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Franklin nunca patentó sus invenciones. Quería que todo el Mundo pudiera compartirlos.
Benjamin Franklin fue embajador, escritor, impresor, jefe de correos, científico, uno de siete los padres fundadores de los Estados Unidos y firmantes de la declaración de independencia de Estados Unidos (John Adams, Alexander Hamilton, John Jay, Thomas Jefferson, James Madison, y George Washington). Pero Franklin también fue un gran inventor, un innovador relevantes de las nuevas tecnologías de su tiempo.
A pesar de haber creado algunos de los inventos más exitosos y populares del mundo moderno, Franklin nunca los patentó, creyendo que deberían compartirse libremente.
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Éstos son algunos de los inventos más importantes de Benjamin Franklin:
Pararrayos
Franklin experimentó con la electricidad. Sentía verdadera por fascinación por ese conjunto de fenómenos físicos. En 1749, había centrado su atención en la posibilidad de proteger los edificios de los rayos. Habiendo percibido que una aguja de hierro afilada conducía la electricidad lejos de una esfera de metal cargada, Benjamin Franklin teorizó sobre tal diseño y pensó en las utilidades que podría tener. Un día se le ocurrió que podía realizar el experimento volando una cometa.
Franklin diseño un elemento puntiagudo de metal, como el que se ve en la imagen. Era el pararrayos. Tras comprobarlo sobre el terreno faltó poco tiempo para que luciera en todos los edificios.
El método recomendado, según lo describió era este: “proporcione una barra de hierro simple pero de una longitud tal que un extremo tenga tres o cuatro pies sobre el suelo húmedo, el otro puede estar a seis u ocho pies sobre la parte más alta del edificio. En el extremo superior de la varilla, fije alrededor de un pie de alambre de latón, del tamaño de una aguja de tejer común, afilada en un punto fino; La varilla se puede asegurar a la casa con unas pocas grapas pequeñas. Si la casa o el granero son extensos, puede haber una barra y un punto en cada extremo, y un cable a lo largo de la cresta de uno a otro. Una casa así amueblada no será dañada por un rayo, será atraída por los puntos y pasará el metal al suelo sin dañar nada“.
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Farolas en las calles
Las lámparas o farolas de las calles de Estados Unidos eran compradas a fabricantes del Reino Unido. Se trataba de farolas redondas en forma de globo, donde el aire no podía circular y el humo se acumulaba obstruyendo la luz, lo que no las hacía del todo eficaces. Por otra parte, su limpieza era compleja y resultaban demasiado frágiles como para que un golpe accidental las rompiera.
Franklin propuso una idea que vio en la casa de un vecino, el Sr. John Clifton, por lo que no se puede decir que sea una invención propia, lo que sí es cierto es que Franklin facilitó y posibilitó su uso. Así, sugirió fabricar farolas de cuatro paneles planos con un largo embudo en la parte superior para que el humo pudiera elevarse y con aberturas en la parte inferior que permitieran la circulación del aire. De esta manera se mantendrían limpios y la ciudad estaría bien iluminada. También descubrió que dos tubos de mecha que ardían uno al lado del otro a cierta distancia daban más luz que dos quemadores separados. El aceite de ballena era el utilizado como combustible.
Gafas bifocales
Benjamin Franklin tenía un problema visual bastante común entre el común de los mortales. Necesitaba dos tipos de gafas: unas gafas para ver de cerca y otras para ver a larga distancia.
Así, tenía dos pares que cambiaba regularmente cuando necesitaba leer o ver de lejos, pero le resultaba molesto y aburrido. Por lo tanto, para resolver el problema de manera sencilla, hizo cortar sus lentes por la mitad y cada mitad la pegó a la mitad del otro par.
Era así de sencillo, pero se le ocurrió a él primero. Con este medio, no tenía que cambiar las gafas constantemente y solo mover los ojos hacia arriba o hacia abajo cuando necesitaba ver de lejos o de cerca.
Catéter urinario flexible
El catéter urinario flexible fue inventado por Benjamin Franklin en 1752 cuando su hermano James sufría de cálculos en la vejiga.
Los catéteres ya existían, pero se trataba de instrumental convencionales que tenían tubos rígidos de metal y que debían insertarse en la vejiga para drenar la orina. Él sustituyó el catéter de su hermano con un tubo flexible que era menos doloroso de insertar.
Armónica de vidrio o cristal
Sobre este invento, Franklin dijo: “De todos mis inventos, la armónica de vidrio es la que me ha dado la mayor satisfacción personal“. Diseñó su armónica de cristal en el año 1761. Inspirado por músicos ingleses que creaban sonidos al pasar los dedos alrededor de los bordes de vasos llenos de agua, Franklin trabajó con un soplador de vidrio para recrear la música (“incomparablemente dulce más allá de los de cualquier otro”) y de una manera menos complicada.
La armónica, cuyo nombre deriva de la palabra italiana “armonía” se hizo muy popular, aunque en la década de 1820 ya casi había sido olvidada.
La estufa de Franklin
En 1742, Franklin, tal vez cansado de los fríos inviernos de Pensilvania, inventó una mejor manera de calentar las habitaciones. La estufa Franklin, como se la llamaba, era una chimenea forrada de metal diseñada para estar a unos centímetros de la chimenea. Un deflector hueco en la parte trasera permite que el calor del fuego se mezcle con el aire más rápidamente, y un sifón invertido ayudó a extraer más calor. Su invento también produjo menos humo que una chimenea tradicional, lo que lo hace mucho más deseable.
Aletas de natación
Como buen aficionado a la natación y pensador irredento, a Franklin se le ocurrió este invento cuando apenas tenía once años. La invención constaba de dos piezas ovaladas de madera que, cuando se sujetaban con las manos, proporcionaban un empuje adicional en el agua. (También probó aletas para sus pies, pero no fueron tan efectivas).
Llegó a escribir sobre su invento de la infancia en un ensayo titulado “Sobre el arte de nadar”, diciendo lo siguiente:
“Cuando era niño, hice dos paletas de forma ovalada, cada una de aproximadamente 10 pulgadas de largo y seis de ancho, con un agujero para el dedo pulgar que conseguía retenerlas en la palma de la mano. Se parecían mucho a las paletas de un pintor. Al nadar, empujé los bordes de estos hacia adelante y golpeé el agua con sus superficies planas mientras los retiraba. Recuerdo que nadé más rápido, pero me fatigaron las muñecas”.
Todo un genio este gran Benjamin Franklin.
Más información: Instituto Franklin