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La ilustración como base de ideas revolucionarias
El movimiento ilustrado se nos presenta como puente entre la Modernidad, defensora del Antiguo Régimen, y la Contemporaneidad, que lleva en su seno el germen del Nuevo Régimen.
En definitiva, tiene un antes y un después: el humanismo renacentista y el liberalismo respectivamente.
Por lo tanto, partiendo de estos dos polos podemos establecer una cronología aproximada de la corriente ilustrada: un periodo de formación, que englobaría todo el XVII; otro de desarrollo, durante la primera mitad del XVIII; y por último una etapa de plenitud, que se extiende hasta finales del XVIII o principios del XIX en función del lugar.
En lo que se refiere a la Revolución Francesa de 1789 y las oleadas revolucionarias del siglo XIX, no cabe duda de la influencia del pensamiento ilustrado.
Ahora bien, nos equivocaríamos si citáramos como único antecente de esos sucesos a la Ilustración.
Es más, muchas ideas revolucionarias llegaron a ser, incluso, contradictorias con este pensamiento.
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Las características del pensamiento ilustrado
La Ilustración fue claramente un movimiento de carácter elitista que se desarrolló en sociedades que distan mucho de participar de sus ideales.
Es más, aunque los ilustrados comparten unas ideas generales, una actitud común y un talante similar, no elaboran ningún cuerpo doctrinal conjunto.
Esto dificulta su estudio, ya que en muchos casos comprobamos que presentan programas, ya no diferentes, sino contrapuestos: todos tratan de derribar el Antiguo Régimen, pero difieren en el recambio.