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Corría el siglo I antes de Cristo, concretamente el año 75 a.C cuando un joven Julio César viajaba por las tranquilas aguas del mediterráneo con destino Rodas para mejorar su oratoria. Ya sabemos que la historia de los piratas es tan antigua como la de la navegación.
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Pues bien, el barco en el que viajaba Julio César fue interceptado por un grupo de piratas de Cilicia (nombre que recibía la zona costera meridional de la península de Anatolia, ahora conocida como Çukurova).
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Según cuenta la Historia, Julio César tuvo un comportamiento demasiado audaz, teniendo en cuenta que se enfrentaba a piratas. No obstante, la jugada y su forma de actuar no le pasaron factura, muy al contrario como ahora veremos.
Está claro que los piratas no sabían a quién habían secuestrado. Personalmente, me cuesta imaginar cómo se desarrollarían realmente los hechos porque de lo que está escrito se deduce que los piratas pidieron un rescate de 20 talentos -no sabemos exactamente a quién, sin tener la sospecha de que ese tipo era nada menos que Cayo Julio César- (el talento era la unidad de medida monetaria utilizada en la antigüedad, un talento griego se correspondía con unos 26 kilogramos).
Sea como fuere, la audacia, como decía, del político y militar romano osó desafiar incluso la cantidad del rescate. 20 talentos le parecían pocos para tan noble figura y les dijo que mejor pidieran 50 talentos por él.
Los 38 días de secuestro de Julio César
Fueron 38 días de secuestro en los que Julio César no hizo otra cosa que seguir su ritmo de vida, limitado por las circunstancias y, con toda seguridad, dejar descolocados y estupefactos a sus captores en muchos momentos.
Se dice que los hacía reunir a su alrededor para hacerles escuchar los poemas y discursos que estaba escribiendo en ese momento; que igual los trataba con cajas destempladas por analfabetos cuando no entendían el sentido de sus escritos o se entretenía con ellos jugando. En más de una ocasión le amenazó con algo que terminaría haciendo: crucificarlos… Algo que los piratas se debieron tomar a broma, quizá esa actitud tan prepotente causara en aquellos hombres tan básicos la impresión de que estaban ante un rico excéntrico, pero inofensivo.
Fue así que, tras el pago de la cantidad acordada, tras 38 días de cautiverio, Julio César quedó en libertad.
Aunque no ostentaba cargo público en la ciudad griega de Mileto, en la costa occidental de Anatolia, César logró levantar una pequeña flota naval con objeto perseguir a los piratas. No fue difícil encontrarlos, permanecían acampados en la isla donde había estado recluido, y los trajo de vuelta como sus cautivos. Cuando el gobernador de Asia pareció vacilar en castigarlos, César fue a la prisión donde estaban recluidos y mandó que los crucificaron a todos.
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Para saber más: la historia del secuestro contada por la Enciclopedia Británica
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