👺 Máscaras Mortuorias Famosas. Diez retratos de la muerte para la Historia
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Durante los primeros años del cristianismo y en la Edad Media la importancia de la imagen pasó a un segundo plano, el hecho de que Jesús no fuera descrito físicamente en ninguno de los Evangelios en muy significativa de la mentalidad de aquellos milenios.
Sin embargo, esto cambia a partir de la época del Renacimiento con la aparición de las llamadas “máscaras de la muerte”, intensificándose a partir del siglo XVIII.
Se realizaban con materiales como la cera, el yeso o la resina tras la muerte del personaje ilustre para inmortalizar el rostro.
Subyacía detrás de esta renovada costumbre una intencionalidad historicista, además de una incipiente suposición de que las características del rostro tenían una significación determinada; de esa idea nacerían “ciencias” como la antropometría o la frenología.
Desde Actually Notes les presentamos a diez personajes históricos “retratados” en el momento de su fallecimiento.
Tutankamón
Su máscara mortuoria (muy idealizada, eso sí) es seguramente la más ilustre y conocida. Este emperador egipcio, al que la muerte sorprendió antes de alcanzar los veinte años, fue enterrado a toda prisa y sin respetar los plazos preceptivos debido a la descomposición acelerada de su cadáver. Su reinado fue corto, casi intrascendente, pero ha pasado a la historia gracias al descubrimiento en 1922 por parte de Howard Carter de su tumba, que contenía intacto un ajuar funerario de más de tres milenios con una riqueza verdaderamente extraordinaria.
Tomás Moro
La historia de este santo (canonizado en 1935), escritor y político inglés fue tan turbulenta como interesante. Su controversia con Enrique VIII, representada en la excelsa película Un hombre para la eternidad, le costó la vida en 1535. Por defender con firmeza sus convicciones y su fe, murió decapitado, lo que, dicho con todo el respeto, es probable facilitara la confección de su máscara mortuoria. El autor de la “Utopia”, como gran irónico que era, se hubiera reído con tal anécdota.
William Shakespeare
El dramaturgo inglés William Shakespeare sigue siendo una de las cumbres de la literatura mundial. Y lo es con permiso de las voces heterodoxas que dudan de la autoria de sus mejores obras, de notable resonancia tras el estreno de la artificiosa cinta Anonymous. La máscara de Shakespeare es, al igual que el personaje histórico, una de las más magníficas que se puedan ver, con los ojos entreabiertos, fresca y joven a pesar de los más de cincuenta años con que contaba en el año de su muerte, 1616.
Napoleón
Como uno de los personajes más ególatras y controvertidos de la historia, Napoleón tiene el honor de tener no una sino dos máscaras mortuorias originales, realizadas en 1821 (existe una copia broncínea en el Alcazar toledano). La primera, realizada por un cirujano inglés, se piensa que se rompió y ya no existe. La segunda, también hecha en la isla de Santa Elena, se encuentra en Norteamérica y fue comprada en una subasta por 200 mil euros. En todo caso, la polémica con todo lo relacionado con el general y emperador francés es tal que ni la autenticidad de su cadáver, conservado en los Inválidos, pone de acuerdo a los estudiosos.
Beethoven
Una de las más tenebrosas que existen. El motivo fue la enfermedad que sufrió el compositor en los últimos años de su vida y que le secó la faz. Para hacerse una idea mejor de su rostro también existe una máscara que se le realizó en vida y que fue usada, por ser más adecuada, en su entierro en el año 1827.
Lincoln
- La muerte sobrevino al décimo sexto presidente norteamericano en el teatro Ford. Allí fue asesinado por un activista sureño recién terminada la guerra civil, en 1865 (un buen acercamiento al personaje lo encontramos en Lincoln, dirigida por Spielberg). Paradójicamente, tras examinar la máscara mortuoria del Abraham Lincoln, el científico J. Sotos llegó a la conclusión de que el político conservador habría muerto en poco tiempo a causa de una inusual enfermedad.
León Tolstoi
La máscara barbada del magistral escritor ruso León Tolstoi fue realizada en 1910 por el reconocido artista del pueblo soviético Merkúrov, que después habría de hacer lo mismo con Lenin, su esposa, Sergei Eisenstein, Máximo Gorki y muchos otros protagonistas de la historia rusa reciente. La del autor de Guerra y Paz y Anna Karenina resulta muy atrayente con la cabeza descansando majestuosamente sobre una especie de almohada.
Nicolás Tesla
El genial inventor fue inmortalizado en 1943, con 87 años de edad, tras una vida dedicada al electromagnetismo, la ingeniería mecánica y la eléctrica.
Personaje enigmático debido a algunos supuestos y sorprendentes descubrimientos científicos como el coche eléctrico sin baterías, el teslacopio (para contactar con otros planetas y con seres extraterrestres) o las armas de energía directa (el mítico rayo de la muerte).
También se le atribuyen el motor por corriente alterna, el fluorescente y la radio, entre otros. Su máscara se expone en la capital de su país natal, Belgrado.
Evita Perón
La elaboración de la máscara mortuoria de la actriz y política argentina es particularmente curiosa. A petición de su marido, el presidente argentino Perón, se comenzó tras su muerte en 1952 la máscara que habría de ser de plata. Llama la atención que la idea surgiera tras contemplar la máscara mortuoria de Napoleón que se conserva en los Inválidos y que se piensa es falsa. La máscara de Eva Perón fue terminada en 2008 a cargo del hijo del artista que recibió originalmente el pedido.
Gaudí
Como hombre genial, el arquitecto de Reus, dejó para la historia una sencilla anécdota en aquel año de 1926 en que murió. Lo hizo pobre y abandonado de todos cuando se dirigía a rezar a la Iglesia de San Felipe Neri y bajo un tranvía que se le cruzó. Una vez reconocido por las autoridades y ya en la morgue, se procedió a realizarle la máscara mortuoria.
Fue al retirarle la capa de yeso del rostro cuando el párpado se quedó pegado alzándose y dejando ver la pupila azul del maestro Gaudí, y así quedó, como queriendo enviar un postrero guiño a sus escultores.
Ciertamente, un recorrido por estos famosos retratos de la muerte no deja de provocar cierta inquietud, la visión de esos rasgos avejentados e inexpresivos, aunque tristes, de esas fisonomías muertas, evocan y estimulan la imaginación. Los interesados en este curioso (y siniestro) entretenimiento histórico no se pueden perder la obra Rostros Inmortales de E. Benkard, donde podrán contemplar la expresión última de una larga lista de celebridades del pasado: desde Dante hasta Hitchcock, pasando por Robespierre, Mhaler, Nietzsche y hasta James Dean.
Para saber más: Laurence Hutton Collection
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