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¿Quieres conocer algunas de las muertes reales más tontas de la Historia? Las anécdotas sobre muertes bizarras siempre despiertan nuestra curiosidad. Muchos de nosotros conocemos la historia del austríaco Hans Steininger, famoso por su larga barba, que murió cuando huía de un incendio precisamente porque se la pisó y se rompió el cuello. O la de Isadora Duncan, que murió cuando una de sus largas bufandas se enganchó en la rueda de un coche e hizo que el vehículo la arrastrara por el cuello hasta matarla.
Pero es poco habitual que las muertes bizarras vinculadas a la historia de las dinastías reales europeas entren en este tipo de curiosos listados. Salvo algunas excepciones, como el caso de Adolfo Federico de Suecia o los rumores que rodearon el fallecimiento de Fernando el Católico o de su hijo Juan, muchas de las muertes reales más bizarras permanecen en el olvido. Pero hay muchas historias de esta naturaleza que te resultarán, como mínimo, curiosas.
Mathilde de Teschen: una historia para dejar el tabaco
Si los responsables del diseño de las cajetillas de tabaco tuvieran que elegir a un personaje histórico para advertir a sus usuarios de los peligros de los cigarrillos, probablemente barajarían la posibilidad de incluir una imagen de la joven Mathilde de Teschen.
Mathilde de Teschen nació en 1849 y era hija del archiduque Alberto de Austria, nieto de los emperadores Leopoldo II y María Luisa de Borbón, y de Hildergarda de Baviera.
La joven y bella Mathilde tuvo muchos admiradores en su época, entre los que destacaba su pariente, Luis Salvador de Austria, bien conocido en España por haber sido un gran protector de la naturaleza y benefactor de las Islas Baleares. Intentó casarse con ella, pero el príncipe, perteneciente a la destronada familia de los Grandes Duques de la Toscana, no podía ofrecer mucho en la opinión de un padre que tenía miras más altas para su hija. Cuando la muerte sorprendió a Mathilde, Alberto de Austria negociaba su matrimonio con Humberto I de Italia.
Mathilde tenía un vicio que su padre aborrecía y era el de fumar. El archiduque Alberto había prohibido terminantemente a su hija que lo hiciera, pero ella continuaba fumando a sus espaldas. Y eso estaba haciendo precisamente el 6 de junio de 1867, cuando se encontraba en el castillo de Hetzendorf invitada por su pariente, la emperatriz Sissí.
La joven de dieciocho años ya se había vestido de gala para acudir al teatro cuando decidió fumar un último cigarrillo a escondidas. Eso estaba haciendo cuando, de improviso, apareció su padre, que estuvo a punto de descubrirla. Para evitarlo, Mathilde se escondió el cigarrillo detrás de la espalda, con tan mala fortuna que prendió fuego a su vestido. La tela se encontraba rociada con una solución de glicerina para mantenerla constantemente ahuecada, lo que hizo que el fuego se extendiera rápidamente por todo el vestido.
La princesa se vio envuelta en llamas antes de que nadie pudiera hacer nada por ayudarla y murió como consecuencia de las graves quemaduras que recibió aquel mismo día. Todo por culpa de un cigarrillo y un fatal descuido.
Carlos II de Navarra: un tratamiento médico de consecuencias letales
Varias personas reales a lo largo de la Historia han encontrado la muerte como consecuencia del fuego. Como acabamos de ver, la joven princesa Mathilde fue una de ellas. Y, a continuación, encontramos otra en la figura del rey de Navarra Carlos II, donde lo más interesante radica en cómo llegó a encontrarse en la posición de ser devorado por el fuego.
Carlos II fue rey de Navarra entre 1349 y 1387. Conocido por su turbulento reinado, al final del mismo tenía una importante cantidad de enemigos a sus espaldas, lo que dan a las extrañas circunstancias de su muerte una luz harto más sospechosa.
A principios de enero de 1387, el rey, al parecer, se encontraba indispuesto, llegando a sufrir un mareos e, incluso, un desmayo. Habiendo llamado a su médico de confianza, este decretó que se debía utilizar coñac para mejorar su estado. Utilizar esta bebida a modo de reconstituyente no era tan inusual, pero lo que el médico recetó al monarca fue que le envolvieran en paños empapados en este líquido y le dejaran descansar mientras hacía su efecto.
Así, se envolvió al monarca totalmente en sábanas empapadas en cognac y atadas al cuerpo del rey para que el remedio hiciese su efecto. Se encontraba el monarca de esta guisa cuando un fuego se acercó a su cuerpo. Algunos dicen que fue una sirvienta que, deseando cortar unos hilos que habían quedado sueltos, decidió quemarlos con una vela al no haber luz suficiente para cortarlos con unas tijeras. Otros dicen que un sirviente acercó demasiado una lámpara de aceite y la tela se incendió.
En cualquier caso, el resultado fue que, supuestamente por error, se incendiaron las telas y el cognac en el que estaban impregnadas lo extendió rápidamente. Carlos II murió de esta forma quemado vivo mientras yacía atado en telas impregnadas de cognac.
Carlos VIII de Francia: ten cuidado con la cabeza
Todos nos hemos dado alguna vez un golpe en la cabeza. Quizá contra del quicio de una puerta, cuando nos hemos caído al suelo o, simplemente, porque íbamos despistados mientras andábamos y no nos dimos cuenta de que había un obstáculo en nuestro camino. Pero seguro que nunca te habías dado un golpe tan fuerte como el que aquejó al rey francés Carlos VIII de Francia, que le llevó a la muerte de una forma realmente tonta.
Carlos VIII reinó en Francia entre 1483 y 1498. Conocido especialmente por sus campañas en Italia y por su matrimonio con Ana de Bretaña, Carlos fue un importante protector de las artes, siendo responsable, entre otras construcciones, de la modificación del esplendoroso castillo de Amboise. Y precisamente allí se encontraba cuando, el 7 de abril de 1498, se disponía a acudir a presenciar un partido de pelota con su esposa.
Cuando atravesaba uno de los corredores, se golpeó con gran fuerza contra el dintel de una puerta. Tan violento fue el golpe que, pese a que en un principio pudo continuar su camino, sus efectos se empezó a hacer notar mientras presenciaba el juego.
Las personas que le rodeaban se dieron cuenta de que el monarca empezaba a comportarse de forma extraña, perdía el habla y le costaba hilar sus pensamientos hasta que, finalmente, perdió el conocimiento. El golpe le había fracturado el cráneo y le había provocado un daño tal en el cerebro que moriría esa misma noche. Y todo por golpearse contra del dintel de una puerta.
Alejandro I de Grecia: un monarca derrotado por un mono
La historia de la muerte de Alejandro de Grecia nos hace sentirnos enormemente agradecidos por los avances que ha experimentado la ciencia en los últimos siglos. Actualmente, la muerte del monarca hubiera sido fácilmente evitable pero, en su época, le llevó al sepulcro. Y todo como consecuencia de la mordedura de un mono.
Alejandro I reinó entre 1917 y 1920 en un contexto político muy difícil, pues accedió al trono cuando su padre y su hermano mayor fueron enviados al exilio.
Durante buena parte de su corto reinado no pudo ejercer un poder político real y su matrimonio morganático con la noble Aspasia Manos provocó una gran controversia. Pero durante ese tiempo el monarca mantuvo una de sus grandes pasiones, que fue el amor por los animales. El 2 de octubre de 1920 se encontraba paseando a uno de sus perros cuando éste empezó a pelearse con un mono que también pertenecía al entorno de palacio.
Tratando de romper la pelea, el monarca fue atacado por otro mono que le mordió en varias partes de su cuerpo, estando situado el más grave de sus mordiscos en la pierna.
El monarca fue atendido rápidamente, pero la herida no fue desinfectada totalmente ni cauterizada. Alejandro decidió olvidarse, pero poco después empezó a tener una fiebre muy alta.
La herida se había infectado y dicha infección se estaba extendiendo por su cuerpo a gran velocidad.
Los médicos no sabían muy bien cómo enfrentarse a ello de la mejor manera posible y cuando se presentaron métodos enormemente expeditivos, como la amputación de la pierna, ninguno quiso hacerse responsable de realizar tan peligrosa operación y provocar la invalidez del rey o incluso su muerte.
Pero ninguno de los métodos alternativos que pusieron en práctica funcionaron y el monarca murió, presa de horribles dolores, el día 25 de ese mismo mes, con solo veintisiete años.
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