Cómo es [y será] el hombre del futuro. Vivirá siempre conectado, pegado a sus máquinas y estará permanente socializado

Dice la teoría de la evolución de Charles Darwin que el ser humano proviene del mono, sin embargo su afán por la supervivencia le llevó a una serie de esfuerzos que acabaron por provocar diversos cambios morfológicos cuya, tal vez, principal consecuencia, fue una mayor posibilidad de crecimiento del cerebro y con ello… de desarrollo de la inteligencia. Fue así como poco a poco el ser humano superó su propia naturaleza y a veces, a la propia naturaleza.

Circula por ahí un ya muy conocido gráfico que muestra, literalmente, el perfil evolutivo del ser humano. Dicho gráfico comienza con el perfil de un mono que, de izquierda a derecha, se muestra cada vez más erguido hasta acabar finalmente, sentado frente a un monitor.

Ésta última imagen trata de reflejar lo que ahora somos, al menos en el mundo más desarrollado en términos tecnológicos. Pero la evolución del hombre (en sentido genérico), así como la evolución de la tecnología, se caracterizan por presentar una velocidad de avance cada vez mayor de tal forma que, el gráfico al que hacía mención ya está quedando desfasado.

Hombres y mujeres a lo largo y ancho del planeta caminan ya de forma inexorable hacia una fusión: la fusión del ser humano y la tecnología. Una fusión que no hay que entender en sentido estricto y literal, si no que se refleja en lo que bien podríamos denominar “homo technologicus”, o ese ser humano incapaz de vivir sin algo que funcione a pilas o a batería cerca de él.


Es una evidencia, y esto ya lo hemos tratado aquí mismo en más de una ocasión, que las nuevas tecnologías de la comunicación han transformado y están transformando nuestro mundo.

Hace poco más de una década, te “dabas con un canto en los dientes” si tenían en casa un ordenador personal que “pesaba como un muerto” conectado a una red que tardaba lo suyo en conectar, previo ruidito estridente por muchos hoy desconocido, y que se cortaba cada vez que llamaban a casa por teléfono.

Hoy sin embargo, la red va con nosotros a todas partes. En mi humilde opinión, esto es más bueno que malo, el problema quizás se produce cuando roza la obsesión.

Hay un capítulo, creo recordar que de la serie de animación Padre Made In USA, en el que, en pleno apocalipsis y ascenso (o descenso) de las almas, un personaje anónimo grita: “¿por qué deposité mi fe en la tecnología?”. El ejemplo tal vez no sea el más acertado, pero la frase es bien ilustrativa del tema que nos ocupa.Si admitimos, pues sería craso error no hacerlo, que caminamos con paso firme hacia una mayor “tecnologización” de la sociedad,  ¿cómo sería, o cómo es, el homo technologicus perfecto?

El homo technologicus puede ser hombre o mujer, alto o bajo, gordo o flaco, puede ser negro, blanco o amarillo, pero si por algo se caracteriza es por vivir permanentemente conectado. El homo technologicus se ha facilitado, aunque a veces también se ha complicado, la vida a través de la tecnología.

Trata de dejar de un lado el papel y el boli así como todo tipo de aparatos “convenciales” en pro de vestirse, a veces literalmente, con toda una serie de dispositivos que le mantengan fielmente conectado al mundo que le rodea.

El homo technologicus puede vestir de traje o con vaqueros, pero se caracteriza por portar una mochila o bandolera a medio camino entre la elegancia, lo sport y el casual wear, donde introduce todo aquello que no puede colocar en su cuerpo. A saber: ordenador portátil, cuanto más finito y ligero mejor; tablet, evidentemente a la última moda y, también evidentemente, conectada a internet con la que leer un libro mientras viaja en metro o en bus, consultar el correo, repasar las novedades en redes sociales o leer la prensa entre otras muchas actividades; acompañada de su preceptivo stylus o lápiz táctil para escribir a mano en el tablet (no nos olvidemos que el homo technologicus desea que el boli y el papel formen parte del pasado); smartphone, básicamente para lo mismo que la tablet, pero en pequeño. ¡Ah si! Casi se me olvida, y para llamar y recibir llamadas, que con tanto whatsapp, line, twitter y demás ya es para lo que menos se usa.
Y si nuestro homo technologicus quiere ir a la última “technomoda” no puede faltarle lo último en tecnología “wareable” o de vestir, el smartwatch, ese reloj inteligente que, además de mostrarnos la hora, ¡faltaría más!, nos enseña notificaciones de mensajes, correos, alertas, llamadas, etcétera, pero sin que tengamos que sufrir el enorme esfuerzo que supone sacar el smartphone del bolsillo del pantalón J.

El Homo Technologicus

Pero la vida digital de nuestro homo technologicus no acaba ni mucho menos ahí. Es cuando llega a casa dónde le espera todo un universo de dispositivos listos para satisfacer su sed tecnológica. El homo technologicus no se limita al ordenador portátil, si no que también cuenta con un ordenador personal, potente, estiloso, de gran capacidad en el que ver a tamaño grande todo lo que ya ha visto en su smartphone y tablet, continuar el trabajo de la jornada o sus proyectos personales o descargar las fotografías que ha tomado con su flamante smartphone; cuenta también con un potente disco duro en red, con tropecientos gigas de capacidad, repleto de películas, música, fotografías, documentos, etcétera para cuyo acceso no necesita ni levantar una ceja pues la red wifi que ambienta el aire de su hogar le trae todo cuanto desea a la pantalla que tiene ante sus ojos.

Y cuando la jornada laboral ha concluido definitivamente y nuestro homo technologicus se traslada al salón para cenar y tomarse su tiempo de relax, enciende la televisión. Pero no se trata de un televisor cualquiera, ¡qué va!. Si no de un nuevo televisor inteligente, un Smart TVde esos conectados a internet desde el que podrá acceder a todo tipo de contenidos y hasta volver a consultar su correo o interactuar de nuevo en Twitter o Facebook

Y todo ello, smartphone, tablet, smartwatch, smart TV, stylus, portátil, ordenador de sobremesa, disco duro, televisión y todo cuánto exista o vaya a existir, perfectamente sincronizado entre sí y conectado a la red de redes, para no perder detalle de nada, para que todo esté en todas partes.

Éste es, grosso modo, el retrato del homo technologicus del siglo XXI, el hombre pegado a la máquina, el hombre a todas horas “socializado”, el hombre permanentemente conectado al mundo. A veces yo mismo me preocupo, cada vez estoy más convencido de que camino a convertirme en ese homo technologicus.

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Jose Alfocea
Murcia, 1980. Licenciado por la Universidad de Murcia en Historia y Periodismo. Profesor de Historia. Bibliotecario. Amante del Arte, la Historia, la Comunicación, la educación y las Nuevas Tecnologías. Colaborador en medios digitales. También en mi blog: jalfocea

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