Contenidos
Luis II, el rey de los castillos de cuento de hadas
Luis II de Baviera es uno de los reyes más famosos de la historia reciente. Los fantásticos castillos que comisionó, su mecenazgo de Richard Wagner y el fabuloso imaginario romántico y medieval al que dedicó su vida han convertido su recuerdo en inmortal.
Sin embargo, pocas personas saben que su muerte estuvo rodeada de misterios que distan mucho de estar esclarecidos en pleno siglo XXI.
¿Quieres conocer lo que realmente ocurrió? Pues sigue leyendo. Te aseguramos que no te dejará indiferente.
El difícil reinado de Luis II, el monarca soñador
Luis II de Baviera nació en 1845, siendo hijo del rey Maximiliano II de Baviera y María de Prusia. Ascendió al trono cuando tenía solo dieciocho años, tras la muerte de su progenitor, en un momento especialmente delicado para Baviera.
Tras una serie de guerras contra Prusia y Francia, Baviera pasó a formar parte del reunificado imperio alemán.
Baviera mantuvo un estatus especial dentro de la nueva formación, incluyendo cierta independencia y su propia monarquía.
Sin embargo, el poder del rey se vio muy mermado y sus decisiones más destacadas se vieron supeditadas a la aprobación de Prusia.
Luis II acusó enormemente esta pérdida de autonomía para sus territorios y de poder para sí mismo, por lo que a partir de 1870 intentó entorpecer el control del emperador Guillermo I sobre Baviera, sin demasiado éxito.
Con posterioridad, Luis II se fue aislando cada vez más. Muy interesado en la cultura y las artes, el rey siempre había exhibido una personalidad definida por sus contemporáneos como excéntrica.
Esto provocó durante su juventud problemas diplomáticos y desacuerdos graves tanto con sus consejeros como con otros poderes europeos, especialmente con Bismark y Guillermo I de Prusia.
Con el paso del tiempo, cada vez se fue aislando más y vinculándose con mayor fuerza al mundo de fantasía medieval que había diseñado para sí en los castillos que había mandado construir, ambientados en los universos de la mitología medieval y germánica.
Progresivamente, fue abandonando las funciones públicas y los asuntos de gobierno, hasta que prácticamente no participaba en el mismo.
Además, la construcción de sus fabulosos castillos, aunque en su mayoría fueron financiados por sus propios fondos, suponían un gran gasto para el erario público.
Por todas estas razones y aún más, el gabinete de gobierno, con el apoyo del tío de Luis II, Luitpold, decidió actuar y arrojar del poder al excéntrico monarca.
La declaración de la locura de Luis II
Para conseguir destronar a Luis II, un rey legítimo, se decidió poner en duda médicamente su capacidad para reinar.
A principios de 1886, se empezaron a recabar testimonios que indicaban que el extraño rey bávaro no estaba cuerdo y, por lo tanto, no estaba en posición de reinar.
Así, se fraguó el conocido como Ärztliches Gutachten, un informe médico que reunía todo tipo de testimonios y habladurías que presentaban un comportamiento fuera de lo normal del rey.
Es difícil realizar una afirmación contundente sobre el estado mental del monarca en su último año de vida.
La situación política y el deseo de su gabinete y su tío de destronarle ciertamente indican que el informe distó de ser veraz y exageró y manipuló algunos aspectos relacionados con el rey.
Luis II, el excéntrico y loco
Si bien es cierto que la personalidad de Luis II era considerada excéntrica por sus contemporáneos y muy alejada de los cánones habituales, difícilmente se le podría considerar como una persona con un problema mental.
Los documentos finales fueron redactados sin que se estableciera un contacto directo con el monarca ni sin que se le examinara.
Por lo tanto, se considera que la declaración de su locura fue un golpe de estado encubierto que sirvió para eliminar a un rey considerado incómodo y negativo para Baviera.
En junio de 1886, se declaró oficialmente loco al rey Luis II de Baviera y se consideró que no era apto para continuar reinando.
El día 10, una comisión se encaminó al famoso palacio de Neuschwanstein, donde se encontraba el monarca, para presentarle los documentos realizados y ponerle bajo custodia.
Luis II y las personas que le apoyaban intentaron resistir este golpe de Estado, pero no tuvieron éxito y el día 12 el monarca fue hecho preso.
El gobierno declaró al príncipe Luitpold, tío de Luis II, regente de Baviera ante la locura tanto del monarca como de su hermano pequeño y sucesor legal, el príncipe Otto.
El rey fue trasladado al castillo de Berg, que el monarca había utilizado como residencia de verano, bajo una fuerte vigilancia y apartado totalmente de la sociedad.
La misteriosa muerte de Luis II
Luis II apenas estuvo preso en el castillo de Berg un día. Fue trasladado allí el día 12 de junio y al día siguiente, pidió permiso para dar un paseo por los jardines y los alrededores del castillo, situado junto al lago Starnberg.
Fue acompañado por el reputado médico psiquiatra Johann Bernhard von Gudden, un importante especialista que hizo importantes avances en el mundo de la psicología, la psiquiatría y la neurociencia a finales del siglo XIX.
Como uno de los mejores especialistas en desórdenes mentales de la época, se le asignó el cuidado del monarca y le acompañó en su último paseo. Con el paso de las horas, al ver que ni el monarca ni el médico volvían, se organizó una partida de búsqueda.
Dicha búsqueda no obtuvo resultado hasta bien entrada la noche, cuando se hallaron los cadáveres de ambos flotando en el lago.
La explicación oficial indicó que Luis II se había suicidado, después de incapacitar al médico que le acompañaba, cuyo cadáver presentaba signos de violencia.
Sin embargo, existen indicios que indican que pudo ser asesinado.
Al parecer, según se ha publicado en varios estudios sobre el rey, en su autopsia no se encontró agua en sus pulmones y el monarca nunca había presentado ninguna tendencia suicida en el pasado.
También se han recopilado testimonios de naturaleza sospechosa de la gente que se encontraba en los alrededores del lago y el parque del palacio durante la tarde de su muerte, como el pescador Jakob Lidl, que declaró que había escuchado un disparo que podía haber causado la muerte del monarca. Algunos autores indican que pudo haber sido asesinado para eliminar a un personaje ciertamente incómodo para aquellos que habían alcanzado el poder con su destronamiento.
Otros arguyen que el monarca encontró la muerte cuando intentaba escapar, bien por accidente, bien como consecuencia de las acciones de aquellos que tenían la obligación de custodiarlo, y se disimuló como un suicidio.
La explicación del suicidio del rey Luis II
Sea como fuere, la explicación oficial del suicidio del monarca, que había acabado antes con la vida de su médico a causa de su problema mental, fue la más difundida y aceptada en el momento de la muerte de Luis II.
Pese a las misteriosas circunstancias que propiciaron su muerte y su destronamiento, Luis II tuvo un funeral enormemente lujoso.
Pese a la explicación oficial de que el rey se había suicidado, la Iglesia no presentó demasiadas pegas para permitir su entierro en sagrado, que en aquella época estaba prohibido a los suicidas.
Esta cuestión sí surgió en el caso del entierro de su primo segundo Rodolfo, hijo de la famosa Sissí y del emperador Francisco José I, que se suicidó después de matar a su amante en el coto de caza de Mayerling en 1889.
En este caso, se consideró que la locura de Luis II le eximía de cualquier responsabilidad en su suicidio desde el punto de vista eclesiástico, por lo que se le permitió tener un entierro real completo.
Su cadáver fue ataviado con el rico traje de la orden de San Humberto y fue enterrado en la cripta real de la iglesia de San Miguel (Michaelskirche), de la ciudad de Múnich, donde su tumba puede visitarse.
Posteriormente, se construyó una pequeña capilla conmemorativa en la orilla del lago Starnberg y una cruz marca el lugar donde el cadáver del monarca fue encontrado flotando en las aguas aquella noche del 13 de junio de 1886.
Le sucedió su hermano pequeño, Otto, que llevaba años luchando sin éxito con sus problemas mentales. Otto fue rey únicamente en título y su tío Luitpold continuó siendo regente hasta su muerte.
Años después, Otto acabó siendo depuesto y su sucesor fue Luis III, el primogénito del regente Luitpold, quien llegaría a ser el último rey de Baviera.
Actualmente, cada vez son más los especialistas que defienden la teoría de que el monarca fue asesinado. Incluso se han realizado peticiones al duque Franz, cabeza de la dinastía Wittlesbach en Baviera desde la muerte de su padre en 1996, para que permita la exhumación del cadáver de su antepasado.
Una nueva autopsia y un examen del cadáver con los medios actuales permitiría conocer qué fue verdaderamente lo que pasó aquel día. Sin embargo, hasta el momento, nunca ha dado su consentimiento, por lo que el misterio de la muerte de Luis II de Baviera sigue sin resolver, más de un siglo después de su fallecimiento.