Se cuenta que la opción vegetal es la elección necesaria cuando el ecosistema es un mojón de ámbito. Un barrio populoso, un grupo de amigos que decide parar su evolución natural y quedarse en el margen, aliñar sus mañanas con cerveza y hachís y mantener intacta su amistad sin necesidad de pactos ni protocolos.
Es Invencionismo puro. Una cáscara protectora, la renuncia al sistema, el anclaje al gueto, trapicheo, compra venta de todo y el INEM como segunda casa. Inventamos nuestra vida a cada momento, construimos una realidad paralela en un territorio con doble titularidad, la nuestra y la de los demás.
Yo controlo el tiempo y lo tengo todo. Yo invento. El Invencionismo es una pose incontaminada, arcano puro. Es ver venir los problemas y no solucionarlos; rodearlos.
Los invencionistas pensamos que existe la satisfacción, después la dicha, después la alegría y por último la felicidad. La felicidad es para los invencionistas. Nosotros pensamos que lo que no se piensa no existe. No existe el escándalo, ni lo prohibido, ni lo amoral, ni lo peligroso, ni lo uniforme, ni la familia tipo, ni el polvo perfecto, ni la mejor mamada, ni el mejor culo, ni lo adecuado, ni lo correcto. Tampoco existen los malos tiempos, porque a Andrés, gracias a Dios, nunca le falta el hachís.
Es un relato de perdedores que siempre ganan, una trayectoria colectiva fallida, un culto al exceso y un gusto metacostumbrista por el surrealismo cotidiano. Con una estructura de tapiz y en un escenario horma, siete amigos tienen que deshacerse de una muerta y lo hacen fieles a su vida; sin capacidad para planificar y siempre intoxicados. Lo que venía siendo una aventura mature más de Julito, termina en un chocazo y muerte instantánea.
Domingo ve venir el vendaval de mierda y marca un esbozo de ocultamiento marcado por la indisciplina grupal. Si a primera vista largar un cadáver parece poca cosa para tipos de calle, la improvisada realidad evoluciona en comedia fofa y dadá.
La mezcla de perfiles anochecidos y en alargado estado de ciego con un intento de plan necesitado de rigor, es en sí mismo un plan derrotado de inicio. Donde no hay seriedad, solo puede y debe surgir esperpento.
Pero El color de las pulgas también es una historia de amor desangrado, recio y contundente. Una pasión, la de Domingo con Luisa, de compás irregular y maleable, que recibe a cada poco los machetazos de los problemas mentales de ella y la fidelidad al Invencionismo de él. Un amor de ida y vuelta, de poza y primavera; un amor trabajado y mostrenco. El mismo amor que mueve a la felicidad y a la locura.
Más información: Ediciones del Viento
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