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Quizá en algunos países no se utilizan demasiado, sin embargo, en otros como Estados Unidos o en Gran Bretaña, las bolsas de papel son un elemento casi imprescindible en las tiendas de los cuatro rincones del país.
El invento de la bolsa de papel es obra de una ingeniera autodidacta, una joven precoz, nacida en Maine, en plena Revolución Industrial y criada en New Hampshire. Su nombre es Margaret Knight.
Sin apenas educación en su haber, comenzó a trabajar en una fábrica de algodón en Manchester para ingresar dinero en casa y ayudar a su madre viuda. Apenas tenía 12 años. En un entorno laboral no regulado y peligroso, como sucedía la mayor parte de las veces en aquellos tiempos, Margaret Knight, trabajaba durante largos y extenuantes turnos desde antes del amanecer hasta después de anochecer.
Como gran observadora que era, detectó algunos fallos en la maquinaria que se empleaba en la fábrica y cuando contaba con trece años de edad, ideó un sistema que mejoraba el trabajo de los telares y la seguridad de los trabajadores. En un primer momento, no patentó sus ideas que, poco a poco, iban siendo más y mejor consideradas.
Margaret Knight fue cambiando de oficios durante los años posteriores. Igual trabajaba en una imprenta como lo hacía en una fábrica de tapicería. Toda esa experiencia le fue muy válida, hasta que llegó a la empresa ‘Columbia Paper Bag‘, con sede en Springfield, Massachusetts. Momento en el que cambiaría para siempre la fabricación de bolsas de papel.
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Hasta la fecha, las bolsas de papel se doblaban a mano en su forma de fabricación. Una tarea ineficiente y propensa a errores. Knight se preguntó si podría ser capaz de hacerlas limpia y rápidamente a través de un mecanismo automático.
Fue así cuando comenzó a experimentar con una máquina que podía cortar y doblar el papel automáticamente y, lo más importante, formar el fondo cuadrado de la bolsa. Antes de los experimentos de Knight, con fondo plano las bolsas se consideraban artículos artesanales y no resultaban fáciles de conseguir en la vida común.
La idea de Knight prometía democratizar el uso de las bolsas de papel, cambiando los engorrosos conos de papel en los que anteriormente se llevaban los comestibles y marcando el comienzo de una nueva era en las compras.
Para cuando construyó un modelo funcional de su elegante aparato plegador de papel, Knight sabía que quería dar un paso más y obtener una patente sobre su creación. Esto fue considerado un movimiento audaz para una mujer en el siglo XIX, un momento en que las mujeres tenían un porcentaje de patentes que era insignificantemente pequeño (incluso teniendo en cuenta a aquellas mujeres que presentaban alias masculinos o iniciales sexuales neutrales).
Incluso en la América contemporánea, donde las mujeres tienen plenos derechos de propiedad y ocupan muchos más puestos de poder en el gobierno que en el siglo XIX, menos del 10 por ciento de las adjudicatarias de patentes de “inventor primario“, tal y como se denomina, son mujeres.
Charles Annan trató de quitarle la patente y reclamar la creación como suya
La batalla legal por la propiedad intelectual de las bolsas de papel. Margaret Knight contra Charles Annan
Knight no solo solicitó una patente, sino que defendió rigurosamente su propiedad de la idea de la máquina componedora de bolsas en una batalla legal con una idea fraudelenta que, al parecer, la habría copiado. Después de haber vislumbrado la máquina de Knight en su fase de desarrollo, un hombre llamado Charles Annan trató de quitarle la patente y reclamar la creación como suya.
El argumento de su abogado se fundamentó en que ninguna mujer podría ser capaz de diseñar una máquina así
Esto resultó extremadamente desacertado, ya que Knight, que gastó una gran parte de su dinero duramente ganado en asesoría legal de calidad, abogados caros, que son los que manejan el asunto en Norteamérica desde siempre, ya sabes, le dio a Annan la victoria batalla judicial.
El argumento de su abogado se fundamentó en que ninguna mujer podría ser capaz de diseñar una máquina así. Knight presentó sus copiosos y minuciosamente detallados planos dibujados a mano. Annan, que no tenía pruebas, rápidamente se descubrió en lo que era: un charlatán.
Después de que se resolvió la disputa, Knight recibió su patente legítima. Estamos en el lejano año de 1871.
A lo largo de su prolífica carrera intelectual, Knight registraría con éxito más de 20 patentes en total, todas relacionadas con la alta tecnología del momento: desde motores de combustión hasta protectores de falda.
A pesar de que logró vivir más cómodamente en la madurez que en la infancia, Knight nunca se hizo millonaria. Debe ser que eran otros tiempos. Soltera y sin hijos, Knight, murió con sus logros y apenas 300 dólares en su cuenta.