[contiene spoilers] De vez en cuando aparecen en la cartelera, son películas poco promocionadas, de las que te recomienda un amigo y que apenas duran dos semanas en los cines. Pero lejos de ser productos de usar y tirar, son obras que invitan a la reflexión, sugieren y evocan ideas sobre temas actuales.
Es el caso de “El profesor” de Tony Kaye, el director de la reconocida “American History X“. Toda una garantía.
“Detachment“, el título en inglés, alude a la separación inevitable que se produce entre un profesor sustituto y sus alumnos. La película tiene múltiples aristas y diversas lecturas, enriqueciendo un conjunto que en lo estético se sirve de modernas técnicas narrativas como la inclusión ocasional de dibujos en movimiento trazados en la clásica pizarra escolar, o los extractos en los que el protagonista habla a la cámara cual si fuera una entrevista.
Aunque con un estilo algo fragmentado, se nos presenta la solitaria existencia de Henry Bathes (interpretado por Adrien Brody), un joven profesor sustituto cuya mejor cualidad es su gran facilidad para empatizar con los alumnos, aunque por contra se ve incapaz de establecer relaciones duraderas.
Los seguidores de los Simpson recordarán aquel episodio en el que un joven y brillante profesor sustituto lograba estimular intelectualmente a unos alumnos apáticos y conectaba particularmente con Lisa.
Pues bien, la película se sirve de ese hilo argumental para profundizar sobre el tema siempre espinoso de la educación pública, en este caso estadounidense aunque es perfectamente asimilable a los sistemas educativos del resto de países occidentales.
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“El profesor” pretende resultar deprimente y lo consigue: a través de una realidad compleja e ininteligible, la soledad de los personajes, la clara percepción del talento desaprovechado, la demencia del abuelo del protagonista, los inconexos flashbacks sobre su madre (cuyo misterioso desenlace se resolverá casi al final), la paternal y complicada relación con una prostituta adolescente…
Pero, por encima de todo, despunta la dramática situación de la educación focalizada a través del colegio en el que aterriza Henry.
Profesores temerosos, desequilibrados, desmotivados y desquiciados; alumnos desnortados, problemáticos, acomodados y apáticos; un sistema de educación errático, incapaz y mediocre. Subrepticiamente aparecen algunos de los problemas de base, es decir, la deshilachada situación familiar de alumnos y profesores, la influencia perniciosa de los medios, el individualismo, el hastío vital… El trasfondo último es el de un fracaso, un gran fracaso colectivo cuyas consecuencias aún no son del todo visibles.
En relación con lo anterior, la película ofrece una desoladora secuencia con la fiesta escolar llamada Noche de los Padres en la no aparece ninguno. Se escenifica así la desidia, renuncia más bien, de los padres a educar a los hijos.
Por su parte, Henry es el desesperado contrapunto de todo lo anterior, de inusitada sensibilidad, lúcido, bienintencionado y competente en su vocación; consecuentemente no encuentra su sitio, el que le correspondería por sus cualidades, en un sistema y en una sociedad decadente y fracasada.
El desenlace es uno de los puntos fuertes del film. A modo de alegoría, el profesor Henry se despide de su clase, al principio llena y después vacía, recitando el arranque de uno los cuentos más melancólicos jamás escritos: “La caída de Casa Usher” del maestro Edgar Allan Poe.
En la obrita se narran magistralmente los últimos días de Roderick y Madeline, hermanos y postreros descendientes del linaje Usher.
Cuando llega a la casa un amigo de Roderick, el protagonista, se suceden los acontecimientos: a la deprimente y melancólica atmósfera que rodea el lugar se suman las inusitadas enfermedades de carácter que aquejan a ambos hermanos y que se agravan lo indecible hasta el espantoso final.
Este cuento, aplicado a “El profesor” funciona metafóricamente a varios niveles, la escuela se transforma estéticamente en la Casa Usher, que también sirve como metáfora del estado interior de profesores y alumnos, y, por añadidura de la decrepitud y hundimiento del sistema educativo.
La película comienza con una cita del existencialista Albert Camus, muy significativa del tono filosófico de la cinta, pero es con el fantástico epílogo alegórico de Poe con el que alcanza una gran altura visual e intelectual, digna de ser aprehendida.