La historia de Ota Benga está contada en el libro Spectacle: The Astonishing Life of Ota Benga, escrito por la periodista neoyorquina Pamela Newkirk. En él se recoge la triste historia de un denigrante espectáculo que sucedió en la Norteamérica de principios de siglo XX, apenas hace cien años; y que responde a la colonización occidental de África, una cuestión que responde a muchos de los problemas existentes en la actualidad en la política internacional.
Ota Benga pertenecía a la tribu mbuti, una tribu relacionada con la de los pigmeos y que, en la actualidad, suma con cerca de 40.000 personas. Ota Benga nació en el Bosque Ituri del Congo en 1883.
Benga vivía una vida ‘normal’ en el ocaso del siglo XIX, ajeno a todas las circunstancias que rodeaban el mercadeo colonialista.
Estamos en la década de 1890, cuando Benga se casa y tiene dos hijos; y cuando las tropas coloniales belgas cruzan su aldea, al parecer matando a toda su familia mientras él estaba cazando.
Los traficantes de esclavos no tardaron en capturarlo para ponerle a trabajar en una granja industrial. Fue allí, en el año 1904, cuando Benga fue descubierto por Samuel Phillips Verner, un supuesto misionero estadounidense y explorador africano que se dedicó a transportar a personas de África para espectáculos etnográficos en los Estados Unidos de América, entre sus negocios también se encontraba el comercio con animales salvajes del continente africano que luego vendía a zoológicos del país.
Verner vio negocio en Benga, por su corta estatura, piel oscura y, sobre todo, por su dientes afilados, una práctica ritual y cultural de su tribu.
Samuel Phillips Verner, un supuesto misionero estadounidense, compró a Benga por una bolsa de sal y un rollo de tela y lo trasladaron a San Luis, donde fue una de las ‘sensaciones’ de la Feria Mundial de 1904
El “eslabón perdido”
Samuel Phillips Verner vendió la imagen de Benga como la representación material del “eslabón perdido” entre los humanos y nuestros ancestros evolutivos: los simios.
Compró a Benga por una bolsa de sal y un rollo de tela y lo trasladaron a San Luis, donde fue una de las ‘sensaciones’ de la Feria Mundial de 1904.
Más tarde Benga dio con sus huesos en el recinto destinado a los simios en el zoológico del Bronx, donde se mostraba como parte de la exposición sobre la evolución humana perteneciente a la Sociedad Antropológica de Nueva York.
Hasta que un clérigo de raza negra acudió a la exhibición, e indignado, exigió la liberación de Benga. La presión fue un éxito y el gobernador instó al zoológico a clausurar el ‘espectáculo’ y retirar a Benga de esa calumniosa exhibición.
A partir de ese momento Ota Benga se trasladó a Virginia para trabajar en una plantación de tabaco. En 1914, decidió regresar a África, pero el estallido de la Primera Guerra Mundial, le impidió hacerlo.
El 20 de marzo de 1916, deprimido por la idea de no poder volver a casa, Ota Benga se disparó en el corazón acabando con su vida.
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