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La Constitución de Cádiz de 1812 porqué se llama la Pepa
Un 19 de marzo de 1812, tras doce meses de redacción, nace la Constitución de Cádiz.
Dos grupos, liberales -inspirados por la tradición constitucional francesa- y los conocidos como “serviles”, absolutistas, -seguidores fieles al Antiguo Régimen de la monarquía absoluta-, debatieron durante ese largo año, mientras el país, España, sufría la invasión del ejército francés de Napoleón.
En Cádiz, bajo el asedio, nace la Constitución, que adopta el nombre de su lugar de alumbramiento, y el más popular: La Pepa, por haberse promulgado el día de San José.
Las Cortes de Cádiz
Con el país ocupado en 1808 por las tropas del ejército francés, como decíamos al principio, y las Abdicaciones de Bayona, que implicaban que los borbones ordenaran la obediencia al “nuevo rey” José I -Pepe Botella para el pueblo, ya que le gustaba empinar el codo con la bebida-,e impuesto por su hermano, el mismo Napoleón Bonaparte, se genera una situación inusual, cuando menos extraña.
El pueblo no veía, como se puede comprender fácilmente, la imposición de un monarca invasor y, como era de prever, muchos se negaban a obedecer a esa autoridad que carecía de toda legitimidad.
Lo que quedaba de las autoridades españolas e intentando reorganizarse, se formaron las Juntas Provinciales que asumieron, aunque fuera de manera virtual, la soberanía.
En septiembre de 1808, se constituyó la Junta Central que, en ausencia del rey legítimo, asumió todos los poderes y se erigió como máximo y principal órgano de gobierno.
El siguiente paso fue conformar una reunión de Cortes extraordinarias, establecida en Cádiz, celebrándose elecciones en estado de guerra.
No unas elecciones como las entendemos actualmente, obviamente.
Así las cosas, se formaron unas Cortes que reunieron a los burgueses e intelectuales que quedaban en el reducto de lo que era una España ocupada. Liberales y absolutistas se ven en la tesitura de recomponer el orden de un país que sigue en manos de Francia, aliado hasta hacía pocos años y al que traicionó, en toda regla.
En ese panorama es cómo surge la Constitución de Cádiz y el proceso constituyente del que hacíamos un bosquejo al comienzo.
Aportaciones de la Constitución de Cádiz
Quizá, la aportación más sobresaliente de la Constitución de Cádiz fue un concepto que aparece por primera vez sobre el pueblo español: la soberanía nacional. El poder reside en la nación, en vez de residir en la figura del monarca.
Pero, además, se divide el poder, según el concepto aportado por Montesquieu. El legislativo, que recae en las Cortes, ideadas como unicamerales; el Judicial, en los Tribunales, y el poder ejecutivo, que recae en el monarca, pero con limitaciones.
También se configura un nuevo procedimiento electoral, calificado como complejo debido a su forma, ya que se desarrollaba mediante sufragio universal masculino indirecto.
El derecho a voto solo era para los hombres mayores de 25 años, que elegían a unos compromisarios y estos, a su vez, eran los que elegían a los diputados.
Otro rasgo importante de la Constitución de Cádiz es la Igualdad de los ciudadanos ante la ley. Conceptos, todos ellos, que llegaron fundamentados a la Constitución de 1978, que actualmente rige los designios políticos de España.
En la redacción del texto se omite toda referencia a los territorios con fueros. Ello venía a significar que no se tenían en cuenta, y algo que no se tiene en cuenta es igual a su no existencia. Ello también significaba que los regímenes forales de las provincias vascas y de Navarra no se derogaran. Que era la cuestión que subyacía como problema de fondo.
Otros derecho que, por fin, llegaba a los ciudadanos españoles era el reconocimiento explícito de sus derechos como individuos. Y cabe resaltar: el derecho a la educación, a la libertad de imprenta, la inviolabilidad del domicilio, la libertad y la propiedad.
También se establece como confesión religiosa el catolicismo, con la particularidad de que se designa como la única confesión religiosa permitida. Esto se explica porque dentro de los que formaban el grupo constituyente, eran mayoría, los eclesiásticos católicos.
El fin de la Constitución, tras el fin de la guerra
Pero, la ocupación francesa se encontró no solo con el escollo de la “guerra de guerrillas” -inventada en ese momento por los españoles-, y que infligió un duro castigo contra el ejército napoleónico, sino también con el ejército inglés, que penetró en la península ibérica al rescate de España con el objetivo de parar las ambiciones francesas.
El ejército, comandado por Wellington, batalla tras batalla, fue minando la presencia francesa, ocupada también en guerra en el frente ruso. Como todos sabemos, las ambiciones de Napoleón recorrían Europa de Norte a Sur.
Desde julio de 1812 hasta diciembre de 1813, ingleses y españoles acaban por derrotar al ejército francés en numerosas batallas que se extienden provincia a provincia, hasta que, impotente y reconociendo la derrota, Napoleón firma el Tratado de Valençay donde devuelve el poder a Fernando VII.
Seis semanas antes de que el monarca ocupe el trono de nuevo, y habiendo jurado fidelidad a esa Constitución que se dieron los españoles en tan curiosas circunstancias, pero siendo consciente de que contaba con suficientes apoyos conservadores y de los que se decían representantes del catolicismo, contrarios a la Pepa y a la democracia -aunque fuera en términos tan relativos-, decidió abjurar de ella tan pronto como se le presentó la ocasión.
El calificativo de “felón” que la Historia ha dado para Fernando VII se queda corto ante este hecho.
La Constitución de Cádiz, abolida hasta 1868, y también jurada en América, y cuyo legado es más que patente en buena parte de las repúblicas americanas que se independizaron a partir de 1820 y, hasta, 1830, vivió otros momentos posteriores, pero, eso, es otra Historia, que quizá contemos en estas páginas.
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