Leviathan es uno de los grandes títulos que se proyectan en la décimo primera edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla; Leviathan es la última creación del director Andrei Zvyagintsev, siempre entregado a un cine abocado al drama personal de sus protagonistas, y ésta no es una excepción.
Leviathan es también la apuesta de Rusia para la próxima edición de los Óscars de Hollywood.
Pero Leviathan es ante todo un demonio, un diablo disfrazado de administración rusa y personificado en el alcalde del ayuntamiento en conjunción con el resto de poderes, incluido el religioso.
Leviathan transcurre en el ambiente gris, frío, triste y desolado de un pueblo a orillas del mar de Barents donde gran parte de las esperanzas están perdidas y en su epicentro, una familia humilde, rota, obligada a abandonar su casa, su tierras y, en definitiva, su vida, por los caprichos expropiadores del señor alcalde cuyos largos dedos alcanzan todos los resortes del poder.
Leviathan es la lucha de un David contra el gigante Goliat a lo largo de 140 minutos de metraje en los que hay cabida para todo, desde la desesperación, el dolor o la impotencia, hasta toques de humor negro, aunque para ello sea necesario resaltar el patetismo implícito de algunos de sus personajes.
Es el retrato de la corrupción político administrativa que impregna la Rusia actual, pero que bien podría aplicarse a otras muchas naciones, donde el alcalde no es más que un ser patético y borracho que ejerce el poder al más puro estilo cacique como si de sus dominios personales se tratase.
La cinta, con un ritmo adecuado sólo manchado por algunos escasos momentos excesivamente prolongados, deja momentos grabados en nuestro imaginario. Especial atención merece la secuencia en la que esta “mala suerte” de alcalde se reúne con los principales cargos institucionales del pueblo (policía, juez…) y les grita, insulta y ordena todo cuanto deben hacer como si de niños de dos años se tratase.
En definitiva, Leviathan es una película totalmente recomendada pero donde el espectador no debe esperar “milagros”; el ganador de la batalla estaba señalado de antemano. Unas palabras del alcalde a su protagonista, Kolia, resumen la esencia del film: “¿Crees que tienes derechos? Nunca los has tenido. Nunca los tendrás.”
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