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Jorge Mario Bergoglio, el nuevo pontífice, ha sido -y es- el primero en muchas cosas.
Dos de las más destacadas es que es el primer papa procedente del continente americano y también el único hasta la fecha que ha escogido el nombre de Francisco para su pontificado.
Pero también es el primer papa de la Historia que pertenece a la aún hoy enigmática y poderosa orden de los jesuitas.
La orden de los jesuitas fue fundada por san Ignacio de Loyola y se gestó entre los años 1538 y 1540, siendo en este último año aprobada y reconocida por el papa Julio III.
La Compañía de Jesús surge como una orden totalmente nueva y más adaptada a los nuevos tiempos que sus compañeras preexistentes, que habían surgido en la época medieval en otras circunstancias.
Los Jusuitas y la Educación
Los jesuitas surgen como una orden en la que la educación y la formación es vital, pero no solo la de sus miembros, sino también la educación en colegios y la investigación científica y cultural (el colegio de los jesuitas de Madrid, por ejemplo, fue el lugar donde se produjeron algunos de los avances científicos y culturales más destacados de la Monarquía Hispánica, especialmente en el siglo XVII).
Es también una orden con una clara concepción evangelizadora, en la que su actuación como misioneros y la necesidad de propagar la palabra de Dios por todos los ámbitos geográficos era muy importante, lo que les llevó a tener una rápida expansión por las colonias, sobre todo en América.
Estos son dos de los aspectos más revolucionarios de esta nueva orden, aunque hay otros muchos, como la estricta pobreza que debían observar o su defensa de la religiosidad interior, por ejemplo.
Pero dentro de la concepción de esta nueva orden había otra cosa muy importante que la distinguía de las demás y era que juraban y guardaban una obediencia prácticamente total al Papa, al que consideraban su único superior.
Esto suponía un grave problema de índole político en una Europa en la que el Papado no solo constituía un poder espiritual, sino también era un príncipe terrenal. Esto significaba que los gobernantes de los territorios donde se asentaban tenían en su interior a una poderosa organización que no acataba sus órdenes ni les guardaba fidelidad, sino que servían a un poder ajeno.
El enorme poder e influencia, no solo política, sino también entre la población, que fueron alcanzando rápidamente los jesuitas, empezó a ponerlos bajo la sombra de la sospecha. Ya en el siglo XVII, pero claramente a partir del XVIII, prácticamente todos los reinos de Europa consideraban que la poderosísima Compañía de Jesús y su activa influencia política constituían un peligro cierto para ellos con el que había que acabar.
La Campaña de Desprestigio y la Acusación de Conspiración de los Jesuitas
Se comienza una dura campaña de desprestigio contra los jesuitas y a intentar controlar cada vez más la institución, con un éxito desigual. Pero a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, los jesuitas empiezan a ser expulsados de varios territorios europeos con diversas excusas que no ocultan el hecho de que esos reinos quieren acabar con el enorme poder político e influencia social que tenía la orden dentro de sus territorios y que amenazaba su autoridad.
En 1759, el primer ministro portugués, el marqués de Pombal, acusa a los jesuitas de planear un atentado contra el rey y expulsa a los jesuitas de su territorio, incluyendo las colonias.
Francia sería la siguiente en hacerlo; en 1762 se acusa a la orden de irregularidades de tipo financiero y de que sus ideas y actos constituían enfrentamientos directos contra la monarquía, por lo que también se les expulsa.
Finalmente en 1767 son acusados de conspiración, desorden público y de haber participado en el Motín de Esquilache, entre otras acusaciones importantes, y se les obliga a abandonar todos los territorios de la Corona española, incluyendo América y las misiones que allí habían creado.
Simultáneamente se les expulsa del reino de Nápoles, donde gobernaba el hijo del rey Carlos III, Fernando IV, y poco tiempo después en 1768, también son expulsados de Parma.
Todas sus posesiones pasaron al control estatal, sus colegios y fundaciones fueron clausurados y todos los miembros de la orden se vieron obligados a salir de los territorios donde se habían establecido, prácticamente de la noche a la mañana.
La Expulsión de los Jesuitas. 31 de marzo de 1767
En el caso de la expulsión decretada por el rey Carlos III de España en 1767, la expulsión se realizó con el máximo secreto y rapidez para evitar posibles represalias de los seguidores de los jesuitas.
La noche del 31 de marzo de ese año, por órdenes del rey, se entró de improviso en las propiedades de los jesuitas de todo el reino, se requisaron todos sus bienes y documentos y todos ellos fueron puestos bajo custodia e incomunicados.
En las siguientes 24 horas, se dispuso que todos los jesuitas de los distintos puntos del reino fueran trasladados a distintos puertos en el más estricto secreto donde serían montados en naves dispuestas para este fin y sacados del reino con la prohibición expresa de que nunca podrían volver.
Se dirigieron a los Estados Pontificios esperando encontrar refugio en los territorios regentados por el papa Clemente XIII, esperando que el pontífice les recibiera con los brazos abiertos. Pero no fue así.
El papa se veía presionado por las potencias que los habían expulsado para que disolviera la orden y acabara de forma definitiva con la Compañía de Jesús y, temiendo incluso él mismo las consecuencias de recibir a cientos de representantes de la poderosa orden en sus territorios, les recibió a cañonazos y no permitió que los barcos se acercaran, argumentando que los Estados Pontificios no tenían recursos para soportar la llegada de tanta gente y que debían buscarse otro lugar.
Los barcos repletos de jesuitas quedaron en el mar, sin lugar donde atracar, y desde Madrid se empezó a negociar con los distintos gobiernos un lugar donde poder dejar su carga.
Pasaron varios meses, en los cuales la desesperación, el hambre y la necesidad atacaron fuertemente a estos pasajeros a los que no les permitían la entrada en ninguna tierra.
El desembarco en Córcega
Finalmente, pudieron desembarcar en los presidios de Córcega, donde malvivieron durante algunos meses más, pues no se les permitía pasar a otros territorios, pero en 1768 los franceses también les expulsaron de allí, siendo obligados a volver al mar.
El papa finalmente dejó que desembarcaran en Italia, pero no en Roma y no les ofreció prácticamente ninguna ayuda. Desde allí, los jesuitas se dispersaron por los lugares de Europa donde aún podían estar, como en el Imperio o en zonas de otros credos pero que toleraban su presencia, como la Rusia ortodoxa.
Finalmente, a la muerte de Clemente XIII, subió al solio pontificio Clemente XIV, un férreo enemigo de los jesuitas, que no tardó en decretar la disolución de la orden en 1773.
Sin embargo, la orden no desapareció. Los jesuitas pervivieron en aquellos territorios donde no habían sido expulsados y mantuvieron viva la organización en la medida de lo posible.
La Restauración de la Orden de los Jesuítas
Cuarenta años después, Pío VII decidiría restaurar la orden en 1814, poco después de la derrota de Napoleón y en un momento en el que los monarcas más poderosos del momento tratan de volver a un estado político e ideológico anterior al estallido de la Revolución Francesa, aunque en los siglos posteriores volverían a ser expulsados en diversas ocasiones de la mayor parte de los territorios europeos y americanos, en varios de ellos en más de dos y de tres ocasiones a lo largo de las centurias.
Y de esa orden polémica, poderosa y perseguida, de turbulenta historia, es de la que procede el papa Francisco, el primer pontífice jesuita de la Historia de la Iglesia.
Para saber más:
-Los jesuitas han suscitado una enorme bibliografía en todos los idiomas. De hecho, el tema es tan extenso y da para tanto que hay historiadores que se han especializado única y exclusivamente en el estudio de los jesuitas. Para los que quieran saber más, la página que Cervantes Virtual ha dedicado a la expulsión de los jesuitas contiene mucha información y también muchos enlaces y documentos donde ampliar nuestros conocimientos sobre esta polémica orden. El enlace es el siguiente:
– Asimismo, la revista de historia moderna de la universidad de Alicante publicó en 1996 un monográfico dedicado a los jesuitas en la España del siglo XVIII que se encuentra actualmente digitalizado y es de público acceso (se puede acceder a ellos a través de dialnet, en el siguiente enlace: En estos artículos científicos podéis conseguir muchos más datos y bibliografía sobre la orden y su expulsión.
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