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En la primera parte de Templarios pudimos ver algunos detalles de lo que fue y significó la orden de los Templarios: una congregación religiosa, a la vez que militar, que surgió a principios del primer milenio y que sirvió de soporte para que los reinos europeos y la iglesia católica afianzaran sus posiciones políticas, sociales y económicas, luchando contra los musulmanes.
En el presente artículo veremos cómo el gran poder que aglutinaron se desvaneció y cómo los misterios que rodeaban cualquier aspecto de su existencia aún perduran.
El misterio Templario
Quizás el mayor secreto de los Templarios sea precisamente el misterio con el que el paso del tiempo ha ido invistiendo a la propia orden.
Su final, entre la épica y el heroísmo, las acusaciones que vertieron contra ella para poder expropiar todos sus bienes, son contribuciones a una historia plagada de sombras sobre las que la luz de la razón o de la lógica no alcanza del todo a iluminar.
Los Templarios en América
Algunos investigadores han buscado argumentos que confirmen la llegada de la congregación a América antes que lo hiciera Colón. Aunque no se han hallado pruebas concluyentes, sí que hay ciertos indicios.
Como la leyenda que encuentra su origen en la Península del Yucatán, que narra cómo unos hombres blancos llegaron a las costas en grandes embarcaciones, mucho antes de que lo hiciera Cristóbal Colón.
Al parecer, según relata dicha leyenda, esos hombres que vestían de forma extraña y que llevaban en sus frentes algo parecido a una insignia compuesta de dos serpientes entrelazadas, entablaron contacto e intercambio de conocimientos con los sabios mayas.
Otro dato, alejado de la tradición, pero que también abre hipótesis sobre la posible llegada de Templarios a América alrededor de los siglos XII y XIII, es la sobreabundancia de plata que durante toda la Edad Media circuló por Europa, al menos antes de que en el siglo XIV la Orden fuera aniquilada, como más adelante veremos.
Faltaba mucho tiempo para que se descubrieran los grandes yacimientos de Rusia o Alemania, sin embargo el caudal de plata en la vida ordinaria era abundante.
Se estima que los yacimientos de ese metal conocidos no eran tan cuantiosos como para poder haber abastecido ese gran flujo de monedas (y en menor medida: joyas) que corrió por el viejo continente.
Sirva como ejemplo que en el año 1294, y dada la escasez de plata, se dictó en Francia una orden por la que se prohibía exportarla.
De hecho, existía una depreciación constante de las monedas, ya que conforme pasaban los años, el material, esto es las aleaciones con las que se fabricaban, eran cada vez era más impuras.
Muchos estudiosos de la congregación creen que solo los Templarios contaban con el conocimiento técnico a la vez que con el poder económico para poder emprender la aventura de cruzar el Atlántico en busca de metales preciosos, arrebatándolos así a una tierra que parece haber sido “descubierta” y explotada infinidad de veces.
El Arca de la Alianza, El Santo Grial. Alquimia e Inmortalidad
El hecho de que los Templarios acumularan gran cantidad de bienes es algo que ha quedado patente, pues como vimos en el anterior artículo, tanto la Iglesia como los monarcas europeos apoyaron a la congregación.
Pero, para algunos expertos en la materia, el hecho de que los Templarios tuvieran tantas posesiones y manejaran grandes cantidades de plata, escasa en Europa en esos tiempos, podría obedecer a otro tipo de explicaciones.
Durante toda la Edad Media, muchas personas (magos y científicos) pretendieron encontrar la piedra filosofal. Nada más y nada menos que la fórmula capaz de convertir cualquier metal innoble y común en precioso –oro o plata–, como vimos en el artículo dedicado a la Alquimia.
Se especula con la posibilidad de que los Templarios hubieran encontrado ésa fórmula “mágica” y, por supuesto, la pusieron en práctica.
De esa manera, al poder transformar cualquier metal impuro en noble, la congregación conseguía una perpetua fuente de ingresos.
Ya en el siglo XIV, la justicia persiguió a más de un explotador de minas, que una vez investigado pericialmente, se halló que exportaba más cantidad de plata de la que podía extraer de sus paupérrimos yacimientos.
¿De dónde salía esa plata que no se encontraba en Europa, teniendo en cuenta que en el resto de continentes tampoco abundaba? Su paso por Tierra Santa, además, trajo como consecuencia el contacto directo y particular con los objetos sagrados que se podían hallar en el Templo de Salomón, su primera residencia en Jerusalén y del que recibieron el nombre de Templarios.
La leyenda de los Templarios dice que ellos fueron los guardianes del Santo Grial (el cáliz de la última cena), incluso podrían haberlo sido del Arca de la Alianza.
Se especula mucho sobre este asunto, aunque quizá convendría saber no tanto dónde estuvieron y quién las tuvo, sino dónde se encuentran ahora.
En el lado más crédulo de los estudios realizados sobre el Temple resalta un enigma más: el supuesto don de la inmortalidad y la reencarnación.
Muchos explican, de paso, que gracias a estos conocimientos, a la seguridad de una vida futura, dejaron que les diesen muerte, como finalmente sucedió.
Sin embargo, aunque exista mucha literatura al respecto, no parece verosímil. Este el tipo de misterios que dan a los Templarios ese carácter enigmático, aunque bien aderezado de elementos de la epopeya que vivió en su final.
El Fin de los Templarios.
El fin de los Templarios obedece a dos causas. De un lado, en el año 1291, la última ciudad cristiana en Tierra Santa es conquistada por los musulmanes y el desprestigio de la orden es grande.
De otro, la Francia de Felipe IV, el hermoso (aunque también conocido como “el rey de hierro”), estaba en la bancarrota. Se le agotaban los recursos que había exprimido con mano de hierro.
Así, cuando Felipe IV recibió noticia de que un antiguo Templario, expulsado de la Orden, estaba dispuesto a acusar de graves delitos a los Templarios, el rey vio la oportunidad de recuperar la economía si arrebataba al Temple sus magníficos bienes, solo le quedaba obtener el consentimiento del Papa para poder juzgarles.
Algo que tenía fácil, pues antes de todo esto, había inducido a que el Sumo Pontífice trasladara la Santa Sede desde Roma a territorio francés, a la ciudad de Avignon.
De esta forma, un 14 de septiembre de 1307, se extendió una orden de arresto y entrega a la Inquisición de todos los monjes-soldado pertenecientes a la Orden Templaria.
Las acusaciones, grosso modo, indicaban que los monjes-soldado eran unos blasfemos y unos pervertidos.
Por un lado, habían renunciado a Jesucristo, por lo que –según la acusación– en sus ritos de iniciación blasfemaban contra su imagen, a la vez que mantenían relaciones homosexuales entre ellos, algo que la Inquisición remarcaba como un “escándalo universal”.
Para saber más:
“Los Templarios“, Enmanuel Barceló. M. E. Editores.
“La Otra Historia de los Templarios“, Michel Lamy. Ediciones Martínez Roca.
“Los Templarios y Otros Enigmas Medievales”, Juan Eslava Galán. Editorial Planeta.
Primera Parte. Templarios: Una congregación Poderosa
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