugar y los bienes que hasta entonces habían sido suyos fueron vendidos por el gobierno.

El lugar donde había vivido sus últimos días Tirso de Molina quedó abandonado y la iglesia empezó pronto a derrumbarse, por lo que las piedras de la iglesia y del convento fueron utilizadas para construir casas y carreteras.

Cuando se hizo la lista de los Hombres Ilustres que debían componer el Panteón que se proyectaba hacer, el nombre de Tirso de Molinaestaba en ella, pero ya no pudieron hallar sus restos.

Hoy en día, pese a que en las últimas décadas se ha luchado por conservar lo que queda del convento, los restos de Tirso de Molina siguen perdidos.

Los restos mortales de Calderón de la Barca

Firma de Calderón de la Barca

Pedro Calderón de la Barca (1600-1681): Otra de las grandes figuras de las letras españolas, conocida fundamentalmente por sus magníficas obras de teatro enormemente brillantes y repletas de filosofía vital y religiosa, Calderón de la Barca es, junto a Cervantes y al ya mencionado Lope de Vega, el mejor escritor del siglo de Oro y, también con estos dos compañeros, una de las figuras más importantes cuyos restos han desaparecido.

Calderón de la Barca

Sin embargo, hay que señalar que, en el caso de Calderón de la Barca, en variadas ocasiones se intentaron salvar sus restos de la desaparición, a diferencia de lo que les ocurrió a Cervantes y a Lope, aunque finalmente no se consiguió.

Calderón falleció en 1681 en la casa que tenía en la calle Mayor, siendo enterrado en la capilla de san José de la desaparecida iglesia del Salvador, que se encontraba frente a la plaza de la Villa.

Allí reposaron  tranquilos sus restos durante siglos hasta que se declaró  que el templo se encontraba en estado de ruina a mediados del siglo XIX, razón por la cual debía ser derruido.

Por ello, se empezó a evacuar todos los objetos considerados de valor que todavía quedaban en la iglesia y, entre ellos, se encontraban los restos del dramaturgo, que fueron trasladados a la sacramental de san Nicolás de esta misma ciudad.

Sin embargo, cuando en el año 1869 se reactivó la idea de hacer un panteón nacional de Hombres Ilustres, sus restos, junto con los de otros grandes escritores como Garcilarso de la Vega y Alonso de Ercilla, entre otros, fueron llevados a la iglesia de San Francisco el Grande.

Sin embargo, cuando ya se dio por abandonada la idea, se devolvieron los cuerpos a sus distintos lugares de origen, siendo llevado el de Calderón de la Barca de nuevo a san Nicolás.

Después de pasar por diversos lugares, fue llevado en 1902 a la iglesia de Nuestra Señora de Los Dolores de Madrid, donde reposaron durante décadas en un monumento. Pero, por desgracia, esta iglesia fue incendiada y destruida durante la Guerra Civil.

La iglesia quedó prácticamente en ruinas y el monumento que albergaba los restos de Calderón se destruyó por completo, por lo que se consideró que los restos del gran dramaturgo se habían perdido para siempre en el fuego. Muchos todavía piensan que fue así y que nunca se podrán hallar los huesos de Calderón de la Barca.

Sin embargo, existe la leyenda, fantasía para muchos y para otros, no tanto, que cuenta que los restos de Calderónno estaban en el monumento en el momento del incendio, sino que aún se conservaban en alguna de las paredes de la iglesia.

Unas versiones dicen que los responsables de la iglesia, ante la escalada de violencia anticlerical que asolaba el Madrid posterior al estallido de la II República, pusieron a buen recaudo los restos de Calderón de la Barca por lo que pudiera pasar.

Otra dice que, años después del incendio, un sacerdote reveló que sus restos nunca llegaron a estar en el monumento, siendo desde el principio enterrado en una de las paredes de la iglesia, aunque el religioso murió antes de desvelar exactamente dónde se encontraba.

En cualquier caso, todos los intentos de localizar sus restos entre las paredes que aún se conservan han sido infructuosos, por lo que se considera oficialmente que los restos de Calderón perecieron en ese incendio, aunque algunos románticos optimistas todavía buscan de vez en cuando, entre las paredes de la iglesia, el tesoro escondido que serían los huesos de este gran escritor.

Los restos mortales de Quevedo

Francisco de Quevedo

Firma de Quevedo

Hay muchos más escritores cuyos restos están todavía sin identificar, como los de Francisco de Quevedo que, aunque se sabe que sus huesos se conservan en la iglesia de san Andrés de Villanueva de los Infantes, se consideran como perdidos al no haberse podido diferenciar de los otros cientos de huesos que se han ido acumulando en la misma cripta a lo largo de los siglos.

Quizá algún día, como ha ocurrido con los de Cervantes, podamos tener la esperanza de llegar a recuperarlos y rendirles el homenaje que les deben los siglos.

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