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PIRANESI: El Universo Soñado de las Carceri D´Invenzione

Giovanni Battista Piranesi, nació en Mogliano di Mestre, Venecia. Perteneció a una de esas familias venecianas en las que convivía armoniosamente la vida artesana, las profesiones liberales y la Iglesia.

Los orígenes de Piranesi

Su Padre –cantero–, su tío –ingeniero y arquitecto–, junto al cual adquirió los saberes técnicos que más tarde, sustentaron su obra, y su hermano –cartujo–, que le enseñó la historia de Roma.

Tuvo formación en varias disciplinas: Arquitectura, Arqueología, Pintura, Dibujo… Pero será con el oficio de Grabador con el que nuestro artista se sienta más cómodo para expresar y dar rienda suelta a la fantasía.


Aún así, Piranesi firmaba como arquitecto veneciano –en sus obras se aprecia la traza minuciosa de las arquitecturas bien sean o no fruto de la imaginación–.

A la edad de 20 años y como dibujante agregado al séquito del embajador veneciano Foscarini, viaja a Roma. Allí comienza a estudiar grabado con Giuseppe Vasi, éste le consideraba con demasiado talento para malgastarlo con el grabado-para Vasi el grabado era un medio rápido y económico–.

Piranesi estaba profundamente interesado en la Roma más antigua, la más ligada a la civilización etrusca. Por lo que su trabajo se va a centrar, o va a partir de esta Roma antigua, Vistas de Roma entre 1745-1778.

Sin embargo, dónde llega al extremo su imaginación será en las Cárceles Inventadas, dónde fantasía, experimentación y virtuosismo se mezclan, en torno a un tema: la cárcel. ¿Visión caprichosa de cómo pudo haber sido en la Antigüedad o simplemente una denuncia?

Piranesi pertenecía a una generación anterior a Beccaria, el gran reformador de las prisiones y fue contemporáneo a George Dance, arquitecto londinense quien se inspiró en las Prisiones imaginarias para construir los calabozos de Newgate.

Las Carceri d´invenzione nacen en 1745 cuando comienza a elaborar dos grupos de capricci: los Grotteschi y las Carceri.

La primera edición, publicada por Bouchard hacia 1750, se componía de un frontispicio grabado con el título Invenzioni Capric di Carceri all Aqua forte y trece planchas, de las que se conocen dos estados: el primero con título en la portada y el segundo en el que corrige una errata en el nombre del editor (Buzard por Bouchard).

La segunda edición, hacia 1761, se compone de un frontispicio grabado con un nuevo título Carceri d’invenzione y quince planchas, todas numeradas.

En la segunda estampa de la serie se añadió un pie de imprenta con indicación de su precio (Presso l’Autore a Strada Felice vicino alla Trinità de’ Monti Fogli Sedici al prezzo di paoli venti). Además de añadir dos planchas más, retoma las anteriores.

Cárceles de Piranesi, asombrosamente originales

Las Cárceles de Piranesi son asombrosamente originales. Ningún pintor o dibujante anterior había hecho nada similar. Artistas dotados de fantasía los había habido, por supuesto, capaces de expresarse con dibujos arquitectónicos.

Previo a la serie de Las Cárceles, Piranesi ya presagiaba algo con la estampa La Cárcel Oscura de 1743. Parece ser que para realizar estas obras, Piranesi se basó en el complejo de la cárcel de Mamertino (construía en el 386 a. C. en Roma), un opresivo e insalubre agujero subterráneo en el que se sucedían diferentes espacios superpuestos, unidos por escaleras, puentes y pendientes, que en numerosas ocasiones se llegaban a inundar.

En todas las estampas se puede ver una amalgama de formas arquitectónicas: escaleras que no llevan a ninguna parte, bóvedas que no soportan más que su propio peso y encierran grandes espacios, antecámaras, angostas pasarelas.

En el suelo se pueden ver grandes máquinas, arcos con sogas, todo nos remite a una idea de tortura. Algunas estampas están iluminadas por estrechas ventanas, otras abiertas al cielo. En la segunda edición la iluminación se reducirá a puntos concretos, creando un espacio mucho más angustioso.

Todas las estampas de la serie son evidentes variaciones de un mismo símbolo, que se remite a cosas existentes en las profundidades físicas y metafísicas del alma humana: la confusión, la pesadilla, la incomprensión y el pánico. Se dice que la primera idea le surgió a Piranesi en medio de un delirio febril.

En este espacio se pueden observar unas pocas figuras sin rostro entremetidas en las sombras, almas perdidas, vagando en un laberinto vacío. Cada hombre aparece tapado, furtivo aún estando en compañía, denotan soledad, a la espera de tortura. Bien es cierto que aparecen todos los símbolos de una inminente tortura, pero no hay ninguna estampa en la que se desarrolle la acción.

Hay quien ha querido ver en ellas un desprecio total al hombre, incluso ciertos atisbos de crueldad, de una visión del Hombre desbordado por lo que crea, que poco a poco acaba con él.

Otros han querido interpretar las Carceri como las visiones delirantes de un arqueólogo impregnado con excesiva profundidad del peligroso romanticismo de las ruinas gigantescas de la pasada grandeza de Roma. Otros se obstinan en ver en ellas la manifestación de la manía persecutoria que el artista empezaba a padecer ya en esta época.

La sensación evidente es de una extrañeza tan inquietante que no puede resultar sorprendente su repercusión posterior.

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