Son escasas las películas religiosas que logran la heroicidad de colarse en los cines comerciales.

Es un género, el denominado espiritual o religioso, cuyo denominador común es situar a la fe y a la religión como su tema principal, generando obras maestras de la talla de El séptimo sello, de Ingmar Bergman, y La Palabra (Ordet), de Carl T. Dreyer, entre muchas otras.


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Con todo, y aún a pesar de no estar precisamente de moda, han aparecido recientemente notables ejemplos de esta categoría, sobre todo si encorsetamos a El árbol de la vida dentro de la misma. Argumentos a favor no faltan, ya que en ella se reflexiona por medio del muy peculiar y enrevesado estilo de Terrence Malik, su director, sobre los aspectos troncales del ser humano.

Su perspectiva es básicamente cristiana, aunque sea a través del subjetivo imaginario de Malik, mezclándose un fuerte simbolismo con unas pocas alusiones referenciales sobre temas como el pecado, la gracia, la oración y el sufrimiento, entre otros muchos elementos.

De dioses y hombres

Otro excelente ejemplo es la francesa De dioses y hombres, de Xavier Beauvois, cuyas cualidades estrictamente cinematográficas resultan, en general, bastante espartanas y sobrias, pero que se muestra difícilmente igualable en cuanto a profundidad moral y humana.

Es la historia de un remoto convento cisterciense en los montes argelinos del Atlas, donde una modesta comunidad de diez frailes franceses lleva a cabo su misión de oración y entrega a los escasos pobladores del entorno conventual.

De este modo, apartados del mundo, su mundo, y de sus familias se ven involucrados en la creciente conflictividad del país, a saber, las revueltas de guerrillas de mahometanos en contra del gobierno ‘civil’ del país.

En esta nueva situación, como extranjeros y como no musulmanes, la comunidad corre el peligro de ser un objetivo de los mencionados rebeldes mahometanos.

El peligro y el miedo se hacen patentes en las reuniones de la comunidad, evidenciándose el deseo de varios de ellos de abandonar el lugar, a sus habitantes y evitar así el peligro real de morir o de ser secuestrados.

Las discusiones que se producen entre los monjes son excepcionales, con argumentos de peso como el de no buscar voluntariamente el martirio, la utilidad de sus vidas, el sentido común, el miedo a la muerte… contrapuestas a las ideas de deber, valentía, caridad y coherencia con la fe y el evangelio, esgrimidas principalmente por el prior.

A medida que aumenta la tensión y el peligro, los monjes se van convenciendo a través de su cotidianeidad y su oración de que su deber y su misión es permanecer en el convento, todos juntos; escenificándose bajo los acordes de Tchaikovsky en las secuencias más emotivas, importantes y bellas de la película: la última cena, que, paralelismos aparte, es ejemplo de fe valiente, fe consciente, fe feliz, y en todo caso, paradigma del ideal cristiano respecto a la actitud frente a la muerte.

Ejemplar hasta el punto de gustar tanto al crítico de cine del diario El País (agnóstico) como a la crítica y al público en general. También se podrían citar Cartas a Dios, Cartas al Padre Jacob, Encontrarás dragones o la magnífica Katyn, pero si de lo que se trata es de aunar la temática religiosa y el éxito comercial no podemos olvidar La duda, cuyo título sirve de de epítome a la temática tratada en el presente artículo.

La Duda. reseña de la pelicula

La duda. Doubt

Basada en una obra teatral ganadora del Premio Pulitzer y protagonizada por figuras como Phillip Seymour Hoffman, Meryl Streep y Amy Adams, La duda es un thriller cuya variedad temática alcanza asuntos tan espinosos como el de los abusos sexuales a menores o tan de actualidad como la educación religiosa.

La película nos sitúa en 1964, poco después del asesinato de J. F. Kennedy y en plena época conciliar, en la parroquia de San Nicolás del Bronx neoyorquino. La película bascula en torno a la dicotomía encarnada por el padre Flynn y la hermana Aloysius. El primero es un sacerdote renovador y carismático, la segunda es la ortodoxa y severa madre superiora, que guarda estrictamente las normas del colegio de su comunidad.

Al dúo protagonista se suma, a modo de comodín, la joven e inocente hermana James, especialmente cuando le comenta a la hermana Aloysius sus sospechas de que el padre Flynn presta demasiada atención a Donald, el único alumno negro del colegio.
Tras años de tópicos cinematográficos no hace falta mucha imaginación para intuir quien es el ‘malo’ (o, mejor dicho, la ‘mala’) de la película.

Pero en La duda nada es lo que parece y los sucesivos giros del guión dotarán de complejidad a un problema de tan delicada naturaleza. Sustentados, eso sí, por medio de brillantes diálogos, además de profundos y emotivos, como los de la hermana Aloysius y la madre de Donald, los del padre Flynn y la hermana James y, muy especialmente, el escalofriante “duelo” final entre los dos protagonistas – Flynn y Aloysius –.

El epílogo final entre las hermanas Aloysius y James da un toque de emotividad, profundidad, humanidad y realismo a todo el conjunto. Se trata, en boca del director, John P. Shanley, de un homenaje y de un reconocimiento a todas las monjas de clausura, a su gran labor didáctica y asistencial, aunque por el camino la diatriba contra el sector masculino del clero haya sido de consideración.

En definitiva, la duda y la fe, como epicentros del género religioso, son temas lo suficientemente trascendentes para que el espectador actual se sienta atraído por esas raras películas que ocasionalmente asoman de entre el resto de la cartelera.

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Daniel Garcia
Daniel García García. Nacido en Vitoria, aunque castellano de adopción, se licenció en la Universidad de Valladolid en las ramas de Historia y Literatura Comparada y Teoría Literaria. Actualmente trabaja en la Universidad de Sevilla.

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