De la Primera a la Segunda Guerra Mundial
La guerra y los conflictos bélicos parecen estar unidos a la misma identidad de algunos territorios. Su historia no se comprende sin ellos y son estos los que moldean de una forma determinada las naciones y estados que conocemos hoy.
Esto es especialmente cierto en el caso del moderno estado de Israel, que se encuadra en un territorio en el que, desde hace más de 50 años, se vive en un conflicto político, cultural y religioso permanente y que ha disfrutado de pocos (y siempre breves) periodos de paz.
La historia del moderno estado de Israel podemos decir que comienza a partir de la I Guerra Mundial, cuando se produce la disolución del Imperio Otomano, pero las luchas de sus habitantes por lograr la creación de un estado independiente se remontan a mucho antes.
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La zona que hoy conocemos como Israel fue conquistada por Selim I, titular del Imperio Otomano, en 1517, como parte de su conquista de Siria. Durante la práctica totalidad de la edad Moderna se mantuvo vinculada a este Imperio, hasta que la progresiva decadencia de este último en los siglos XVIII y XIX hicieron aparecer problemas en los distintos territorios que habían compuesto su extensísimo Imperio.
En el caso de la zona que nos ocupa, encontramos por ejemplo el caso del poderoso líder local Daher el-Omar, que llegó a conseguir que el Imperio reconociera la independencia de facto del llamado Emirato de Galilea, donde apenas gozaba de un poder efectivo, aunque acabó recuperando su dominio sobre el lugar posteriormente.
Igualmente, en 1799, Napoleón llegó a emitir una proclamación en la que pedía que todos los judíos de Asia y África se unieran bajo su bandera para ir a restablecer la antigua Jerusalén, aunque tales planes nunca lograron llevarse a cabo.
Estos dos ejemplos, entre varios más que podríamos poner, son antecedentes directos de los conflictos que poblarían este territorio durante el siglo XX.
El final de la I Guerra Mundial vio con ella el ocaso del otrora poderoso Imperio Otomano. Las potencias victoriosas se repartieron los distintos territorios del Imperio, siendo los británicos los que obtuvieron el control sobre la zona de Palestina, que ejercieron hasta 1948.
Durante la I Guerra Mundial, una gran cantidad de árabes se habían unido a los aliados en contra de los turcos con la idea de poder adquirir la independencia y el dominio reconocido de sus respectivos territorios (incluyendo Palestina), creencia que los británicos habían alentado para conseguir su colaboración durante la Gran Guerra. Sin embargo, al mismo tiempo que los árabes albergaban estas esperanzas, una gran cantidad de judíos se había trasladado a Israel en el contexto de la llamada declaración de Balfour.
Esta declaración, emitida oficialmente por el gobierno británico en 1917, indicaba que Reino Unido se mostraba favorable a la creación de un estado judío en Palestina después de la I Guerra Mundial, cuando el territorio quedara bajo su amparo, algo que los judíos tomaron como el reconocimiento oficial de sus derechos sobre la Tierra Prometida a la que habían deseado regresar durante siglos.
Pero tras la I Guerra Mundial las fuerzas británicas se hicieron con el control de la zona y no cumplieron las promesas que ninguno de los dos bandos consideraban que se les había hecho. Esto provocó una gran conflictividad en una zona en la que ambos bandos pensaban que los poderes occidentales les habían traicionado.
Asimismo, los árabes originarios de esta región consideraban que las potencias europeas habían fijado las fronteras que habían querido en un territorio que no era suyo, ignorando los deseos de los locales y las estructuras de poder tradicionales. Aunque muchos autores han revisado los distintos acuerdos y defienden que los poderes de las distintas regiones distaron mucho de ser agentes pasivos sometidos a los deseos occidentales, bien es cierto que el dominio británico despertó una gran oposición.
La división del territorio colonial que se le había otorgado al gobierno británico, que se produjo en 1921, proporcionó a la zona de Palestina la primera entidad propia de su historia, pero no era independiente de las autoridades británicas ni tenían un sistema de gobierno autónomo.
La creciente inmigración judía procedente de Europa avivó los temores árabes de la región de que las potencias europeas crearan un estado judío en Palestina, lo que provocó importantes enfrentamientos entre la población judía y árabe, especialmente a finales de los años 20 y durante toda la década de los 30, donde los disturbios provocaron cientos de muertos y que tuvieron que ser aplacados continuamente por el ejército británico.
Ambas etnias compartían su oposición a la autoridad británica, que ambos consideraban que les habían traicionado y que, a medida que pasaban los años, tenía cada vez menos control en la zona.
El estallido de la II Guerra Mundial en el año 1939 dio una aparente tregua a las hostilidades en la zona de Palestina, aunque las proyectaron a un nivel más internacional.
En el caso de los judíos, su inmigración hacia la zona se había multiplicado después de la llegada al poder de Hitler en 1933 y los británicos trataron de regular tal flujo de personas, impidiendo su llegada en la medida de lo posible, mientras regímenes cada vez más antisemitas se extendían por Europa. La inmensa mayoría de los judíos de Palestina lucharon a favor de los aliados y junto a las fuerzas británicas, mientras los judíos de la práctica totalidad de Europa eran masacrados.
En los años finales de la guerra, la cantidad de judíos que llegaron a Palestina fue tan grande que prácticamente podía hablarse de una invasión y el gobierno británico ya no tenía de facto ningún control a este respecto.
Tras el fin de la II Guerra Mundial, el conflicto palestino se convirtió en uno de los problemas políticos de mayor importancia a nivel internacional. La masiva emigración judía, junto con la ayuda prestada durante la Guerra Mundial a los aliados, la presión que estaban haciendo poderosas personas y grupos que estaban a favor de la creación de un estado de Israel y el recrudecimiento de la violencia vinculada a esa región hicieron que los británicos reconocieran su incapacidad para controlar la situación y dejaron la decisión sobre el futuro de Palestina en manos de las Naciones Unidas.
El 29 de noviembre de 1947 las Naciones Unidas votaron y acordaron la puesta en práctica de un plan por el cual las tropas británicas se retirarían de Palestina, al mismo tiempo que este territorio se partía en dos. Quedaría un estado gobernado por los árabes, otro judío y la zona de la ciudad de Jerusalén y Belén quedaría bajo tutela directa de las Naciones Unidas, siendo la parte territorial que tocaba a los judíos algo mayor que la palestina en consideración a la gran cantidad de judíos que las Naciones Unidas preveían que emigrarían hacia Israel después de su creación. Las autoridades judías aceptaron ese plan en un primer momento, pero con el objetivo de expandir las fronteras que se les habían impuesto mediante una ocupación efectiva de otros territorios.
Los árabes, por su parte, se negaron a aceptar dicho plan, considerándolo una traición de las potencias occidentales y una intromisión que no les correspondía.
Para ellos, esta participación significaba que les habían arrebatado un territorio que era suyo para dárselo a una colonia de inmigrantes que habían llegado contra los deseos de la mayoría de la población árabe y a causa de la inoperancia del gobierno británico, que no había podido evitarlo. Las protestas árabes no fueron oídas y el ejército judío, bien entrenado y con el apoyo de las potencias europeas, entró en el territorio asignado y lo controló rápidamente.
En mayo de 1948 los británicos abandonaron la zona de Palestina y se declara el nacimiento del estado de Israel. A finales de ese mismo año, los palestinos, con ayuda de otros estados árabes como Egipto y Siria, se lanzaron a la guerra que habían anunciado meses atrás. Es la conocida como la primera guerra árabe-israelí. Y las consecuencias de este conflicto no resuelto son las que siguen plagando este territorio aún en la actualidad, casi cien años después del fin de la I Guerra Mundial.
-Para saber más:
Existen muchos libros que tratan sobre el conflicto árabe-israelí desde muchísimos puntos de vista y siguen saliendo muchos más continuamente ya que, por desgracia, la solución a este conflicto no parece cercana. Para tener una idea general sobre las causas y el desarrollo de esta larga guerra, véase la obra de T. G. Fraser “El conflicto árabe-israelí”, la de Romualdo Bermejo y Pilar Pozo “Una tierra, dos Estados: análisis jurídico-político del conflicto árabe-israelí” y la de Albert Fort Navarro y Enrique Martínez Ibáñez titulada “El conflicto palestino-israelí: un recorrido histórico para comprender el presente”
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