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Ya habían pasado tres o cuatro décadas desde que el soldado español Bernal Díaz del Castillo había participado en la conquista del imperio azteca cuando comenzó a elaborar la crónica de unos hechos que, con el tiempo, han adquirido el título de legendarios.
Bernal Díaz, natural de Medina del Campo, era en 1570 un acomodado, aunque insatisfecho (como todo “buen” conquistador), regidor de la ciudad de Guatemala, tenía siete hijos y estaba ocupado con varias encomiendas.
Aún así, y a pesar de su cultura deficiente, algún genio divino debió de inspirarle una labor que excedía con mucho sus propias fuerzas.
La Historia Verdadera de Bernal Díaz del Castillo se escribe a remolque de otras más académicas como fueron la Historia de la Conquista de López de Gómara, o las historias de Illescas y de Paulo Jovio.
Lejos de éstas, la crónica de Bernal nace de la experiencia personal, de la vivencia de unos hechos largamente madurados por el autor, poseedor treinta años después de un contexto lo suficientemente amplio.
La principal dificultad de la obra es su lenguaje –el áspero castellano antiguo– aunque, por otro lado, tiene también su valor histórico. La crónica se presenta en un estilo sencillo, bien estructurada cronológicamente, se inicia con la salida en 1517 del puerto de La Habana hacia el Yucatán y termina con la carta de Bernal al rey Felipe II en 1567.
Entre medias tenemos un completo y minucioso relato del avance de Hernán Cortés por el territorio de los actuales México, Guatemala y Belice, con sucesos tan conocidos como “la noche triste” de Cortés o el asedio naval a la mítica Tenochtitlán de 1521, entre otros; relatos de la crónica social de la época; de conversaciones y chistes soldadescos; de descripciones de los principales conquistadores españoles fundidas, eso sí, en el colectivo (pues fue una campaña colectiva); en fin, relatos de batallas, gestas y desfallecimientos; de alianzas, oro y conversiones. He aquí algunos de los aspectos más atractivos de la obra:
La descripción de Hernán Cortés
Primeramente, hay que resaltar el gran valor de la descripción de un Hernán Cortés que sabía mandar y, sobre todo, sabía hacerse estimar y admirar.
Era, además de valiente soldado, un hábil estratega y un diplomático sublime y encantador, cualidades que raramente se dan juntas en una misma persona y que en él venían aderezadas con un toque de fortuna o, si se quiere, de gracia divina (aunque a partir de la conquista definitiva del imperio mexicano no tuvo fortuna en ninguna de las empresas que emprendió).
Los encuentros con los Indios
Pero, sin duda, lo más sugestivo de la obra son los encuentros con los indios de aquellos castellanos “arrojados” a ese mundo nuevo, remoto y nunca antes visto. Ese choque de civilizaciones es posiblemente una de las experiencias más trascendentes y fascinantes que la historia ha contemplado a lo largo de los siglos.
La descripción de los nativos no es minuciosa pero es significativa a su modo, en ese sentido tienen cabida la admiración, por los fastuosos recibimientos en ciudades como Cempoal o en el primer encuentro con Montezuma; y el terror, por ciertas costumbres indígenas como los sacrificios humanos y el canibalismo de algunos pueblos.
Cierto valor estético tienen los frescos literarios sobre la naturaleza mexicana, salvaje y agotadora, húmeda y calurosa, pesada para sus armaduras y cómplice para sus enemigos, al modo que siglos después imitaría Joseph Conrad en El corazón de las tinieblas.
Algunos defectos de la Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España
Por último se debe reconocer algunos defectos en la obra, hay inexactitudes en la nomenclatura de ciertos pueblos impronunciables, hay también errores en fechas de algunos hechos puntuales, y se puede admitir además que el orgullo conquistador de Bernal apenas si advierte a su lado a los indígenas –especialmente los tlaxcaltecas– que les ayudaron en la conquista (y que hoy sabemos que fueron esenciales)… pero son taras cristalinamente entendibles que no restan apenas importancia ni interés histórico a una obra colosal y homérica, de gran valor antropológico y, seguramente, capital a la hora de acercarnos a lo que fue la realidad de la conquista de la Nueva España.
Más información: Historia de la Conquista de México
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