Entre el 6 de mayo y el 31 de octubre de 1899 tuvo lugar un hecho que marcó para siempre el futuro de Europa. Hablamos de la Exposición Universal de París, un evento que colocó a la ciudad francesa como epicentro del planeta.
El año estipulado no fue casual, ya que en el 1899 se celebraba el primer aniversario de la Toma de la Bastilla, un acontecimiento clave en la historiografía europea que marcaba el inicio de la Revolución Francesa; efeméride clave para el subconsciente colectivo parisino y francés.
El evento ocupo una parte significativa de la topografía parisina, estableciéndose en el Campo de Marte, en el Trocadero, en la estación de Orsay y en el Barrio de los Inválidos.
La arquitectura del hierro y el acero fue un elemento muy presente a lo largo de todo el evento, buena muestra de ello es la misma Torre Eiffel, una construcción erigida por el arquitecto homónimo que levantó una gran controversia en el momento en que fue construida.
Con el paso del tiempo su aceptación fue aumentando hasta convertirse en lo que es hoy en día: el símbolo por antonomasia de la ciudad de las luces. La torre, que dispone de una altura máxima de 324 metros suponía un hito solo soñado por la gente de la época a causa de su gran tamaño.
Como curiosidad, la ciudad en la que debía establecerse inicialmente esta edificación fue Barcelona, un proyecto que se declinó por la incompatibilidad arquitectónica de estilo con la ciudad condal.
Las exposiciones de este tipo servían como herramienta de propaganda donde se mostraban las innovaciones tecnológicas de la época. La de París estuvo marcada por un espíritu altamente positivista, y fue la primera en ser abierta por la noche gracias a la iluminación eléctrica.
El espíritu de la Belle Époque impregnaba todos los espacios, el progreso y el espíritu científico llenaban las calles de gente ávida de conocimiento y de inquietudes. Paris se convirtió en uno de los epicentros culturales de la época y el ocio era uno de los elementos más presentes.
La literatura de este contexto muestra las innovaciones sociales y culturales presentes en este período. Los autores románticos franceses de finales del siglo XIX representan en sus obras actividades de ocio muy diversas.
Como por ejemplo la visita a los ateneos o casinos; un espacio de encuentro en el siglo XIX que también era visitado por otros escritores como es el caso de León Tolstói.
Otra de las obras arquetípicas de la Exposición Universal de París fue la Galería de las Máquinas, conocida oficialmente como Palacio de las Máquinas.
Se trataba de un pabellón construido también con acero y cristal que disponía de una forma abovedada. Esta creación consolidaba al Palacio de las Máquinas como el edificio de estas características más grande que se había construido en el mundo hasta ese momento, con una altura total de 45 metros.
El arquitecto principal fue Ferdinand Dutert, con el apoyo de otros especialistas como Deglane, Blavette y Eugène Hénard. El edificio fue utilizado posteriormente para albergar otros usos de manera ininterrumpida: fue usado como velódromo o como sede para una muestra agrícola. Desgraciadamente ya no puede ser visitado en la actualidad ya que fue desmontado en el año 1910 para mejorar la visualización paisajística del Campo de Marte. Para los interesados en conocer de primera mano las características inherentes del Palacio de las Máquinas, actualmente el Museo de Orsay de París dispone de una maqueta a escala 1/200.
Más allá de las construcciones arquitectónicas -que ascendían a 80- la Exposición Universal de París sirvió para mostrar al mundo que Francia volvía a levantarse después de la derrota sufrida en 1871 en el marco del conflicto Franco-Prusiano; y que nuevamente estaba preparada para ser un referente mundial. La cifra total de visitantes ascendió hasta los 32.250.297 y participaron un total de 35 países con 61.722 expositores, de los cuales un 55% fueron franceses.
Como curiosidad, en la Exposición Universal de París de 1899, Buffalo Bill llevó su “Muestra del Salvaje Oeste”, una galería repleta de elementos propios de la iconografía del western que conocemos hoy en día.
Esta actividad tuvo una gran influencia en los autores de aquel contexto, configurando y dando forma a la visión romántica e idealizada que tenemos hoy en día de este universo.
Un concepto propio del romanticismo que ataviaba esta época dorada de la historia europea como es la que aquí se expone.
¿Qué te ha parecido?
More in Curiosidades
You may also like
Comments
Leave a reply Cancelar la respuesta
Últimos artículos
- Los 5 peligros que representa la Inteligencia Artificial según Geoffrey E. Hinton
- El Estado NO ‘semos’ TODOS
- Robot IA, ¿Convenció a otros robots para huir?
- Derechos y toxicidad en el fútbol moderno
- El mundo del casino en la pequeña pantalla: series de TV sobre juegos de azar
- Crónica de un alquiler improbable
- Huawei Earbuds Black Friday 2024: Ofertas y consejos de compra
- Elige qué ver: a un economista que salva un país o a un (no) economista que no escribió ni su tesis doctoral
- Cómo impugnar una notificación roja de Interpol
- Sumérgete en el Mundo del Techno con TechnoPowerExistence
- Inmigración: una de las soluciones de Meloni
No sé porqué pero esa época me resulta más atractiva que la actual, a pesar de los avances, la historia nos lleva a lugares y situaciones que podrían ser mejor. Me quedo con el encanto del siglo XIX o de comienzos del XX. Agur