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En el año de 1918 terminaba la Primera Guerra Mundial con un cómputo funesto en cuanto a vidas humanas perdidas. El tratado o paz de Versalles venía a poner orden al desastre de la Gran Guerra, sin embargo, nada fue sencillo…
Aunque había comenzado en 1914 como un conflicto europeo entre la Triple Alianza –formada por Austria-Hungría, Alemania e Italia (que en los prolegómenos cambiaría de bando) – y la Entente Cordial –con Rusia, Gran Bretaña y Francia– poco a poco fue involucrando a países de todo el mundo como atestigua la participación de Turquía, Japón y Estados Unidos, entre otros.
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La calificada como Gran Guerra fue una contienda mundial y total, que complicó a todos los elementos del nuevo y poderoso estado, que agotó todas las energías acumuladas a lo largo del “apacible” siglo XIX y que se sustentó en la naciente industria, en los vastos recursos coloniales; y que, en definitiva, aceleró extraordinariamente el ritmo histórico. Nada demuestra mejor que esta frase el sentimiento de la gente antes y después de la guerra:
“De la euforia de la catástrofe se pasó a la catástrofe de la euforia”
El seísmo territorial de Versalles
Exceptuando el Vittorio Orlando, por el cual Rusia (recién triunfada la Revolución) salía del conflicto en términos muy desfavorables, los tratados de paz de la Gran Guerra se englobaron bajo el sistema de Versalles.
En enero de 1919 comenzaba la Conferencia de paz de Paris, a ella acudían veintisiete jefes de estado aunque los que tomaban las decisiones eran los ‘Cuatro grandes’, a saber, Woodrow Wilson, David Lloyd George, Vittorio Orlando y Clemenceau, en representación respectiva de Estados Unidos, Gran Bretaña, Italia y Francia.
La disensión en Versalles era palpable. Wilson pretendía “lavarse las manos” con sus Catorce Puntos para lograr una paz justa y duradera, no un castigo, mediante la creación de una Sociedad de Naciones que limitara las ansias colonialistas europeas con el principio de autodeterminación de las nacionalidades.
Clemenceau era el paradigma del sentimiento francés, es decir, pretendía someter con puño de hierro a Alemania y recuperar Alsacia-Lorena, debilitar definitivamente el ejército alemán y crear un estado-tapón en la zona de la Renania.
Por su parte, Lloyd George deseaba proteger los intereses de Alemania, en contra de un exaltado pueblo británico, para evitar la propagación de la revolución bolchevique, si bien exigía ciertas preeminencias coloniales y desmantelar la marina alemana. La menor de las potencias –Italia – perseguía importantes indemnizaciones de guerra, además de zonas coloniales en Oriente Medio y África.
Se puede afirmar que en Versalles se impuso el rencor francés.
Incomprensible alegría por ir a la guerra
Así, finalmente se decretó la destrucción de la Alemania del Káiser con la pérdida de todas sus colonias, Alsacia-Lorena, la Alta Silesia, la Posnania, Memmel en el báltico, Danzig como ciudad libre… se crearon corredores en sus fronteras con Francia y Polonia bajo administración de la sociedad de naciones aunque pronto serían adjudicados a Francia o Gran Bretaña. Aparte de la drástica reducción territorial, Alemania tuvo limitar su ejército a 100 mil soldados y la marina fue confiscada por la británica.
En los acuerdos de Versalles, Alemania fue declarada culpable única de la Gran Guerra y se fijaron los gastos de guerra en casi 300 mil millones de marcos-oro.
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En lo relativo a Austria-Hungría, con los tratados de St. Germaine-en-Laye y tratados de St. Germaine-en-Laye, del antiguo imperio surgieron tres nuevos países: Austria, Hungría, Checoslovaquia. Además se establecían una serie de pérdidas territoriales mediante los cuales Polonia recibía zonas como Galitzia; Italia regiones del Tirol y Trieste; y Yugoslavia se hacía con los territorios de Croacia y Bosnia.
Tratado de Versalles
Por ende, Austria no podría unirse con Alemania. La paz de Neuilly dejaba a Bulgaria como el único país balcánico tratado con dureza por el sistema de Versalles, en beneficio de Grecia y Rumania.
La paz de Sevres con Turquía la obligaba a ceder territorios como Siria, el Líbano, Tracia y parte de Anatolia, que recuperaría en 1923 en el transcurso de la guerra con Grecia.
Balance del tratado de Versalles
El acuerdo de paz de Versalles ha sido históricamente menoscabado y no sin razón, si bien algunas de sus disposiciones resistieron el paso del tiempo. La mayoría de los nuevos estados que se crearon sobrevivieron, aunque con fronteras inestables, hasta la última década del siglo.
La frontera franco-alemana quedó estabilizada, la ausencia de Turquía de Europa también. Lo único que no se cerró fue la “cuestión alemana”, que quedó sin resolver.
Cuando las condiciones del tratado se hicieron públicas, un clarividente dibujante norteamericano pintó a Wilson, a Lloyd George y a Clemenceau saliendo de la conferencia de paz de Paris y diciendo uno de ellos: “Es curioso, parece que oigo llorar a un niño”.
Y así era, escondido detrás de una columna, había un niño pequeño llorando a moco tendido, con las palabras “Promoción 1940” inscritas sobre su cabeza.
También el papa Benedicto XV afirmó que los tratados más que un acuerdo de paz eran unos acuerdos que provocarían una nueva conflagración.
Versalles también marcó el triunfo (pírrico) de la democracia, el principio del fin de los Imperios y la génesis de un cierto sentimiento internacionalista con la débil Sociedad de Naciones.
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