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Entrevistamos al nieto de Enrique Jardiel Poncela



>> Enrique Gallud Jardiel presenta su libro como una sátira amable y elegante de la literatura universal en todos sus ámbitos: autores, obras, críticas literarias…

Madrid. 26.03.2014. Nieto de uno de los humoristas más destacados de la Historia de España, un país bastante nutrido de esa rara avis que nos hace la vida más fácil al ofrecernos sonrisas, Enrique Gallud Jardiel (¿adivinan quién fue su abuelo?), presenta un nuevo libro en el que analiza la ‘Historia Estúpida de la Literatura’. Tal es su título.

Nos acercamos virtualmente hasta él para hacerle unas preguntas con la mejor intención periodística. Comenzada la lectura de su libro, nos sobresalta de asombro desde las primeras líneas. Casi sin despegar de los dedos la primera página tenemos la primera pregunta…

P. En el Prólogo de su ‘Historia Estúpida de la Literatura’ nos dice que “ha acabado hasta la coronilla de tanta erudición y tanta mandanga (…) y jura no volver a aburrir a nadie con escritos plúmbeos, como hasta ahora hacía” ¿Qué es lo que le ha abierto los ojos, qué le ha hecho despertar de ese modo?


R. La convicción que he adquirido a lo largo de los años de que las cosas malas de este mundo (guerras, injusticias de todo tipo) las provocan gentes que se toman las cosas demasiado en serio. El humor es una fuente de felicidad y la visión cómica de la vida nos permite desdramatizar el presente y soportar mejor lo que acaece. La literatura debe servir para descansar de la vida. 

P. Así las cosas ¿Qué va a encontrar el lector en su libro?

R. Una sátira amable y elegante de la literatura universal en todos sus ámbitos: autores, obras, críticas literarias, talleres de escritura. Son escritos cortos, algunos en verso humorístico, en tono de parodia, donde se desmitifica a los grandes nombres no con el fin de desprestigiarlos sino con el de divertirnos con ellos.

P. Enrique Jardiel Poncela, su abuelo, fue un magnífico escritor -no solo humorístico- y su teatro vuelve hasta nosotros de forma recurrente sin que pierda vigencia ¿Es el humor, en realidad, imperecedero? ¿O encuentra otra razón en la circunstancia apuntada?

R. Hay humores perecederos y otros imperecederos. El humor sainetesco basado en el chiste cotidiano, en el tipismo, en el lenguaje, en lo cercano, en las costumbres de un momento, pasa y no deja huella. Pero el humor intemporal, cosmopolita, basado en la situación sigue teniendo vigencia. Y el humor de Jardiel era de este tipo.

Las personas buenas, justas, correctas no son materia literaria: no interesan

P. Cambiando el tercio, vivimos en España una larga crisis económica que parece instalada ad infinitum, ¿No cree que nos falta humor para combatirla?

R. Podría parecer una frivolidad refugiarse en el humor cuando tanta gente está sufriendo. Pero incluso en épocas económicamente buenas, cada persona puede tener un drama personal. Siempre es mejor reflexionar e intentar no angustiarse en exceso. El hombre tiene poco control sobre las circunstancias exteriores de su vida: le pueden pasar muchas cosas no deseadas. Debe, por tanto, intentar controlar lo que sí está en su mano: cómo se toma las cosas que le suceden. Unamuno dejó dicho que la vida es una tragedia para los que sienten y una comedia para los que piensan.

 

P. En su libro analiza los tópicos y estereotipos del género humano con bastante inmisericordia. “Las mujeres son tontas, los hombres son brutos“… Después de miles de años sobre este mundo: ¿Tan poco inteligentes somos? ¿Y tan fácil va quedando así reflejado en la Historia?

R. Ha de tenerse en cuenta que mi libro es una gran broma y no hay que tomar al pie de la letra lo que se dice en él. Pero la versión literaria del hombre y la mujer efectivamente es así. Las personas buenas, justas, correctas no son materia literaria: no interesan, Los personajes de las grandes obras son todos gente muy rara y de ahí su atractivo.

P. Cuenta en su libro, en una curiosa anécdota, cómo realizó un extraordinario descubrimiento que trastocaría un dato histórico relacionado con la primera obra teatral conocida y escrita en castellano, que no sería la que se enseña en el colegio: el Auto de los Reyes Magos. Sin embargo, aunque quiso ponerlo de manifiesto, las Instituciones no le quisieron hacer caso. Siendo, al parecer, este tipo de descubrimientos, más usual de lo que parece. ¿Qué cree que ocurre?, ¿nos da miedo o pereza reescribir la Historia?

R. Esos descubrimientos a los que me refiero son totalmente falsos, son invención mía. Pero estoy convencido de que si tuvieran lugar, las autoridades los ignorarían. Nadie quiere cambiar la historia, nadie quiere reconocer, por ejemplo, que el Cid fue un mercenario que, en determinados momentos de su vida, cobró dinero de reyes musulmanes para matar a enemigos cristianos. Eso pondría patas arriba toda una leyenda. La historia no se rescribe por conveniencias.

P. Al hilo de lo anterior, también nos cuenta en su ‘Historia Estúpida de la Literatura’ que Gustavo Adolfo Bécquer plagió alguno de sus poemas y no deja demasiado bien parado a Cervantes, una de las consideradas figuras clave de nuestra literatura. A la par, habla de que escribir es un “estúpido arte“. Además de desmontar mitos, parece que quiera ajustar cuentas, quizá se le pueda notar resentido: ¿es así?

R. ¿Ajustar cuentas o estar resentido? ¡No, al contrario! La literatura es una de las mejores cosas que existen y a ella debo miles de horas de felicidad. He dedicado mi vida a ella. ¿Por qué habría de atacarla en serio? Todo el libro no es sino una vuelta de tuerca: utilizar la literatura para disfrutar de ella de otro modo, por vía de la parodia. Los autores de los que me burlo me son muy queridos y los conozco muy bien; de otro modo no podría escribir sobre ellos o imitar su estilo. Precisamente por el amor que les tengo, con la confianza que da esa relación, les tomo el pelo.

La literatura es una de las mejores cosas que existen y a ella debo miles de horas de felicidad.

P. Ofrece, en su libro, de forma desinteresada, consejos para escribir como un buen cuentista, incluso para ser Neruda o un poeta japonés. Al final, bien parece que vea la literatura como una fórmula matemática despojada de sentimientos. ¿Pero no cree que hasta el best-seller más estudiado no triunfaría si el lector no percibe su alma, en la historia, en los personajes…? ¿O es que quien carece de alma es el lector actual?

R. La literatura ha de tener alma, ¿qué duda cabe? Pero en ocasiones se produce la elaboración literaria mediante técnicas poco honestas y los lectores las aceptan. Eso es lo que quiero decir. Hay poetas que escriben sin rima, ritmo no medido, repitiendo ideas que ya se han dicho mil veces y obteniendo grandes éxitos por la coyuntura, lo que me parece un agravio comparativo con otros verdaderos poetas del pasado, infinitamente mejores. En estos casos la sátira es lo adecuado. O dicho de otra manera: un haiku puede estar muy de moda, pero no es comparable a un soneto en complejidad y posibilidades.

P. Para terminar, ¿le gustaría enviar algún mensaje a nuestros lectores? Hágalo, por favor, con el mismo sentido del humor con el que escribió su ‘Historia Estúpida de la Literatura’.

R. La lectura es algo muy personal, pero aún así puedo dar varios consejos a los lectores, aunque siento no hacerlo en clave de humor, porque he dormido poco y estoy algo espeso. Un consejo es que relean: un libro que no se puede leer dos veces no merece la pena de ser leído ni una sola. Al cabo del tiempo, el libro ya conocido nos aporta muchas cosas nuevas. Un segundo consejo es que sean exhaustivos. Si un libro de un autor les gusta, deben buscar y leer todo de ese autor. Entre las obras menos famosas encontrarán perlas en el fango, libros iguales o mejores que el más famoso. Los antólogos no saben dónde tienen la mano derecha y nos dicen que Fuenteovejuna es la mejor obra de Lope de Vega y cosas así. Casi siempre se equivocan. No hay que leer lo que se nos dice, sino buscar con arreglo a nuestros criterios. Otro consejo es no leer demasiado lo actual sin conocer lo previo. La obra original y de calidad es rara y las posibilidades de que se haya publicado ayer son pocas. Conocer las novelas de Ruiz Zafón (es un ejemplo) y no haber leído nada de Dostoyevski es como afirmar que en música nos gusta el Chiquilicuatre y no sabemos quién fue Mozart.

Muchas gracias.

Más información: Historia Estupida de la Literatura


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