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Realidades del Derecho de Pernada en el mundo medieval
El derecho de pernada ha quedado para la posteridad como una práctica inherente a la Edad Media europea, gracias principalmente a la imagen equivocada que ha dado la literatura y el cine al respecto.
Todos los aficionados al cine podemos recordar claramente la película Braveheart (1995), en la que el joven William Wallace y su adorada Murron…
… debían ocultar su enlace para evitar que ella se viera obligada a acostarse con el señor cuando ejerciera este derecho sobre ella o, más recientemente, se habla de él en la popularísima saga de George R. R. Martín “Canción de fuego y hielo”, considerándola como una práctica que todavía se llevaba a cabo en algunos lugares y de cuya aplicación “ilegal” nació el personaje Ramsay Bolton, por citar algunos ejemplos bien conocidos de la fama postrera que ha tenido esta práctica en la ficción.
Pero, ¿existió realmente el derecho de pernada?
Según la creencia popular, el derecho de pernada (también llamado “el derecho de la primera noche” o “el derecho del señor”) era aquel privilegio por el que un señor tenía el derecho de acostarse con la esposa de cualquiera de sus vasallos durante la primera noche después de que se produjese la boda como forma de reafirmar su poder.
Este supuesto derecho sería ejercido continuamente y no sería contestado realmente por la población o por los gobernantes hasta la Edad Moderna, considerándose como una de las imágenes más icónicas de la supuesta oscuridad y barbarie que protagonizaron el Medievo europeo.
Sin embargo, la mayoría de los historiadores defienden que el derecho de pernada, tal y como se describe en el párrafo anterior, no llegó a existir y que no hay pruebas concluyentes de que así fuera.
¿Se han comprobado los malos usos del derecho de pernada?
Muchos estudios han hablado de la violencia sexual y los abusos de poder que los señores ejercían sobre las mujeres en diversos momentos y lugares de la Europa Medieval, pero nunca se ha podido comprobar que dichos “malos usos” (según las palabras de la época) fueran vistos con buenos ojos por la sociedad y mucho menos amparados por la legislación del momento.
Los defensores de su existencia, por otra parte, indican que el derecho de pernada se vincularía al ámbito del derecho consuetudinario, por lo que no aparecería en las legislaciones habituales y que sí existen testimonios.
Si bien muy residuales, en algunos documentos como en el código de “Las Siete Partidas” de Alfonso X “el Sabio” y también en la llamada Sentencia Arbitral de Guadalupe que firmó Fernando el Católico en 1486 aboliendo los malos usos y otros abusos que se llevaban a cabo en aquel momento según las protestas de la población, así como en otras fuentes a nivel europeo.
Derecho de Pernada, un abuso de poder
Aún así, la mayoría de los expertos considera actualmente que el Derecho de Pernada debe su existencia a un abuso de poder o una “mala praxis” más que a una costumbre socialmente aceptada.
El matrimonio de un vasallo era un momento en el que el señor aprovechaba para demostrar su dominio sobre dicho servidor y su nueva familia; por ello, los vasallos estaban obligados a pedir permiso a su señor para contraer matrimonio.
Muchas veces incluso debían pagar una cierta cantidad a su señor para casarse y se realizaban una serie de rituales de tipo simbólico en los que el señor evidenciaba su condición superior a la de sus vasallos.
Entre esos rituales, se ha mencionado el hecho de que la mujer se tendía en la cama y el señor pasaba por encima de ella, se acostaba en la misma cama o incluso tendía una de sus piernas en dicha cama, como símbolo de su poder sobre la mujer que por matrimonio era ahora también su vasalla, actuaciones que en ningún momento tenían un cariz sexual y que se realizaban de manera pública.
El derecho de pernada, finales del siglo XVIII
La creación de la imagen del derecho de pernada tal y como la conocemos podemos situarla a finales del siglo XVIII.
Momento en el que los nuevos movimientos políticos y las novedosas concepciones sobre la sociedad hicieron que se vertieran graves críticas sobre la nobleza, donde se le acusó de prácticas aberrantes y de tener derechos “contra natura” como el que nos ocupa y varios otros, como el derecho que se suponía que tenía el señor de exterminar y apropiarse de todos los alimentos procedentes de sus campos para su propio beneficio o, incluso, su derecho de poder asesinar a sus vasallos a voluntad.
El mismo Voltaire aceptó y declaró que el derecho de pernada y otros similares eran históricamente ciertos y la literatura lo popularizó en obras de gran fama tales como “La boda de Fígaro” de Pierre de Beaumarchais y la ópera de Mozart del mismo título, en la que el conde Almaviva intenta ejercer el derecho de pernada sin éxito sobre la mujer de Fígaro.
Desde entonces, se ha extendido enormemente la imagen de este supuesto derecho a través del cine y la literatura que ha añadido aún más oscuridad a la mala imagen que tiene la Edad Media para el gran público.
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