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Novelas distópicas como 1984, Rebelión en la granja o Fahrenheit 451 nunca pasarán de moda. Primeramente por recordarnos la época en que fueron escritas, sin duda el siglo más sanguinario de la historia de la humanidad, pero también por reflejar algo tan humano y de toda época y lugar como es el insaciable instinto de poder.
Fahrenheit 451, título que hace referencia a la temperatura a la que arde el papel, fue publicado en 1953 por el escritor estadounidense Ray Bradbury.
¿Por qué Fahrenheit 451 es una novela utópica o distópica?
La historia de Ray Bradbury nos describe una sociedad futura y utópica (de ahí el nombre de distópicas) en la que los libros y la lectura están proscritos y duramente penados por un Estado todopoderoso, en la que impera el hedonismo, como máxima expresión del materialismo, y en el que los poderes públicos persiguen sañudamente a todo aquel que no se ajuste a su ley.
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El Guardián entre el centeno: análisis
La lectura ha sido suplantada por la televisión, erigida como el medio popular de entretenimiento y adoctrinamiento, auténtico paradigma de la estulticia.
El protagonista no podía estar mejor ideado, se trata de Montag, un bombero que, al contrario de lo que se pudiera esperar, tiene la función de provocar incendios quemando los libros que incautan a los “degenerados”.
Fahrenheit 451. Tráiler original
Son un nuevo cuerpo evolucionado de las antiguas policías políticas, adaptadas a un mundo nuevo, uno en el que todas las personas deben parecer y parecen felices.
Pero Montag no es como sus compañeros, a pesar de tener una bella esposa, un gran televisor y un buen trabajo no se siente feliz. Tal vez sea debido a que, al igual que el Winston Smith de 1984, vive atormentado por un difuso recuerdo de un pasado distinto.
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Un día, durante una “emergencia”, Montag coge uno de los libros que debe destruir y lo oculta bajo sus ropas. Montag sabe que no hay marcha atrás, ese hecho le ha convertido en un criminal que tarde o temprano será descubierto.
Por otro lado, el protagonista no puede evitar sentirse atraído por la lectura, convertida en esta obra, por Bradbury, en paradigma de la libertad del ser humano y del conocimiento como vía para el progreso y la mejora de la humanidad.
Desde el momento en que comienza a leer, con miedo, Montag ya no volverá a ser el mismo.
Se da cuenta de la vacuidad del mundo (personificado en su encantadora esposa y sus amigas), de la mentira oficial, de que el mundo no siempre fue así… además, entra en contacto con “salvajes”, personas excluidas a los márgenes de la sociedad cuya aportación a la humanidad consiste en poseer, en el sentido más estrictamente intelectual del término, una obra literaria.
Para los poco lectores hay que recordar que la novela fue adaptada al cine en 1966 por François Truffaut con título homónimo. Película interesante y que guarda bastante fidelidad al espíritu de la obra de Bradbury, si bien pierde en los estético al mostrar un tono vanguardista (para la época) que ha envejecido bastante mal.
En todo caso, es preferible comenzar con la novela y terminar con la película.
Fahrenheit 451 es una novela cuya lectura es muy recomendable, especialmente para los estudiantes de los institutos como punto de partida para un debate que bien podría englobar la época en que fue escrita y la época actual.
No podemos olvidar que Bradbury la pergeñó en una década – los años cincuenta – en la que EEUU, como gran vencedor de la Segunda Guerra Mundial, iniciaba su época dorada, recordemos: el extraordinario desarrollo industrial y militar (cuyo máximo exponente es la bomba atómica, que también tiene su protagonismo en la novela), el aumento de la riqueza, la popularización de los medios de comunicación como la televisión, la radio y el cine, etc.
Fahrenheit 451 fue escrita como crítica tanto al Estado que suministraba los medios de “atontamiento”, si se permite la palabra, como a la facilidad con la que los norteamericanos se sumaron a esa recién nacida cultura del entretenimiento y de la superficialidad.
A nadie se le escapa todo lo que dicha cultura del entretenimiento ha evolucionado desde entonces, aún a pesar de que el mundo actual ha perdido aquella ingenua confianza norteamericana en un mundo feliz.
Hoy día, como pudo entrever Bradbury, domina el entretenimiento rápido pero constante, encabezado por Internet, que ha suplantado totalmente, para una gran mayoría de personas del mundo, otras formas de conocimiento mucho más
reflexivas y eternas como es el sencillo arte de la lectura. Y es que, como se recordaba en la introducción, nunca pasarán de moda novelas como Fahrenheit 451.
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