Marruecos, mundial de Qatar, Dios y el galimatías de la historia
¿Por qué tras los encuentros de Marruecos contra Bélgica, España, Portugal y Francia hubo disturbios en Francia y Bélgica pero no en España y en Portugal?
Pensaba que este mundial de fútbol no iba a tener ningún tipo de interés por todo lo que se sabe desde hace años sobre su organización. Ver a jugadores de piel negra de Ecuador, Brasil, Francia, Bélgica, Países Bajos, Alemania, Inglaterra, Costa Rica, alentados por sus aficiones de piel mayoritariamente blanca da para reflexionar. El fútbol será un deporte del “pueblo”, pero ya no para aficionados del “pueblo”.
En cambio, esta diferencia no se aplica, en general, con los equipos africanos y asiáticos que comparten aficionados y jugadores de la misma tez. Los negros y los árabes servirían entonces para representar en el escenario futbolístico a selecciones de países con una tradición colonialista y racista arraigada.
El mundial estaba siendo soporífero como la mayor parte de los partidos de campeonatos de ligas nacionales. De repente la selección de Marruecos gana a una todopoderosa selección belga y se producen disturbios en Bélgica y en Francia. Gana contra la selección española y no hay disturbios en España pero sí los hay en Bélgica y en Francia. Lo mismo ocurre cuando gana contra Portugal y cuando pierde contra Francia.
Se puede reformular la pregunta inicial: ¿Por qué si los marroquíes son marroquíes estén en el país en el que estén no hubo disturbios en algunos países y sí en otros?
¿No serían de por sí demasiados ejemplos, de fuerte intensidad, como para preguntarse si es el país de acogida (su historia dominante) el que determina la diferencia en estas situaciones?
Si lo vemos desde el punto de vista de las tertulias mediáticas españolas, la ignorancia campa a sus anchas: “Un millón de marroquíes en París”, confundiendo París y Francia. Amén de no saber diferenciar al nacido allí o no, etc. “Los marroquíes provocan disturbios” cuando no saben diferenciar marroquíes, argelinos y tunecinos, como si estos fuesen una misma nacionalidad o compartieran los mismos intereses histórico-políticos. Los gobiernos de Marruecos y Argelia no se tratan, por ejemplo. Con la guerra en Ucrania, ya hemos aprendido que un ukraniano no es un ruso. Vamos aprendiendo poco a poco… Pero sobre todo por confundir a marroquíes, argelinos y tunecinos con franceses y belgas. Un francés y un belga no puede aún ser negro o moreno. Es el nivel estelar de una parte significativa de la población. ¡Qué decir de un negro o moreno español! Parece que se está hablando de extraterrestres infiltrados. En cambio, los disturbios provocados con ocasión del mundial por los grupos de extrema derecha franceses son casi silenciados. Son tan malos los marroquíes, argelinos y tunecinos que sólo hubo un muerto, un niño de 14 años atropellado en Montpellier. Resultó no fácil encontrar su nacionalidad o su origen familiar, lo que de por sí ya olía a lo que olía: un francés atropellando a un marroquí. Si fuera al revés no hubiera sido tan difícil encontrar la información.
Mientras viví en París, entre 1977 y 1997, no aprecié un odio especial a los marroquíes
En París, y en general en Francia, los marroquíes estaban englobados en “los árabes” dóciles como los tunecinos, en comparación con los argelinos que eran según las tendencias más racistas “los árabes” de verdad, los malos de los malos. Esto tiene una comprensión histórica puesto que las independencias de Marruecos y Túnez de Francia no presentaron el nivel de extrema violencia que sí tuvo la independencia de Argelia cuya guerra de liberación duró 8 años, no hace tanto, entre 1954 y 1962. En general, mientras viví en París, entre 1977 y 1997, no aprecié un odio especial a los marroquíes, eran los que abrían tiendas de ultramarinos a deshoras, que te sacaban de un apuro alimenticio durante las horas de descanso del resto de los trabajadores y de los comerciantes. Si en España se asocia el bazar “al chino”, en Francia se identifica el comerciante de ultramarinos “al árabe” marroquí. Por tanto, me llamó la atención viviendo en España, el racismo contra los marroquíes, como “ladrones”, “muertos de hambres”, “camellos” ya que es exactamente la misma visión que los sectores racistas de los países al norte de los Pirineos desarrollaron de los españoles. La imbecilidad no tiene techo. Añadiendo además el miedo a una cierta resistencia, como con los argelinos, basado en la presencia de los exiliados republicanos españoles en Francia depositarios de hondos pensamientos de rebeldía contra la opresión.
Incluso la foto de la selección marroquí festejando una victoria con la bandera de Palestina resulta ofensiva a la historia y a la inteligencia.
Volviendo al fútbol, se ha visto, siendo la selección de Marruecos el máximo exponente en esta ocasión, que todos los equipos son “europeos”. Se juega igual, se tiran igual, trampean igual. Ya no hay ninguna diferencia. ¡Hasta Brasil no se distingue, ni tan siquiera Senegal, ni Japón! La inmensa mayoría de los jugadores de todas las selecciones juegan en equipos europeos reflejando como expresión futbolística el histórico imperialismo económico y político. Por su parte, la población marroquí sometida por un régimen dictatorial, capitalista, patriarcal se alegra con jugadores nacidos en países colonialistas democráticos como Francia o España. La pobreza se alegra con muy poca cosa, alegría de la que sobre todo se aprovechan sus beneficiarios para mantener el estatus quo de la relación de fuerzas entre ambos. Incluso la foto de la selección marroquí festejando una victoria con la bandera de Palestina resulta ofensiva a la historia y a la inteligencia. Se hubiera alabado si hubiera sido la del Sahara occidental. La palestina, más allá de 20 kilómetros de su frontera es un objeto de decoración paternalista.
Por cierto, hablemos un poco de fútbol. Los que lo inventaron impusieron unas medidas de terreno acordes a las capacidades físicas de su época. Esas condiciones han cambiado de forma drástica. Ya no se debería jugar a once sino como máximo a diez para compensar ese cambio y devolverle su esencia.
Nuestra sociedad está cada vez más anquilosada, resistente a cualquier tipo de cambio, desafiando toda lógica. Será por eso que tenemos que aguantar los que ingenuamente aún nos gustaría ver fútbol a jugadores que ostentan gestos religiosos continuos antes, durante y después del partido. Rezan a Dios o a sus allegados fallecidos que la mayoría de las veces les hace perder o lesionarse. Es un retroceso hasta de comportamiento respetuoso para los que sólo vemos en el fútbol fútbol y no una relación nacional y religiosa. ¡Al menos el balón gira!
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