Desde Actually Notes nos acercamos a esta excelente película, en la que el director – Ermanno Olmi – recrea la Italia de principios del siglo XVI.
Para ello concentra su objetivo en los últimos días de vida de Giovanni de Médicis, ilustre capitán de las tropas del Papa Clemente VII – el también Médici Giulio –, frente a las tropas imperiales del emperador Carlos V, que se dirigían a la ciudad eterna y que protagonizarían el famoso Saco de Roma.
El oficio de las armas, contexto histórico
La citada rivalidad venía de lejos, pero ya en los años veinte y ante el omnipresente peligro otomano y la continua belicosidad francesa, se conformó una liga antifrancesa con el emperador, Inglaterra, el papa Adriano VI y la mayoría de los estados italianos, incluida Venecia.
Después de la muerte del Papa y de la deserción de filas francesas del condestable de Borbón, Francia entró en Milán, pero fue estrepitosamente derrotada en Pavía frente al ejército imperial en 1525.Esta gran victoria le confirió a Carlos V un poder formidable, lo cual provocó cierto recelo entre los que eran hasta entonces sus aliados.
Poco después estalló un segundo conflicto hispano-francés en Italia.
El nuevo papa Clemente VII y los Estados italianos independientes –Venecia, Florencia y Milán- junto con Inglaterra y Francia formaron la Liga Clementina en 1526, frente al extraordinario poder hispánico en la península italiana, centrado en el Milanesado y en Nápoles.
Así pues, frente a esta Liga, las tropas imperiales entraron en Italia por el sur y por el norte: por Nápoles llegaron a los Estados Pontificios tropas españolas y napolitanas, las cuales perpetraron el primer Saco (o Saqueo) de Roma en febrero de 1527; mientras tanto los landsquenetes alemanes, bajo el mando del condestable de Borbón (en la película estaban bajo el luterano general Frunsberg), saquearon Roma poco después, tras haber cruzado Italia por el valle del Po.
Tras estos sorprendentes acontecimientos se produjo una batalla propagandística inusitada: unos acusaban al emperador de apresar irresponsablemente a la cabeza de la cristiandad por obra y gracia de soldados protestantes, y los otros se defendían arguyendo su ausencia total de responsabilidad en los saqueos y atribuyendo estos a un castigo divino sobre la Iglesia.Además del apresamiento de Clemente VII, que fue liberado a finales del año 1527, se expulsó de Florencia a la poderosa familia de los Médicis.
Crítica EL OFICIO DE LAS ARMAS
Dirigiendo la mirada a la película, lo primero que resalta es la excelsa representación del juego político y diplomático acaecido en los Estados italianos, incluso en los más pequeños como Mantua o Ferrara, que ejercieron un papel clave en esa partida de ajedrez que se estaba celebrando entre imperiales y pontificios, con el avance de los primeros hacia la Roma de los segundos.
De tal suerte, sobrevuelan claramente por el tablero de juego el pensamiento político y los escritos de Maquiavelo (y su ‘virtú’ política) o de Guicciardini (con su razón de estado).
El protagonista, Giovanni de Médicis (también llamado Juan de las Bandas Negras), puede ser considerado, así lo hace el director, como uno de los personajes destacados en la “protohistoria” de Italia, tanto es así que luchó a favor de los intereses de los Estados italianos en contra del peligroso expansionismo francés y, después, contra el peligro imperial, es decir, siempre junto a alianzas de la mayoría de Estados italianos libres.
Aunque la anterior afirmación puede y debe aceptar matices, lo cierto es que algunos personajes, también el Papa Julio II, pueden ser considerados incipientes defensores de una cierta idea de identidad nacional italiana, idea que, en todo caso encabezaban los Estados Pontificios.
Otro aspecto reseñable presente en El oficio de las armas es el surgimiento de las armas de fuego.
En cierto modo, ese hecho produjo un gigantesco cambio en la forma de hacer la guerra.
De un modelo medieval, basado en armas como la espada o el hacha y con gran importancia de la valentía, la decisión y el vigor del soldado, se pasa a un modelo moderno, en el cual van acaparando más poder las armas de fuego, ya sean arcabuces para la infantería o cañones de artillería arrastrados por caballos, con los cuales se podía causar daño desde lejos.
Este cambio tan enorme conlleva, en opinión muchos contemporáneos, la pérdida de una forma de hacer la guerra más valiente e, incluso, más heroica, tan es así que los reyes y los grandes generales hubieron de ir dejando progresivamente de combatir en primera línea por temor a las mismas.
Este cambio en el oficio de las armas se muestra con todo su dramatismo en Giovanni de Médicis: gran capitán de las tropas pontificias, que es herido por la artillería en el curso de una artimaña de los imperiales alemanes, que no se atrevían a luchar abiertamente. Esta pérdida de virtuosismo y heroísmo en la guerra era un habitual motivo de queja entre muchos “románticos” y es uno de los temas centrales de la película.
Estas reflexiones nos traen a la memoria ciertas páginas de El Quijote de la Mancha en las que se pone en boca del citado protagonista un discurso sobre las armas y las letras del que se puede entresacar estas añorantes palabras:
“Bien hayan aquellos benditos siglos que carecieron de la espantable furia de aquestos endemoniados instrumentos de la artillería, a cuyo inventor tengo para mí que en el infierno se le está dando el premio de su diabólica invención, con la cual dio causa que un infame y cobarde brazo quite la vida a un valeroso caballero…
Y así, considerando esto, estoy por decir que en el alma me pesa de haber tomado este ejercicio de caballero andante en edad tan detestable como es esta en que ahora vivimos; porque aunque a mí ningún peligro me pone miedo, todavía me pone recelo pensar si la pólvora y el estaño me han de quitar la ocasión de hacerme famoso y conocido por el valor de mi brazo…”.
El oficio de las armas mantiene una ambientación tan cuidada y subyugante que ensimisma irremediablemente al espectador atento, muy en especial gracias a un ‘tempo’ narrativo sosegado, pausado, casi como si se hubiera rodado en la época si se permite el anacronismo.
La música, o su ausencia puntual, no hacen sino acrecentar la sensación de haber regresado al siglo XVI, en lo que parece más una lección de historia que una película rodada en el año 2001.
Terminantemente esta rara y excelente película merece ser tenida muy en cuenta y apasionará a los amantes de la historia y, también, del buen cine.
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